La liviandad, la violencia exacerbada y la impunidad que caracteriza a buena parte de lo que circula por las redes sociales suele ser prácticamente una incitación a la justicia por mano propia.
Nadie tiene reparos en pedir la cabeza del otro, insultarle a la familia o adjudicarle un delito aunque no le conste, carezca de pruebas o ni siquiera sea lo suficientemente verosímil.
Ante la publicación de la noticia de un médico acusado de abuso sexual a un niño de su entorno familiar, hecho sin dudas aberrante, en los comentarios de nuestra edición digital se cuestionó que no figuraba el nombre del denunciado.
No hacer público su nombre es para proteger al chico, no al adulto. La sola mención del apellido puede permitir identificar a la víctima.
Sin embargo, el medio de comunicación que respeta la normativa que rige en este tipo de hechos, es vituperado por el comentarista de turno que pide sangre con la facilidad con otro llama a un taxi.
En el plano político, cuando no se coincide con los dichos de la Presidenta o el político equis, las calificaciones hacia su persona son irreproducibles.
Se dirá, a manera de disculpa o justificación, que los comentarios de los lenguaraces se publican en los muros personales de Facebook o Twitter. 
Pero también es cierto que la dinámica que tienen estas redes   muestran que basta una chispa para detonar un incendio a escala global.
La viralización de palabras e imágenes es un proceso tan simple y del que muy pocos son conscientes del daño que puede llegar a producir.
Como todo fenómeno relativamente nuevo, no hay demasiada jurisprudencia en la materia, pero sí casos testigo que, paradójicamente, no circulan ni se difunden lo necesario para informar y formar en la materia.
La posibilidad de usar nombres de fantasía, seudónimos u otras alternativas, facilita aún más la acechante impunidad.
De esa manera, puede pedirse perpetua para el jugador que se perdió un gol increíble o caer en la violencia de género de la forma más burda con supuestos chistes o videos machistas.
No hay mejor filtro para estos desmadres que la reacción crítica de los demás. 
Si se festejan los exabruptos y el ataque per sé, no esperemos que estos maravillosos canales dejen de ser esas cloacas virtuales que son la mayor parte del tiempo gracias a ciertos personajes.

