Si del campo a la góndola hay productos  cuyo precio se multiplica por siete, tal como lo revela un informe de la CAME, evidentemente hay una distorsión en el camino que amerita a tomar urgentes medidas para menguar el impacto en los consumidores.
A ese blanco móvil apunta el flamante Sistema Electrónico de Publicidad de Precios Argentinos (SEPA), que ayer fue lanzado oficialmente por el gobierno nacional.
A través de esta plataforma virtual los comercios tendrán que informar en forma diaria los valores de productos de consumo masivo. 
Los listados estarán disponibles en internet en los próximos 30 o 45 días para que los consumidores puedan comparar y elegir dónde les conviene más comprar determinados productos.
En teoría, este plan de defensa al consumidor oficiará como una suerte de fiscalización permanente que evite que los comerciantes se desmadren remarcando todo el tiempo.
Esto último constituye casi un deporte nacional, atado a la excusa verosímil de que la inflación los obliga a cubrirse para no perder por nocaut.
El quid de la cuestión es que el que más termina perdiendo es el comprador, quien no cuenta con mecanismos ni herramientas para equilibrar esa pulseada permanente con los formadores de precios.
El concepto de este sistema es que el control ya no lo ejerza únicamente el Estado sino que haya un compromiso activo de los ciudadanos para chequear, comparar y denunciar cuando no se cumpla con lo pactado.
Está previsto que quienes incumplan la flamante normativa reciban multas que van desde los $100 a los $5.000.000.
En su momento, el gobierno de Cristina Fernández acordó con los supermercadistas encuadrar en el plan de Precios Cuidados valores y productos de referencia para garantizar que lo básico no se trasformara en privativo.
Esto se cumplió como método, pero por lo general el ingenio y las estrategias de los comerciantes consiguen sortear los límites pactados.  
La batalla contra la inflación, tal como lo aceptan las principales cabezas de la economía del macrismo, demandará no menos de tres años. 
Frente a la alarmante pérdida del poder adquisitivo, no queda opción más que empezar ya mismo a marcarles la cancha a quienes siempre se la marcan al eslabón más débil. 

(Diario UNO, 16 de febrero de 2016)

El archivo