Tan amadas como demonizadas, las redes sociales espejan mejor que cualquier estudio sociológico o sondeo a medida el hedonismo de hoy.
Nunca como en este tranco del siglo XXI hubo tanta avidez por ser protagonistas. Un "aquí estoy" que suele dar más vergüenza ajena que orgullo propio. Todos quieren ser el que está arriba del escenario, no el que aplaude. ¿Será por eso que seduce tanto el Karaoke, donde por tres minutos un micrófono permite sentirse el otro yo de un ídolo?
En su libro Volverse público, el filósofo y estudioso de los medios, Boris Groys, da en la tecla: "En la sociedad contemporánea nadie es capaz de contemplación. Hoy, todo el mundo es artista, todo el mundo quiere decir algo, escribir algo, colgar algo en internet. Todo el mundo está interesado en hacer cosas, pero nadie tiene tiempo ni interés por mirarlas".
Cada segundo se suben 8.796 fotos a Snatchap, 8.102 a WhatsApp y 4.501 a Facebook. Esto grafica la pulsión irracional por "documentar" hasta lo más intrascendente, no importando si a alguien puede interesarle ese irrelevante matambre a la pizza, una vista general de la Bombonera o un Mick Jagger tomado a tres kilómetros.
Si creíamos que en los detalles o en lo simple estaba lo esencial (como asegura el spot de una tarjeta de crédito), aquí lo que prima es su banalización. No es lo mismo el primer día de clases de tu hijo que un pedazo de entraña crepitando en la parrilla.
Esa autosuficiencia alimentada por smartphones cada vez más vivarachos ratifica las palabras de Groys al asegurar que "todos creen que puede hacer las cosas por sí mismos. Nadie está interesado en ser persuadido por nada".
Tener 10, 100 o 1.000 amigos en Facebook es garantía de público cautivo, de claque ad hoc. Para sostener esa "amistad" virtual, bastará con un "me gusta" de tanto en tanto.
Dentro de la babélica internet, quien más quien menos, somos esos bichos raros "permanentemente expuestos a la mirada del otro" (Groys dixit). Estamos y no estamos. Somos y no somos. Y para bien o para mal, todo trae fecha de vencimiento. Llámese imperio romano, Beatles o Mirtha Legrand.
(Diario UNO, 20 de marzo de 2016)

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