Aquiles o El guerrillero y el asesino, de Carlos Fuentes. Alfaguara. 191 páginas. 

Toda obra póstuma, sobre todo aquella que no tuvo el zurcido final del autor y aún estaba en estado embrionario, suele dejar un regusto amargo en los lectores; mucho más si estos han sido fieles seguidores del escritor en cuestión.
Una vez que trascendió que se publicaría la novela en que trabajaba Carlos Fuentes cuando lo sorprendió la muerte, la noticia provocó dos lógicas reacciones: entusiasmo, porque habría más páginas para disfrutar del mexicano, y temor, por la posibilidad de que esa obra decepcionara por inconclusa.
En Aquiles o El guerrillero y el asesino ambas expectativas se sortean con relativo éxito. Si bien queda claro desde el vamos que estamos ante un trabajo que hubo que armar como un complejo puzzle, el resultado final no es decepcionante. Mérito adjudicable a la delicada edición de Julio Ortega, amigo entrañable de Fuentes, pero ante todo gran conocedor de la obra del autor de La región más transparente.
Según relata en el inicio Silvia Lemus, la mujer de uno de los mayores narradores que tuvo México, Fuentes trabajó intermitentemente en el manuscrito de Aquiles durante los últimos 20 años de su vida. 
Como la historia está basada en la biografía del colombiano Carlos Pizarro, uno de los líderes del movimiento guerrillero M-19, la idea del escritor era no publicarla hasta que el conflicto más antiguo del continente culminara.
El reciente acuerdo de paz sellado entre el presidente Santos y el jefe de la FARC, Rodrigo Timochenko Londoño abrió las puertas a que la última obsesión de Fuentes llegara a los lectores.
Mezcla de crónica y ficción, Aquiles parte con el suceso real del asesinato de Carlos Pizarro, quien había visualizado que la única forma de superación de la guerrilla era pasar a la política formal y desde esa plataforma provocar los cambios en la sociedad a los que aspiraba desde siempre.
Sueño que queda trunco cuando un grupo de sicarios lo aborda en un avión. Sentado muy cerca, Fuentes observa y testimonia cada detalle del impactante crimen. Desde la ficción, el escritor-narrador se instala en un lugar privilegiado para remontar vida y obra  de Pizarro y revelarnos un mundo apasionante. 
El lector, una vez más, agradecido por esa mirada única que siempre invita a ir por más páginas del mexicano.

(Diario UNO, suplemento Escenario, 25 de octubre de 2016)

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