pezríoluna, de Martín Echeverría. Editorial El Mono Armado. 2015.


Aunque Martín Echeverría no específique en pezríoluna de qué especie es su inspirado animal vertebrado acuático, tratándose de poesía seguramente tiene buena parte del salmón.  Por eso de ir contra la corriente de lo que marca la tendencia del género. También por la concepción que tiene el autor de lo que es el poema como construcción que cobra su forma más auténtica cuando se hace oral. 
El periodista y escritor, con dos obras publicadas -Los desangelados, abrazos en la intemperie y Los invisibles & otros secretos-, alcanza en este pezríoluna su más alto escalón lírico hasta el momento; lo que en criollo resaltaríamos como madurez. Echeverría juega aquí con los elementos y los paisajes internos y externos; en realidad, arma y desarma a piacere las palabras para que sean ellas las que digan lo que el poeta no quiere o no puede decir. Cada verso es un vértigo amoroso donde el cuerpo da su profesión de fe. "¿Y si el amor se extinguió/ y sólo bebemos con los ojos/ su espejismo que aún navega?", pregunta a una luna que tanto es espejo como testigo. 
Las respuestas que busca el creador "bajan de lo que late/ en la altísima noche", porque todo ocurre "entre la noche y uno" "bajo el párpado de la siesta/ cuando nadie la ve". 
Pezríoluna cumple la premisa borgeana de que la poesía debe tocarnos físicamente como la cercanía del mar. Aquí, quien nos toca es el río. Pero también podría ser la mujer invocada, la luna que fluye, la palabra que nunca pierde la sed.

(Diario UNO, suplemento Escenario, 5 de diciembre de 2015)

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