(Diario UNO, 10 de junio de 2015)
Quién iba a decirlo, a vuelta de página, terminó siendo Jaime Suárez el que dio en la tecla.
Cuando el año pasado pergeñamos la sección Da la nota, como parte del rediseño de Diario UNO estrenado en noviembre de 2014, la idea era que él ilustrara cada domingo la figura de la política, el deporte, la cultura o el mundo del espectáculo, que esa semana hubiera dado que hablar. 
Era, según creíamos entonces, un complemento estético del texto. Error. Al cabo de unos pocos fines de semana, quedó claro que no se trataba de una mera caricatura sino de una interpretación del personaje en cuestión.
Hoy, esa página sería impensable sin su arte. Es más, el día que nos reunimos para analizar quién ha dado la nota, pensamos más en cómo se verá él o la elegida al pasar por el tamiz de Jaime que en las razones de por qué fue noticia. 
En cierta forma, siempre queremos darle materia prima para que se luzca y el resultado, que está a la vista en esta exposición, confirma nuestro modesto olfato. 
Jaime ha logrado, mérito suyo sin duda, que lo primero que se busque en el suple DOS sea su caricatura de Da la nota.
Qué mayor premio para alguien que a través del arte consigue abordar la realidad desde un lugar amable sin por ello renunciar a una mirada crítica. 
La celebración de los 22 años de Diario UNO es una buena excusa para reunir arbitrariamente 22 trabajos de los tantos que llevan la firma J.S. y compartir sus creaciones más allá de las páginas.
Antonio Casas era, hasta hace unos días, un docente sólo conocido por  la comunidad escolar del colegio Nicolás Avellaneda, de Palmira.
Pero bastó un hecho de violencia, lamentablemente ya no infrecuente en cualquier establecimiento de la provincia, para que su nombre alcanzará una trascendencia que nunca hubiera deseado.
Es que Antonio, director de esa casa de estudios, fue violentamente agredido por un alumno de 14 años. Y no sólo por el adolescente. También la familia del chico se sumó al ataque, golpeándolo de tal manera que debió ser trasladado de urgencia al hospital Perrupato.
Lo que comenzó con una discusión entre estudiantes del nivel secundario, que luego fueron separados y enviados a sus hogares, concluyó con una reacción desmesurada hacia el sorprendido Casas.
“Nunca pensé que un alumno podía pegarme con tanta saña y rencor”, confesó aún dolido el directivo, quien lógicamente tuvo que tomarse unos días de licencia.
En solidaridad con el docente agredido, los profesores modificaron sus contenidos en los últimos días para reflexionar en cada curso acerca de lo ocurrido.
El viernes incluso no hubo clases para realizar una jornada donde se analizó esta y otras tantas situaciones de violencia, además de rever los protocolos de convivencia escolar.
En función de cómo ocurrieron los hechos, debería priorizarse concretar una reunión obligatoria con los padres. 
Muchas de estas conductas reprochables, entre ellas la falta de respeto hacia los docentes, tienen -por acción u omisión- el aval de los mayores.
Si en casa no se marcan los conceptos básicos para la vida en sociedad, no se puede esperar que sólo la educación formal sea la que cubra todo el espectro de la formación.
Llamativamente, lo que suele ocurrir es que los padres que por meses no se acercaron a hablar con maestros y profesores para saber cómo andan sus hijos, son los mismos que después ante una nota, un reto o un apercibimiento al chico, reaccionan al mejor estilo barrabravas.
El discurso políticamente correcto, y cada vez más endeble, de que en nombre de la contención hay que seguir permitiendo estos actos de violencia sólo engendra más violencia. 
E impotencia. Mucha impotencia. 

(Diario UNO, 21 de junio de 2015)
Cada aniversario de Diario UNO es necesariamente una mirada hacia atrás, para repasar y revisar tanto lo bueno como lo no tan bueno que hicimos en el recorrido, pero también –y he aquí lo que más nos entusiasma– para dirigir la vista hacia lo que vendrá. 
Es allí donde siempre existirá una nueva oportunidad para superarnos, a la vez que ese mañana puede representar una estimulante metáfora de lo que esperamos para la provincia.
Para este cumpleaños número 22, elegimos compartir con nuestros lectores 22 notas en las que los protagonistas son los jóvenes que trabajan para la Mendoza no ya del futuro si no del presente.
Un calificado espejo en el que bien podrían mirarse muchos de los candidatos que este año de numerosas citas con las urnas tendrán que ocupar lugares de conducción estratégicos.
Apostar por las nuevas generaciones, sin despreciar el valor de la experiencia y de los hacedores con oficio, es la principal garantía para que Mendoza dé ese salto cualitativo que todavía no logra concretar en toda su dimensión.  
En cada una de las historias y experiencias que compartimos en esta publicación hay una semilla real, concreta, esperanzadora, para visualizar una sociedad que ya se anima a sintonizar con la evolución de otros puntos del planeta.
Estos jóvenes nos enseñan, aún sin proponérselo, cómo esta provincia puede abrirse al mundo, dejando atrás el estigma de los montañeses que gustan aislarse de los demás.
En estos mendocinos de corta edad y largo futuro simbolizamos el espíritu de UNO: un diario joven que no deja de crecer y aprender en el día a día. 

