Hasta no hace mucho, más precisamente hasta aquel lunes negro en el que las bolsas del mundo se desplomaron como un ídolo con pies de barro, todavía era posible creer que existían las recetas. No las del buenazo de Martiniano, sino las de best sellers que eran capaces de sintetizar en apenas un puñado de consejos las fórmulas para ser felices, encontrar el amor ideal o ser millonario de la noche a la mañana.
El paraíso en la tierra era posible y ellos, generalmente astutos autores y editoriales norteamericanos, nos enseñaban cómo alcanzar la tentadora manzana y comerla con mejores resultados que la polémica Eva.
Durante años, libros y más libros nos mostraron las distintas estrategias para hacer más tolerable, más liviano, nuestro paso por este cada vez más incómodo planeta.
Muchos de esos que la tenían tan clara hoy no saben de qué disfrazarse ante el tsunami financiero que dejó patas para arriba a más de un esclarecido del primer mundo.
Ni siquiera su propio abc del pragmatismo espiritual les garantiza tener la posta para mantener el equilibrio en estos días de virulencia bursátil. También a ellos la vida se les ha transformado en una sopa de números que no hay paladar que tolere.
Estos maestros ciruela del "hágalo usted mismo" siempre estuvieron protegidos; si una vez leído el manual de instrucciones para no ser un eterno perdedor no daba los resultados esperados, no había devolución. Claro, quedaba flotando la posibilidad de ser uno el que no había entendido, el que carecía de olfato para seguir a la esquiva zanahoria del éxito.
Ahora, con tantos gurúes de Wall Street probándose el traje de desocupados, el otrora redituable negocio de la autoayuda también mendiga su porción de salvataje. Su futuro, no obstante, muestra un escenario contradictorio, un Obama-McCain de las posibilidades.
Por un lado, su credibilidad cayó más que el merval y el bovespa juntos. Por otro, se prevé en muy poco tiempo una avalancha de nuevos salvavidas con tapas, algo así como los tips básicos para evitar arrojarse debajo del primer tren.
No nos extrañe ver pronto en las librerías de las grandes capitales títulos del estilo de "10 consejos útiles para sobrevivir sin crédito", "Cómo tener un arma y no usarla" o "100 recetas para no fundar un banco y hacerse millonario".
Mucho antes, y lejos de todo pavoneo mediático, Discépolo lo dijo mejor: "El mundo fue y será una porquería. Ya lo sé. En el 510... y en el 2008 también".

(Publicado en Diario Los Andes, 14 de octubre de 2008)