No es nada nuevo que en una campaña electoral un candidato diga una frase desafortunada o protagonice un hecho bochornoso.
Puede ocurrir en Mendoza, Buenos Aires, Madrid o Atenas. El lugar geográfico vendría a ser lo de menos. 
Lo que caracteriza a cualquiera de esos desbocados es que con su gaffe obtiene un efecto inmediato. Negativo, pero instantáneo.
Para hundirlos aún más en la vergüenza o el arrepentimiento, ahí están prestas las redes sociales para en cuestión de segundos viralizar el papelón a una escala impensada.
Aún está fresca en la memoria popular la fallida humorada de Florencio Randazzo. En mayo de este año, en una reunión con los integrantes de Carta Abierta, el entonces precandidato del FPV  aseguró ante su claque: “Yo decidí ser candidato en 2013 porque habíamos perdido la elección. Cristina no tenía posibilidad de ser reelecta y el proyecto se quedaba manco”.
Desde entonces, rayos y centellas cayeron sobre el ministro de Transporte.
Tan es así que la presidenta Cristina Fernández lo sacó de carrera al ungir como compañero de fórmula de Daniel Scioli a Carlos Zannini.
En triste sintonía, un reciente spot muestra  a Mauricio Macri en distintos puntos del país como parte de su recorrida proselitista.
La luz roja se enciende cuando en el tema musical -titulado Estoy con vos- se escucha “Tengo una canción y dos manos para abrazarte”.
Fuera o no el objetivo del candidato del PRO de marcar una supuesta ventaja a su favor (en referencia a la conocida discapacidad del gobernador bonaerense, quien perdió un brazo en un accidente compitiendo en motonáutica), la respuesta no se hizo esperar y fue lapidaria. 
Macri cosechó muchas críticas y no sólo eso, se hizo acreedor del repudio de organizaciones de discapacitados que ni siquiera comulgan con las ideas de Scioli o del peronismo en general.
Lo paradójico es que el actual jefe de gobierno porteño lleva como candidata a vicepresidenta a Gabriela Michetti, quien en noviembre de 1994 sufrió un accidente automovilístico que la dejó parapléjica. 
Que la política sea el arte de lo posible no es lo mismo que decir que todo vale. 
Una lección que dirigentes como Macri, Randazzo y tantos otros seguramente aprendieron tras haber metido la pata. 

(Diario UNO, 24 de julio de 2015)

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