(Diario UNO, 27 de junio de 2015)
La única forma de evitar que la discusión acerca del pase a planta de los contratados se repita año tras año es que de una vez por todas se transparente el ingreso al Estado.
El fenomenal crecimiento que viene experimentando la plantilla de empleados es directamente adjudicable a cada gestión, sea esta peronista o radical. 
Ninguno achicó, por lo tanto en mayor o menor medida ambas fuerzas políticas fueron responsables de engordar el staff del Ejecutivo provincial.
Y no estamos hablando de puestos claves 
en la salud, la educación o la justicia, si no en áreas u organismos considerados más permeables a la incorporación de militantes o 
personal no imprescindible.
En junio de 2011, el entonces gobernador Celso Jaque firmaba el decreto 1.112, que reglamentaba el régimen de concurso para ingresos o ascensos en el Estado. 
De acuerdo con esa normativa, se afirmaba que una vez publicada en el Boletín Oficial, “nadie más podrá entrar a la Administración Central o ascender en el cargo si no rinde el concurso...”.
Sin embargo, pese a la letra fría, la situación no varió y el Estado siguió engrosando su osamenta.
Uno de los puntos de convergencia en los debates protagonizados por los dos principales candidatos a gobernador, Adolfo Bermejo (FPV) y Alfredo Cornejo (UCR), ha sido el necesario ordenamiento del Estado en materia de personal.
Para el peronista, no se trata de echar empleados si no de hacerlos trabajar más y mejor. Para el radical, hay que garantizarle el puesto a aquellos que trabajan y prescindir de los ñoquis.
Ayer, el oficialismo impuso su mayoría en la Cámara de Senadores y consiguió la homologación de los acuerdos paritarios.
De esta manera se ratificó la incorporación de 1.000 contratados, pese a los planteos puntuales del radicalismo para condicionar a aquellos casos vinculados a cargos políticos.
Sellado lo acordado en su momento en paritarias, la discusión queda nuevamente habilitada para lo que vendrá.
Sincerar que el problema de fondo no es la cantidad si no el para qué, es clave para definir qué modelo de Estado queremos para la provincia. 

(Diario UNO, 10 de junio de 2015)
El culto a la personalidad está dejando en un peligroso segundo plano a las palabras y, sobre todo, a los hechos.
En tiempos donde lo que no se mediatiza pareciera no existir, por lejos resulta más importante el personaje que la persona.
La noticia es el quién y no el qué. Entonces, todo queda reducido a un blanco o negro que elimina el punto medio. La posibilidad de los matices.
Hace unos días, Luis Novaresio (América, La Red) hacía un mea culpa y reconocía que se estaba tornando una mala costumbre que el periodista sea el centro y no el intermediario de una noticia.
Con énfasis, el comunicador reclamaba: “Creo que tenemos que dejar el ego un poco de lado y permitir que el protagonismo lo vuelva a tener la información”.
La autocrítica, realmente infrecuente en los medios, salió de boca de tal vez uno de los más respetuosos colegas que se ven y escuchan en la actualidad.
La brecha que tanto ha marcado a quienes se posicionan a favor o en contra del gobierno de Cristina Fernández, se instaló como concepto hasta en los temas más intrascendentes. 
Así, cualquier discusión deviene en un furioso Boca-River, ya sea para evaluar si un Martín Fierro fue merecido; un árbitro cobró mal un penal; o si la actriz tal iba mal vestida a un evento súper vip.
El problema no es la discusión ni el debate. Lo es que las ideas -en caso de haberlas- quedan invalidadas por la descalificación personal. 
El “qué hablás vos si trabajás en...” deja en evidencia que no se evalúa lo que se dice si no quién lo dice.  
De esa forma, cualquier expresión que provenga de alguien que ya fue tachado de K o anti K, no tendrá ninguna posibilidad de ser debidamente considerada.
Esa permanente antinomia desgasta, frustra y produce un distanciamiento social que a la larga daña más de lo que se cree.
Recomponernos de ese divorcio es una tarea colectiva que en mucho involucrará a quien maneje los destinos de la Argentina post Cristina.
Ese dañino personalismo no es sólo patrimonio de los periodistas. También en la política, el deporte y la cultura, entre otros tantos rubros, refulgen más los nombres y su impronta que lo que en realidad producen o generan en lo suyo.
Todos precisan (precisamos) ese baño de humildad del que hablaba la Presidenta y del que, paradójicamente, ella se excluyó. 

