No hay duda de que ni en su peor pesadilla Francisco Pérez imaginó dejar la gobernación de Mendoza como lo está haciendo formalmente en el día de hoy.
Las fintas que debió hacer en los últimos meses para pagar los sueldos (incluso algunos quedaron inconclusos y son parte de la herencia que recibirá Cornejo) y el enorme rojo con los proveedores que pugnan porque se les reconozca tamaña deuda, sintetizan un cierre de ciclo tan malo como preocupante.
Sería injusto medir sólo por la variable económica la gestión del gobernador saliente, pero es el ítem que pone con más énfasis en evidencia cómo se administró la provincia.
Si se hubiera llegado a este punto porque esos fondos que faltan para los salarios se destinó a la construcción de escuelas, obra pública o en sentar las bases de emprendimientos para dinamizar la economía de Mendoza, se podría entender que los números no cierren.
Sin embargo está claro que tal desmadre no fue producto de repartir incorrectamente las cargas en el camino de 4 años de gestión.
Pérez repitió el error de la mayoría de sus antecesores: el no consensuar políticas de Estados, de tal forma que quien hoy asume en su lugar -Alfredo Cornejo- retome aquello que se hizo bien o que hay que seguir consolidando y revise lo que no funcionó.
En cambio, lo que deberá hacer el mandatario radical es empezar una vez más de cero. De ahí que algunos ministerios desaparezcan, otros se fusionen y algunos devengan en subsecretarías. 
Este es un mal propio de toda la Argentina. Las políticas siempre son para enfrentar y convivir con la coyuntura. Una suerte de eterno presente que, a diferencia de los héroes de la independencia y de todos aquellos que forjaron la nación, no pueden ver más allá del día a día. 
En esa línea, el futuro director general de escuelas, Jaime Correas, advertía que los cambios no llegarán de un día para el otro pero que sí hay que empezar ya mismo a gestarlos. 
La falta de visión de país, de proyectar una Argentina más previsible, moderna y sensata, sigue siendo el mayor déficit de la clase dirigente. 
Ojalá que de casos como los de Pérez se aprenda para no seguir tropezando con las mismas piedras.  

(Diario UNO, diciembre de 2015)

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