En los últimos meses, Mirtha Legrand se transformó en el referente de todos aquellos que, en nombre de la libertad de expresión, no “filtran”.
Por experiencia de vida, reconocimiento público o simple impunidad, la Señora y tantos otros que no tienen su fama pero sí su lengua filosa, consideran que se puede decir cualquier cosa sin que eso tenga un costo.
De ninguna manera se trata de impedir la libre manifestación de una idea, pero sí al menos reclamar que lo que se diga sea cierto y no dé lo mismo opinar que informar.
Quienes a diario trabajamos con la palabra sabemos que estamos expuestos a errores, deslices u omisiones. También a aciertos, por qué no. 
Por transitar esa cuerda tan sensible es que el ejemplar que usted tiene en sus manos tiene, como todos los días, claramente delimitado sus espacios de opinión (página 9, en la edición de hoy, y esta columna editorial)y lo estrictamente informativo, que son las notas de las respectivas secciones.
Es llamativo cómo ese fenómeno de descalificar a todo el mundo, que empezó a cobrar fuerza a través de las redes sociales y especialmente en los foros de los medios digitales, actualmente también sea moneda corriente en la radio y la tevé.
Así es como un leve rumor de distanciamiento en una pareja de famosos habilita a hablar de “cornuda/o”. 
Un comportamiento extraño será sinónimo del consumo de drogas o de problemas psiquiátricos.
Un emprendimiento empresarial, según quién lo difunda, necesariamente estará bajo sospecha.  
En estos y otros tantos casos que remedan el perverso mecanismo, ni siquiera vale el beneficio de la duda. 
Con un mínimo dato sin chequear se pueden escribir varias notas, copar durante horas la pantalla o convocar a esos impresentables que nunca faltan para que alimenten la inagotable cantera de agravios, mentiras y blasfemias.
Esto ocurre porque se naturalizó de tal manera el mentar a cualquiera que no hay capacidad de asombro que alcance ni interés genuino de víctimas y espectadores por revertirlo.
Hasta que, con lógica de manual, el afectado sea uno y entonces sí reaccione, imprecando a viva voz en procura de justicia. 

(Diario UNO, 20 de agosto de 2015)

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