(Diario UNO, 15 de junio de 2015)
Justamente en y con el diario del lunes, podría decirse que no fue sorpresa. El contundente triunfo de Alfredo Cornejo confirmó que las PASO son lo más parecido a una encuesta fidedigna, de esas que no pagan los candidatos y están fuera de toda sospecha. 
Por pereza o convicción, una vez que el votante eligió, difícilmente cambie su voto en las generales. De esto puede dar fe el frente Cambia Mendoza. De aquellos 4 puntos que lo separaban del FPV en las primarias, la diferencia se amplió a X. 
Cornejo confirmó las bondades de la alternancia al recuperar para el radicalismo el manejo de la provincia, tras 8 años en manos del PJ, y se convirtió en el 9º mandatario desde la vuelta de la democracia en 1983.
En la campaña, el actual cacique de Godoy Cruz dio pistas de lo que pretende para Mendoza. Una de sus prioridades, además de la seguridad, será poner en caja el Estado. Una jugada no exenta de riesgo, dado que los gremios del sector público no resignarán las conquistas alcanzadas. Una cosa es querer marcar la cancha desde la oposición y otra muy distinta jugar el partido, armar el equipo y, sobre todo, acertarle al arco.
Antes de recibir la banda tendrá otro desafío: convivir pacíficamente con Paco Pérez los casi 6 meses que le quedan de gestión al peronista, quien aspira a un lugar en el Parlasur. 
Siendo ambos de pocas pulgas, no será una transición sin chispazos. 
Sin embargo, hoy darán la primera señal  de concordia. Se verán las caras a solas para empezar a desandar el camino hacia el 10 de diciembre. Es que las soluciones a los temas 
urgentes no pueden esperar la foto del recambio. Pérez y Cornejo están compelidos a pasar del diagnóstico a la acción. O en criollo: de las palabras a los hechos. 

(Diario UNO, 22 de junio de 2015)
El día de furia que tuvo una docente de la UNCuyo no es otra cosa que el estallido simbólico de tantos de sus pares que aún apelan al freno de mano para no provocar lo que provocó esta profesora con su sincericidio.
Sin buscar justificarla, pero sí tratando de entender por qué llegó a tal catarata de epítetos, exabruptos y recriminaciones, lo ocurrido con esta mujer que no pudo más amerita la reflexión.
El sólo hecho de que lo ocurrido haya trascendido porque un alumno, es decir uno de los que estaba siendo cuestionado por la falta de atención e interés en clase, haya filmado con su celular los dichos de la profesora, confirma en cierta forma que el reclamo de fondo de la mujer no era para nada infundado.
Tras viralizarse a través de Facebook y de los medios digitales, se instaló el bienvenido debate. 
Buena parte de los opinadores ad hoc respaldaron el cuestionamiento realizado a estos adolescentes del último año del colegio secundario, aunque muchos de ellos advirtieron –y con razón- que no era ni la forma ni el lenguaje apropiados para un formador. 
En tren de justificar a la docente desbocada, muchos sinceraron una situación que se repite en la mayoría de los colegios: los chicos no prestan atención, se duermen en clases, no se despegan del celular, no se comprometen con el trabajo en equipo y así podríamos seguir unas cuantas páginas.
Nada de esto, por supuesto, justifica un vocabulario vulgar y agresivo, mechado de insultos y amenazas a los estudiantes. 
Es ahí donde lo razonable del reto y el poner las cosas negro sobre blanco colocan a la docente en el banquillo de los acusados en lugar de quienes genuinamente merecerían ocuparlo: esos alumnos que son un elocuente canto a la desidia.
Como una letanía, que sí les debe haber llegado a unos cuantos del curso interpelado por la profe furiosa, quedó flotando en ese curso del DAD una preocupante advertencia y es que están a apenas seis meses de ingresar a la Universidad.
La UNCuyo abrió una investigación para saber con precisión cómo ocurrió lo que se conoció por las redes sociales, pero reconozcámoslo: cuando se habla del bajísimo nivel de quienes acceden a los estudios superiores, ¿a alguien le sorprende que tengan tantos problemas de comprensión y adaptación?
La docente del estallido no hizo más que blanquear lo que sienten muchísimos docentes que trabajan con pasión, pese a los magros sueldos, los padres que miran para otro lado (o golpean, como el caso del director de Palmira) y los alumnos que creen que la vida pasa por Whatsapp, Facebook o Twitter.

