Menos mal que los legisladores mendocinos no deben rendir un examen para pasar de año porque si no varios de ellos se la llevarían “a marzo”.
Un informe de Diario UNO (págs. 4 y 5) revela que unas cien iniciativas vinculadas a salud, educación, discapacidad y ambiente, entre muchas otras, han quedado en una suerte de limbo legislativo del que difícilmente salgan en breve.
El punto en común es que no alcanzan el consenso para convertirse el ley. Es más, la mayoría no cuenta ni siquiera con la media sanción. 
Estos proyectos apuntan a resolver problemas específicos, pero al no ser parte del lote estríctamente político-coyuntural, como por ejemplo el meneado Presupuesto, se van acumulando en el cajón de las deudas a futuro.
 Los principales responsables, léase los propios legisladores, tienen varias respuestas para explicar porque estas propuestas ni siquiera salen de comisiones.
Para algunos, al no tratarse de iniciativas que garanticen impacto mediático, desde el vamos están condenadas al fracaso.
Otro sostienen que falta coordinación entre las cámaras de Diputados y Senadores. “Trabajamos con una agenda de urgencias. Cuando hacemos un balance, siempre salimos perdiendo en esto de no planificar”, admitió una diputada del oficialismo.
He aquí precisamente uno de los puntos flacos del trabajo legislativo: la alarmante falta de planificación. 
Cualquier ciudadano cree -o espera- que sea la labor en comisiones la que vaya trazando un orden de prioridades en función de lo que la sociedad les demanda. Para eso y no para otra cosa han sido votados.  
Esa falla organizacional es la que delata que existen numerosos proyectos que apuntan a lo mismo y que, al no realizarse una minucioso seguimiento de archivo, terminan acumulándose sin que prospere ni la primera ni la última iniciativa. O sea, la nada misma.
Tampoco faltan quienes directamente reconocen que en la solemne Casa de las Leyes priman cuestiones de celos y mezquindad política. 
Para este punto abundan las chicanas que justificarían que el nombre o el peso de determinado legislador tracciona en los momentos claves de una votación.
Lo cierto es que llegado el momento de los balances, éstos muestran un rojo peor que el de las arcas provinciales.

(Diario UNO, 20 de julio de 2014)
A falta de los goles de Messi, la garra de Mascherano y los atributos físicos de Lavezzi, el tema de los fondos buitre ya se ha instalado hasta en las charlas de café y la cola del supermercado. 
Siguiendo con el efecto Mundial, es llamativo cómo se toma partido para expresar opiniones que tienen mucho de pasional y poco de sustento teórico o técnico.
Lo epidérmico va desde la apariencia física del juez estadounidense Thomas Griesa (cómo si en ella estuviera cifrada una agresión contra la Argentina), hasta inferir que cada ítem de la economía que hoy no funciona está directamente vinculado a los holdouts.
Algunos funcionarios no están muy lejos de ese discurso de barricada del cual somos tan afectos los argentinos cuando asimilamos la mística futbolera e intentamos aplicarla a cualquier rubro de la vida.
“El juez Griesa no resolvió nada y los buitres siguen amenazando”, fue el título del documento al que le puso la firma  Axel Kicillof, tras conocerse que el magistrado neoyorquino rechazó el pedido de poner en suspenso el fallo que obliga al país a pagar U$S1.600 millones.
El “tonito” del ministro de Economía no cayó nada bien en los pagos de Obama. Griesa calificó de “retórica reaccionaria” las declaraciones del funcionario  de Cristina Fernández. 
Lo cual no tuvo nada que envidiarle a la verba encendida del argentino de a pie, que así como un día puede ser el sucesor de Sabella y armar en 10 minutos su propio seleccionado, también se le anima a esgrimir una estrategia para burlar a los antipatrióticos buitres. 
En medio de los tires y aflojes, la cuenta regresiva se acorta y la situación de nuestro país se acerca a un peligroso precipicio al que sólo se puede nombrar como default.
Si la Argentina no paga el 30 de julio, los bonistas que todavía no vencieron podrían pedir la aceleración de la deuda y disparar aún más la abultada cifra.
Ante el abuso de conjeturas, de opinólogos con carnet hasta referentes serios de la política y la economía, la Presidenta salió a marcar la cancha: “En default entran los que no pagan, y la Argentina pagó”.
En el lenguaje de la tribuna, sería algo así como suscribir a la táctica de Sabella: esperar replegados en defensa para contragolpear cuando el rival menos lo espere. 
Ojalá nos salga mejor que contra Alemania. 

