Desde años ha se sabe que la “bendición” del Papa no es la misma si el receptor en cuestión es el feligrés Juan Pérez o el mandatario Equis. 
Mejor dicho, no se “lee” de igual manera. No median en el segundo caso, razones de fe o creencia alguna. Lo simbólico son los protagonistas y en ese gesto va implícito una innegable carga política.
Si para cualquier gobernante sacarse ciertas fotos es fundamental para enviar mensajes en clave a la ciudadanía, la imagen con un pontífice cotiza doblemente.
De ahí que hagan cola presidentes, gobernadores, funcionarios de toda laya, deportistas, actores famosos, rockstars, estrellitas en ascenso, personajes maravillosos y deleznables también, para besarle el anillo al jefe de la Iglesia Católica.
Ayer fue el turno de Mauricio Macri, con quien ya habían tenido un cara a cara en el 2009. Una visita programada con mucha anticipación, que en lo concreto representó apenas 22 minutos de charla.
Las conjeturas, tras el encuentro, fueron de lo más variadas. Que fue una recepción fría. Que a Cristina la atendía con más tiempo. Que no hubo ningún compromiso formal 
de parte de Francisco. Que rechazó viajar a la Argentina en 2016 aduciendo una agenda complicada. Que la reunión fue en la biblioteca del Palacio Apostólico, un espacio donde no suele recibir a los presidentes. 
Lo cierto es que si cede a las comparaciones, el jefe de gobierno argentino sale perdiendo ya que contrasta con el tiempo y el trato que le dedicó a otros mandatarios de la región, como Horacio Cartes (Paraguay) o Raúl Castro (Cuba), con quienes tuvo encuentros de entre 40 minutos y una hora.
Algo que no debería sorprender a nadie, luego de que el Papa le enviara un rosario a Milagro Sala. En ese gesto había una clara toma de posición de parte del Bergoglio de raíces peronistas.   
No obstante, para Macri el balance fue positivo. Del tête à tête en la Santa Sede dijo: “Le comenté mi gran preocupación por unir a los argentinos, dejar atrás los rencores y trabajar en agenda común de 
futuro para resolver los problemas del país”.
En resumen, fuera de la “simbólica” reunión Francisco-Mauricio, lo más positivo para la delegación argentina (de la que formó parte el gobernador Alfredo Cornejo) fue la visita al presidente italiano Sergio Mattarella. 
Éste le anticipó que viajará a la Argentina junto a una comitiva de empresarios. Un guiño más que estimulante para el plan económico del macrismo. 

(Diario UNO, 28 de febrero de 2016)

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