(Diario UNO, 26 de junio de 2015)

EI escándalo mundial que significó la detención en Suiza de siete altos integrantes de la FIFA por presuntos casos de corrupción es quizás el capítulo más relevante de la triste degradación que padece el fútbol actual.
A las muertes de hinchas, la agresión a jugadores y la connivencia entre barrabravas, dirigentes, policías y referentes de la política, ahora se suma, como la peor síntesis de su crisis, la corrupción a escala global.
Lo que durante tantos años fue un secreto a voces, en cuanto a los turbios manejos en la máxima organización del fútbol, finalmente estalló ayer en una suerte de thriller de suspenso.
El disparador fue el pedido del Departamento de Justicia de Estados Unidos, que reclamó la extradición de los siete dirigentes a los que se acusa de lavado de dinero, fraude y asociación ilícita.
Como era de esperar, la noticia se viralizó en cuestión de segundos y los ecos no tardaron en llegar.
Desde presidentes de clubes hasta jugadores cuya opinión pesa fuerte, como por ejemplo la de Diego Maradona, se han manifestado en términos muy críticos.
En nuestro país, la AFA también viene seriamente cuestionada desde hace largo tiempo.
Manejada durante más de tres décadas por el despótico Julio Grondona, la entidad madre del fútbol argentino reprodujo esa conducción oscurantista que es el sello de la poderosísima FIFA.
Tras la muerte del histórico mandamás, se caía de maduro empezar a hablar de un tema impostergable: la democratización del ente máximo del fútbol nacional.
Un proceso que, si bien sigue demorado, más temprano que tarde terminará de cuajar porque peor no se puede estar. 
El lamentable final que tuvo el frustrado partido entre Boca y River en la Bombonera no hizo más que echar otra palada de tierra sobre el cadáver del deporte más popular.
La investigación a las cabezas de la FIFA, que salpica a tres ejecutivos argentinos, debe llegar sí o sí al fondo, con la justicia actuando sin prebendas ni presiones de ningún tipo.
Todo aquel que ama este juego maravilloso, seguramente piensa que sanear la entidad del fútbol mundial contribuiría a frenar el avance de los malos de la película.
Mientras el Muñeco Gallardo considera que “están matando al fútbol”, El Diego insiste con su memorable frase de que “la pelota no se mancha”.  Uno de los dos está equivocado.
En la cancha de la justicia, el partido ya empezó.