(Diario UNO, 24 de julio de 2014)
Fiel reflejo de la inagotable imaginación y el humor zumbón y surrealista cortazarianos, las míticas Historias de cronopios y de famas es un libro de esos que las nuevas generaciones redescubren y mantienen vivo pese al artero paso del tiempo. Ahora una nueva versión, bellamente dibujada por Elenio Pico, nos revela cómo son –según su óptica- esos “seres verdes, húmedos y con forma de globo” que Julio Cortázar bautizó como cronopios.
Cuenta la leyenda que al autor de Rayuela se le aparecieron en medio de un concierto, allá por 1952. 
En principio, fueron pequeños relatos que regalaba a sus amigos en formato de cuadernillos. Recién una década después los publicó como libro en Minotauro, impulsado por su editor Paco Porrúa.
Para que no resultara tan pequeño ese volumen, los completó con invenciones acordes como Material plástico, Ocupaciones raras y Manual de instrucciones. El éxito fue inmediato.
La particularidad de esta exquisita reedición es que se publican las historias como fueron gestadas en el proyecto original, con el plus de tres textos que aparecieron en forma tardía en Papeles inesperados, en el 2009.
Aunque se hayan quedado fuera del título, las “esperanzas” también tienen su lugar aquí. Y sí, ellas también bailan tregua y bailan catala como los cronopios y los famas.

(Suplemento Escenario, Diario UNO, julio de 2014)
Ser feliz era esto, de Eduardo Sacheri. Alfaguara. 2014. 245 págs.


Lucas era de esas personas que, aunque un tanto pasivo, creía tener su vida relativamente bajo control. Claro, hasta que un día aparece una adolescente y le dice que es su hija, y esa vida acusa un cimbronazo que obliga a repensar todo.
A la manera de una computadora, Lucas se tiene que reiniciar y reprogramar su nueva vida en función de esa quinceañera que llegó de Gesell donde su madre, único miembro familiar, acaba de morir.
Lucas vive en Morón junto a su esposa Fabiana, quien siente que la irrupción de Sofía cambiará de vuelta y media a su pareja. Y está en lo cierto. Nunca hubiera pensado que aquel amor juvenil nacido bajo el influjo del mar, del que sabía por boca de él, se sostendría en el tiempo por una hija que no estaba en los planes de nadie.
El devenido papá es un escritor que logró cierta fama y dinero con su primer libro, El desierto de los fantasmas, y que si bien escribió un segundo, El veneno del sol, no quiere saber nada con ser un autor “profesional”. Siente que se está mintiendo a sí mismo y a los demás. En realidad, sueña con instalar un invernáculo, cultivar plantas y dejar que afuera el mundo ajuste sus cuentas.
El núcleo de Ser feliz era esto es el complicado aprendizaje de padre e hija; el cómo cumplir justicieramente con esos roles, con reacciones tan humanas como el temor, la desconfianza, los celos, la protección. En definitiva, cómo dar y recibir amor entre dos desconocidos, dos solitarios que portan la misma sangre.
Sofía no es una adolescente más. Es una chica más madura que el promedio y eso tiene una razón bastante obvia: haber crecido sin papá y con una madre bastante especial, la armó para moverse con soltura entre los inconsistentes adultos.
Eduardo Sacheri (La pregunta de sus ojos, Araoz y la verdad, Papeles en el viento)  tiene un gran talento para trabajar en esa zona de los vínculos donde lo que parece cosa de todos los días gana un primer plano desde una mirada profundamente humana.
Ser feliz era esto no es uno de los puntos más altos de su obra, pero tiene un mérito para destacar y es que sostiene esa poética de las historias mínimas que en cada uno de sus libros nos revela una de las tantas caras que tenemos los complejos y maravillosos seres humanos. 

