En medio de la apabullante seguidilla de femicidios y de otras tantas versiones de la repudiable violencia de género, la buena noticia de Trinidad Rojas Campos irrumpe como un necesario bálsamo.
Esta afable abuela de 80 años, nacida en Bolivia y radicada en Mendoza desde 1950, fue distinguida ayer por la Legislatura provincial por haber culminado la escuela primaria.
Con convicción, esta mujer que ya había cumplido con creces su rol de madre, criando amorosamente a sus hijos y dándoles la posibilidad de formarse profesionalmente (dos hijas son médicas y el hijo contador), decidió enfocarse en otro objetivo loable: estudiar.
Esa había sido una materia pendiente toda su vida y esta vez ni siquiera la edad le pondría límites para decidirse a dar el gran paso.
Su ejemplo alcanza una magnitud mayor si se le contrapone el dato de que en la Argentina actual hay un millón de “ni ni”, es decir de jóvenes que ni estudian ni trabajan.
De ese número, más de 700 mil ni siquiera están intentando insertarse en el mercado laboral.
La mayoría cuenta con amplias posibilidades de concretar una u otra opción, sin embargo prefiere ceder a la ley del menor esfuerzo.
En ese contraste, aún más significativa se torna la historia de Trinidad, quien ratificó su perfil de luchadora no sólo por terminar la primaria sino también por no conformarse e ir por una próxima meta: cursar la secundaria.
 Haber transitado una vida difícil, trabajando duro desde pequeña y luego padeciendo significativas pérdidas afectivas, no hizo más que templar su carácter y confirmar esa verdad de Perogrullo que sostiene que “nunca es tarde si uno se lo propone”.
La historia de Trinidad es, como la de otros tantos abuelos tenaces, el ejemplo de quienes pese a la avanzada edad no se sentaron a esperar a la parca con la idea de que ya habían hecho todo en esta vida.
Puede resultar algo arbitrario comparar situaciones y contextos tan distintos, pero no estaría nada mal que muchos de esos “ni ni” se contagiaran del espíritu de la incansable Trinidad. 
Quienes están entre ella y ellos como simples testigos, deberían tender un hipotético puente para conectar ambas realidades. 

(Diario UNO, 29 de octubre de 2016)

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