Que el ciclo lectivo 2016 se inicie con un paro habla del lugar que ocupa hoy la educación en la Argentina. 
Se dirá que el salario del docente es una razón de peso. Pero está fuera de discusión que deberían ganar mucho más de lo que ganan hoy. Acá y en cualquier punto de la Argentina.
Lo que entristece y frustra es que no se logre pergeñar un mecanismo superador que permita continuar con la discusión salarial sin que eso implique dejar a los chicos sin clases.
No les estamos dando los adultos un buen ejemplo ni un mensaje para aplicar a futuro. 
De un lado de la mesa de discusión se argumentará que el mensaje es luchar por lo que se cree es justo (el sustento económico del maestro).
Del otro, acudirán a la frase hecha pero no por ello menos cierta de que “la educación es la base del desarrollo de los pueblos”.
Aunque la razón asista a ambos contrincantes (Gobierno provincial y gremio docente), la realidad del presente educativo nacional no está en standares tan altos, más bien todo lo contrario, como para darnos el lujo de desviar el foco. Y el foco debe seguir siendo la formación de los alumnos, no la pelea salarial.
Podrá argumentarse que la medida de fuerza es por sólo un día; poco si se compara con la cantidad de feriados largos y los perdidos por jornadas docentes.
La cantidad es relativa si de lo que hablamos es de algo más importante y esencial: qué lugar ocupan los niños en nuestro orden de prioridades en la agenda institucional.
Lo que venimos observando desde que comenzó la pulseada en paritarias es la natural guerra de nervios, pero sobre todo un fuego cruzado por fuera de los cauces de la negociación que excede la típica chicana para caer en la agresión más directa y artera.
Y lo peor, en la mayoría de los casos existe una alarmante falta de información que no es casualidad. En este tire y afloje recurrente la confusión es pingüe negocio para algunos.
Lo extraño, lo sorprendente, es que muchos de los que se dedican a replicar rumores y verdades a medias en Facebook y otras redes sociales no contribuyen a elevar el nivel de la discusión de fondo.
Más tarde o más temprano habrá acuerdo y lo que se entiende por “normal” volverá al redil. Si se pretende crecer, sería imperdonable que por una vez no se lleve a la mesa de negociación un buen porcentaje de autocrítica. De ambos lados, claro.

(Diario UNO, 29 de febrero de 2016)

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