(Diario UNO, 28 de mayo de 2015)
Los buenos asesores y, sobre todo, el sentido común, deberían recordarles todo el tiempo a los candidatos el difuso límite entre la promesa, los anuncios y aquello que está fuera de sus posibilidades.
Es entendible que quien aspira a un cargo público anticipe cuáles son sus planes en caso de obtener el respaldo de los votantes.
Cuando esto no ocurre, es cuando la ciudadanía reclama a los postulantes más propuestas tangibles y menos chicanas entre pares.
Sin embargo, entre lo que se anuncia en campaña y lo que realmente se concreta una vez que se accede a un cargo, la brecha es enorme.
Se dirá que el problema no era la idea original sino la forma de financiarla. Y es que ideas tenemos todos, el desafío es cómo hacerlas realidad. 
La mayoría de los candidatos a intendentes y gobernadores camina a diario por los barrios. 
Lo hacen convencidos de que hay que recuperar ese contacto cara a cara que el político “profesional” perdió una vez que la democracia  se percibió consolidada en el país.
Era como que no hacía falta bajar al llano y escuchar de primera oída las expectativas de la gente.
Hoy, cada voto vale cada uno de esos pasos en el territorio.
Quien se somete a esa metología de marketing “humanizado” y sabe capitalizar críticas y aportes, habrá de cosechar un importante capital a su favor.
Más allá de las fotos del beso al candidato, de los niños forzados al saludo incómodo y los cholulos del afiche, de esos encuentros con los vecinos se obtiene un caudal de información muy rico que sería pecado no utilizar en pos de los proclamados cambios.
Pero así como toma nota el visitante, también lo hace el visitado. 
Las promesas que se lanzan con tanta facilidad pueden, a la larga, volverse en contra de quien no cumpla lo prometido.
Aquel que honró su palabra y lo tradujo en una gestión basada en la transparencia, acertó con las obras públicas reclamadas y supo escuchar a los opositores, lo más seguro es que se garantice una merecida continuidad en la función ejecutiva.
Hoy la tecnología es una buena herramienta para detectar rápidamente quién resiste un archivo. Releer, por ejemplo, esas promesas que el viento no se llevó.

(Diario UNO, 29 de mayo de 2015)
Si algo hay que reconocerles a ciertos delincuentes es su incesante creatividad para sacarles provecho a los incautos.
No conformes con haber mostrado efectividad a la hora de embaucar a unos cuantos mendocinos con los secuestros virtuales, renuevan su repertorio una vez que se activa el alerta y va perdiendo efecto su estrategia.
Así es como ahora surge una nueva modalidad que consiste en una aggiornada versión del “cuento del tío”. La clásica artimaña devino en “el cuento del nieto”.
Los primeros casos se registraron en Capital y con un modus operandi similar: llaman a personas de avanzada edad haciéndose pasar por sus nietos. 
Lo sorprendente es que apelan incluso a los fondos buitres para justificar que han perdido plata o invocan una urgencia económica que amerita pedir una considerable suma de dinero.
Para esto es obvio que previamente han realizado un importante trabajo de inteligencia. 
Este abarca desde el conocimiento exhaustivo de horarios, movimientos, nombres, lugares de cobro y hasta detalles  suficientemente sutiles como para sortear cualquier duda o reacción de desconfianza de las víctimas.
Que sean los ancianos los mayores damnificados no es casualidad.
Por lo general, son ellos los que aún confían en que no van a ser presas de los estafadores y no dudan en abrir sus puertas a los extraños.
Esta confianza propia de otros tiempos, hoy se torna un arma de doble filo para los crédulos abuelos.
Apuntarle a la cobranza de las jubilaciones suele ser otra forma de sacar tajada de los castigados integrantes de la tercera edad. 
Los falsos acomedidos les hacen pisar el palito en situaciones que requieren de los abusadores poner en escena actuaciones dignas de una obra de teatro. 
Por esa razón, es de gran importancia difundir estos hechos para que se comenten en todos los ámbitos y se tomen acciones preventivas, sobre todo en los hogares de nuestros mayores.
Quizás la modalidad del “cuento del nieto” a esta hora ya haya sido superada por otro ardid. 
En tal caso, aportar información personal a desconocidos, cortar comunicaciones dudosas, y pedir ayuda a un familiar o al 911, pueden ser el mejor reaseguro para evitar caer en la trampa. 