(Suplemento Escenario, Diario UNO, 26 de mayo de 2014)
El fallo favorable a los fondos buitres tiene tal trascendencia política y económica  que es prácticamente la única noticia que pudo, al menos por momentos, instalarse casi a la par del Mundial de Brasil. 
Por estos días, los opinólogos de café hacen zapping entre el triunfo de los alemanes, el poderío de los holandeses y el fracaso de los españoles, para luego pasar a hablar de “default”, criticar al juez Griesa y sostener airadamente que es imposible pagarle a los especuladores.
Tras el fallo de la Corte de Justicia de los Estados Unidos que levantó la cautelar que suspendía el pago a los “buitres”, sobrevino la noche para una economía que parecía que ya había tocado fondo.
Sin embargo, la sentencia abrió la puerta al pago de U$S1.500 millones a los acreedores non sanctos y U$S900 millones a los bonistas que aceptaron reestructurar su deuda. Esto, según el propio ministro Axel Kicillof, implicaría empujar al país al temible default.
No obstante, la voluntad de negociar pero con otras reglas del juego, no sólo fue expresada por el gobierno de Cristina Fernández. 
Ayer, también recibió un fuerte respaldo de todo el arco político con representación en el Congreso nacional.
Es precisamente en estos hitos de la historia de un país cuando debe primar la visión de Estado por encima de la posición partidaria y cortoplacista. 
Las consecuencias de abrir el grifo al pago de los “buitres” van a atravesar indefectiblemente a esta y, sobre todo, a futuras gestiones de gobierno. 
Por esa razón, era un mensaje esperable que se tomara la decisión de negociar pero advirtiendo que se hará con un plan propio. Es decir, no aceptando a ciegas otorgar graciosamente a los carroñeros financieros una rentabilidad que no tiene ningún tipo de lógica.
El juez Thomas Griesa, quien ayer recibió a la comisión enviada por el gobierno nacional, expresó en esa reunión: “No quiero que Argentina se vuelva a reír de una sentencia judicial”.
Hasta ahora, el magistrado movió sus fichas de tal forma que creó las condiciones necesarias para que los fondos buitre queden habilitados para exigir el cobro inmediato de la deuda. 
Hay demasiado dinero e intereses en juego, por eso de ahora en más cada paso que dé la Argentina no puede ni debe permitirse un margen de error. 
En plan optimista, se necesita un Messi que resuelva el partido cuando todo indique que nos vamos quedando fuera del Mundial (financiero, en este caso). 

(Diario UNO, 19 de junio de 2014)
Esta vez, como era de esperar en alguien que asume el rol de líder, fue el propio papa Francisco quien envió un mensaje claro a toda la grey católica: tolerancia cero para los abusadores.
Que haya sido la máxima autoridad de la Iglesia quien admitiera que son innumerables los casos de curas pedófilos, marcó un necesario quiebre en esa milenaria institución.
Lo que era un secreto a voces, un vergonzoso pacto de silencio, pasó a ser un tema de agenda. Ahora nadie le puede sacar el cuerpo a la discusión y, sobre todo, a la resolución de los casos denunciados en todo el mundo donde hay presencia de este culto.
Los abominables abusos cometidos por integrantes del clero no sólo son repudiables por ser menores las víctimas, sino también por haber usufructuado una posición de poder y algo intangible pero esencial como la confianza del vínculo.
Por más empeño que se pusiera en “tapar” lo que para los victimarios significaba un escándalo, pero para los abusados un daño psicológico y moral impagable, en la comunidad cercana al hecho se sabía claramente cómo funcionaba el método de ocultación.
Por lo general, el abusador era protegido enviándolo a otro destino, desactivando en lo inmediato repercusiones negativas. Lo que parecía no tenerse en cuenta es que en su nuevo destino, el pedófilo en cuestión volvía a la carga, multiplicando el padecer de otros incautos.
Hoy, y en gran medida porque los damnificados se animan a denunciarlo a través de los medios, la Iglesia Católica debe salir a dar explicaciones. Con su política de no ocultamiento, Francisco no les ha dejado margen para la impunidad como en los viejos tiempos.
Incluso la Organización de las Naciones Unidas le recomendó a la Santa Sede que cambie su ordenamiento jurídico interno para poder darles garantías jurídicas a las víctimas de abuso sexual.
Los recientes casos denunciados en Mendoza, el de un ex alumno de Don Bosco abusado a los 14 años y el del diácono de Junín por supuestamente haber acosado a una discapacitada de 36 años, han logrado un cambio sustancial en el Arzobispado local: que se expidan públicamente. Lo habitual ha sido que sólo se expresara ante la insistencia de la prensa, no por convicción de dar una respuesta pública ante hechos que involucran a sus miembros y  a los feligreses.
La principal lección que da el líder de la iglesia es que el mayor castigo para los abusadores ya no será sólo la justicia divina. Ahora deberán ser juzgados también en la tierra. Como corresponde.

