Este 2015 será recordado por mucho tiempo como el año en que los funcionarios políticos argentinos hicieron la plancha. 
Una generalización que podrá molestar, pero basta con hacer un rápido seguimiento por las redes sociales para comprobar la intensa actividad que han desarrollado... haciendo campaña.
Sólo en ese ámbito derrochan energía. Reuniones, actos, ágapes, asados, festivales, congresos y actividades variopintas, los tiene como protagonistas o simples participantes, siempre en pos del objetivo partidario. No están allí por el bien común, aunque ese sea el eje de todos los discursos.
En lugar de gestionar, legislar o hacer trabajo de campo, las elecciones (PASO, departamentales, provinciales, y las que todavía faltan), los mantiene hiperactivos en la construcción del poder.
Ahora bien, una vez obtenido ese poder, hay que devolverle al votante esa cuota de confianza que depositó al momento de elegirlo.
Lo lamentable es que no se percibe reciprocidad. Una vez instalados en sus oficinas públicas, vuelven a encerrarse y a perder contacto con lo que ocurre en la calle.
Es muy sano y necesario que los candidatos recorran los barrios, escuchen las demandas de los vecinos y tomen nota.
Se trata de un ejercicio elemental para darles forma a los proyectos que luego deberán traducirse en realidades para los ciudadanos.
Pero esos tours callejeros, que se limitan a las fotos y saludos de rigor, no le sirven a nadie. 
Los años de democracia recuperada representan un excelente ejercicio para que el votante no termine siendo una cándida pieza del sistema. Lo cual no quiere decir que no se equivoque llegada la hora de enfrentar las urnas.
Tanta laxitud en el ejercicio de la función pública sólo es posible porque quienes están en falta no se sienten bajo la lupa de nada ni nadie.
No hay organizaciones civiles ni pasión ciudadana que los ponga en caja como merecerían.
La rendición de cuentas se limita al partido que los prohija antes que a aquellos que los pusieron donde hoy disfrutan estar.
Ya es ofensiva esa impunidad de pavonearse en el desmanejo de fondos que surgen de los bolsillos de los contribuyentes, no de los propios. 
Si esta radiografía peca de excesiva e inecuánime, lo sabremos con exactitud a fin de año. Entonces, ministros, subsecretarios, asesores y legisladores, entre tantos otros con aval para representarnos, podrán rendirnos cuentas como corresponde.

(Diario UNO, 26 de julio de 2015)

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