(Diario UNO, 5 de junio de 2015)
Las dos caras de la moneda, en un mismo fin de semana. 
En Berlín, final de la Champions League entre dos potencias: Barcelona y la Juventus.
En Buenos Aires, fecha número 15 del torneo de Primera A, el alicaído Boca Juniors recibía al golpeado Newell’s de Rosario.
Dos partidos de fútbol, en dos continentes distintos. 
Hasta ahí, la información elemental para quien no estuvo muy atento a lo que ocurrió el sábado en Alemania y el domingo en la Argentina.
Ahora vayamos a lo diferencia sustancial entre ambos encuentros: el público.  
En el choque entre los españoles de Lionel Messi y los italianos de Carlos Tevez, lo que ocurrió en las tribunas fue una extensión de la fiesta que se vivió en el césped del Estadio Olímpico de Berlín. 
A pesar de la calidad que exhibieron ambos equipos y lo atractivo del juego, no es lo central del análisis. 
Sí lo es la actitud ejemplar de los hinchas europeos. 
Era envidiable observar cómo podían disfrutar del partido sin importar que el que estaba sentado a su lado tenía los colores del rival.
Esa energía tan especial se vivenciaba tanto en el campo de juego como en las gradas.
Hasta el festejo de los goles era otro singular ejemplo de civilidad.
Los jugadores se abrazaban muy cerca de los simpatizantes y celebraban cara a cara con ellos la máxima expresión de este deporte. 
Una imagen impensada para el controvertido fútbol argentino de hoy. 
Precisamente, la contracara de la liga de campeones se vio en la Bombonera. Boca Juniors todavía purgaba el castigo por la demencial agresión a los jugadores de River, en ocasión del partido revancha por la Copa Libertadores.
Fue una triste sensación ver a un club de la historia y los laureles de los Xeneizes jugar sin público. Mucho más si se tiene en cuenta que lo que se genera en ese estadio es considerado único en el mundo. Tan es así, que es habitual que los turistas quieran vivir en su paso por Buenos Aires la experiencia de ver un partido en la Bombonera.
Pero mientras no se termine con el negocio y la complicidad de barrabravas, policías, políticos y dirigentes, es imposible soñar con una fiesta dentro y fuera de una cancha como lo ocurrido en Berlín. 
Casi tan difícil como parar a Leo Messi en un día inspirado.

(Diario UNO, 9 de junio de 2015)
El placer de la lectura, de Fernando Savater. Sudamericana. 205 páginas.

“¿Alguien puede tener título más alto y más honroso que el de lector?”, se pregunta Fernando Savater en la página 70. Por eso, antes y después de ese interrogante, el filósofo español se encargará de confirmar por qué su libro no podía llevar otro título que el de El placer de la lectura.
Esa “personalísima guía de escritores que me hicieron gozar”, tal como reza su certero subtítulo, está clara y únicamente guiada por una caprichosa selección de autores y obras que lo hicieron pensar, disfrutar, cuestionar y hasta revisar sus propias posiciones frente a temáticas de peso como la educación, la política o la filosofía.
Savater invita, con ese tono despojado y afable de profesor que tan natural le surge, a recorrer “la aventura del pensamiento” y lo hace corriéndose él del foco para que cada libro, cada autor, que se comparte en estas páginas sea una invitación real a visitar (o revisitar) la obra del creador elegido.
En su supuesta falta de intenciones profundas o eruditas, esta recopilación de notas sobre libros y escritores nos contagia el entusiasmo de Savater, a la par que abre otras puertas para rastrear por nuestra cuenta lo que aquí está sutilmente esbozado.
“Me limito a dar de lado lo que no me gusta, pero sin flagelar inquisitoriamente los placeres de otros”, advierte en la presentación, más que como declaración de principios como gesto para bajar expectativas y compartir sin tanta pompa ese mundo paralelo que cobra vida en su mesa de luz y en su inabarcable biblioteca personal.
Para el autor de Los diez mandamientos del siglo XXI, estas páginas no son más que “testimonios personales del júbilo de leer”. Espíritu que, se agradece, trasunta las páginas y llega amorosamente al lector.

(Suplemento Escenario, Diario UNO, 31 de mayo de 2015)


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