(Diario UNO, 23 de junio de 2014)
No son pocos los que toman los mundiales de fútbol como una referencia temporal para fijar ciertos hitos personales.  
Cada cuatro años, ese corte arbitrario permite orientar hacia atrás el GPS emocional, y repasar alegrías y tristezas que tuvieron el marco de una de las competencias deportivas más apasionantes. 
De esto pueden dar fe aquellos que aun aclarando, como si hiciera falta, que no les gusta el fútbol, durante ese mes fuera de lo común no pueden evitar caer bajo el influjo festivo de un juego que claramente es mucho más que eso.
Dentro de esas 22 camisetas que salen a la cancha van 22 soldados que representan a sus respectivos países en una suerte de batalla que, en esta ocasión, se inspira en la gloria deportiva  a conseguir y no en la conquista territorial.
Es por este clima que sólo puede lograr la pasión por el fútbol que a la hora de pensar de qué manera queríamos festejar nuestro 21º aniversario, no lo dudamos. 
Dijimos: “Estamos en junio, mes del Mundial y de Diario UNO, por qué no recordamos cómo vivimos en nuestras páginas cada uno de esos campeonatos”.
Así fue como pusimos la lupa en Estados Unidos (1994), Francia (1998), Corea del Sur y Japón (2002), Alemania (2006), Sudáfrica (2010) y Brasil, el que nos atrapa por estos días.
Aunque para muchos se trate de un mes en el que no ocurre otra cosa que esos 64 partidos, sus goles, sus estrellas y sus curiosidades, el mundo sigue girando fuera de los estadios. 
Por eso, en esta vuelta de página también repasamos qué pasaba en la otra cancha, la de la siempre generosa “realidad”.  Qué hechos quedaban eclipsados por el Mundial de entonces o, al contrario, cuál lograba –aunque fuera por un rato– que no se hablara del gol del día o ese partidazo que se analizaba al detalle en las mesas del café.
Como en cada aniversario de UNO, renovamos el compromiso con nuestros lectores de seguir jugando en el mismo equipo, defendiendo día a día la camiseta de Mendoza. 
Dentro de cuatro años, es decir para el Mundial de Rusia, no cumpliremos un aniversario más. Serán nuestras Bodas de Plata. Un festejo que, no dudamos, será lo más parecido a salir campeones o gritar el mejor gol.

