Pocas veces en la historia del periodismo argentino se ha recurrido con tanta asiduidad al uso de las comillas como en este año súper electoral. 
Las citas textuales están a la orden del día. Y eso tienen un origen, una razón: el declaracionismo full time.
Todos, especialmente los políticos y más en plena campaña, tienen -o creen tener- algo para decir. ¿Acerca de qué? ¡De todo!
Con la misma impostada solvencia, pueden opinar del agua en Marte, el impacto del cambio climático, la violencia
en el fútbol, el crecimiento del delito, los pro y los contra de la minería, hasta los puntos flacos de la plataforma de sus oponentes.
Y aquí hagamos los medios un humilde mea culpa. Sea para contar con la fuente precisa para una información, pero también para llenar un espacio, el candidato equis es convocado a opinar casi todos los días acerca del más amplio y variado menú.
Lo importante es capitalizar ese instante que sume en la diaria tarea de instalar su imagen y su mensaje en la ciudadanía.
Para descarsar de sus verbas inflamadas, nada mejor que una foto. Esa que, ahí sí, dirá más que mil palabras y abrirá, en su calculada estrategia, dos mil puertas.
La verborrea, que encuentra campo fértil en las habitualmente agitadas redes sociales, obtiene como paradójico resultado que el eventual oyente no retenga nada de lo dicho.
Ese cúmulo de palabras son lo más parecido a un zumbido y, como tal, molesta. 
Rara avis es aquel político que habla poco y bien. Que dice mucho sin abusar de la retórica de su devaluado oficio. 
Algo de esto se patentizó en el debate presidencial del domingo pasado. Cada candidato tenía respuesta para cada tema. Las frases, en general, sonaban bien construidas, pero lo que se decía no destacaba por lo profundo.
¿Hace falta decir que lo que no abundaron fueron las ideas? El espectador del histórico encuentro quedó con la sensación de que nadie quería aportar algo creativo y distinto, superador, por miedo a que el contrincante lo capitalizara en caso de acceder al sillón de Rivadavia.
Con el insoslayable cupo de responsabilidad que nos cabe a los medios, se impone empezar a desatar esa maraña y lograr que al menos una palabra en limpio salga a la luz. Una, pero que diga mucho. 

(Diario UNO, 7 de octubre de 2015)

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