(Suplemento 21 aniversario de Diario UNO, 27 de junio de 2014)
El caso de los dos hermanos a los que no dejaron ingresar a un boliche de Ciudad y debieron ser resarcidos económicamente por tratarse de un acto de discriminación, marca un valioso antecedente para la reflexión y el debate.
Los damnificados por el lugar de diversión (Apeteco) denunciaron en agosto de 2012 el hecho ante el Inadi y abrieron una causa en la justicia.  
Primero, el argumento para no dejarlos ingresar fue que no eran clientes, para luego explayarse y -con eufemismos- darles a entender que petisos y morochos no eran la clase de gente que aceptaban en ese lugar. 
Finalmente, un fallo a favor de Cristian y Andrés Vega determinó que el local bailable deberá pagarles $40 mil a cada uno.
La mitad de ese monto corresponde al daño moral y la otra parte es una multa civil a favor del consumidor. 
Esto se aplica por primera vez en la provincia, ya que había sido incorporado en la reforma de la Ley de Defensa al Consumidor en 2008 para desactivar conductas de este tipo por parte de estos espacios nocturnos.
El Inadi intervino en este caso ya que consideró que los jóvenes fueron discriminados en la entrada al boliche. Esa posición quedó expresada a través de un dictamen que luego se adjuntó a la causa. 
La repercusión que alcanzó este caso a nivel público, sobre todo por el enorme eco en las redes sociales, alertó una situación que se da con más frecuencia de lo que uno cree. 
La mayoría no trasciende porque no se realiza la denuncia como sí hicieron valientemente los dos hermanos.
El derecho de admisión debe basarse en normas objetivas, informadas con anterioridad. Estas, lógicamente, no pueden discriminar, como lo establece la Ley 26.370.
Por ejemplo, se pueden establecer condiciones respecto de la vestimenta de quienes pretenden ingresar al local, pero no impedir su ingreso por alguna característica física, de género o ideológica.
La normativa es clara para evitar que los controles de ingreso a los lugares de diversión no sean arbitrarios o torpemente subjetivos.
No someter a los clientes a situaciones vejatorias y vergonzantes es una condición sine qua non para que estos establecimientos no corran el mismo destino que Apeteco.

(Diario UNO, 4 de julio de 2014)



No soy bueno para las fechas, pero el 1º de julio de 1974 me quedó grabado a fuego. Era lunes, y por entonces, los lunes tenían la misma carga, el mismo peso psicológico que hoy. Empezábamos una semana con la esperanza de saber que a su vez íbamos desandando la cuenta regresiva hacia el lejano y esperadísimo viernes. A las 13.15 la noticia explotó como una bomba sin ruido: había muerto Juan Domingo Perón. Eso fue lo único que escuchamos en boca de una maestra que pasaba aula por aula a avisarle al resto de sus compañeras.
No hizo falta que nos explicaran; pequeños como éramos, ya sabíamos que el que había muerto era nuestro presidente. Según mi padre, “un tirano”; para mi abuelo, en cambio, “un prócer”, casi el segundo padre de la patria. Dos miradas que aún hoy dividen las aguas, en una polémica tan visceral como infructuosa de la que puedo jactarme de haber mantenido siempre una prudente y respetuosa distancia.
Debo reconocer que esa jornada tan triste para millones de argentinos fue para mí como un larguísimo recreo, un viernes anticipado. Apenas enterados de la noticia, mis padres pasaron a retirarme de la escuela y un rato después, junto a mis primos -todos más o menos de mi edad- partíamos en el viejo Rastrojero azul hacia la finca del tío José Luis en Alto Verde. Allí nos esperaba la casa del árbol que habíamos construido torpemente con mis primos (un viejo olivo atravesado por un improvisado fortín de álamo, coronado con un vestido viejo devenido bandera negra) y un auto sin ruedas que podía llevarnos a cualquier rincón del mundo.
Perón sólo seguía presente, un tanto más cercano, desde la tele en blanco y negro en el comedor de tía Lidia. En rueda de mate, los mayores no se perdían detalle de lo que contaban los periodistas desde aquella Buenos Aires tan lejana.
A las 14.10, por Cadena Nacional su esposa, la vicepresidenta María Estela Martínez, la inefable Isabelita, nos hablaba a todos los argentinos durante tres minutos.
Se decretaron tres días de duelo hasta que el cuerpo del General llegó –caravana multitudinaria mediante– hasta su morada final en Chacarita.
Antes de dejar la escuela por ese inesperado feriado, por el amplio pasillo del antiguo edificio escolar, habíamos visto ir y venir al abatido director de la escuela, llorando desconsoladamente. No todos los días un niño veía llorar a un hombre de 80 años. Había perdido a Perón, que era como decir que había perdido a su padre por segunda vez.
A los ocho años, la política y la realidad nacional, por suerte, no eran temas que nos quitaran el sueño. Muchos lunes después, aquel niño devino periodista y el recuerdo se le transformó en materia prima, en pieza propia de un rompecabezas ajeno.
A pesar de su entorno moderadamente gorila, el niño y el periodista entendieron, en 1974 y cuarenta años después, que la historia también se nutre con el registro de nuestra modesta y subjetiva mirada.