Se supone que de una catástrofe natural algo podemos aprender. Aunque frente a la desmesura de esos fenómenos poco pueda hacerse, contar con una política de prevención debería menguar su impacto.
Si bien la ciencia no puede pronosticar un terremoto, el solo hecho de que los mendocinos vivimos en una zona sísmica implica estar preparados. En teoría, claro.
Si se compara cómo reaccionaron chilenos y mendocinos frente al sismo del miércoles, quedará evidenciado que los trasandinos sí poseen una cultura sísmica. 
Quizás por haber sufrido terremotos más dañinos y dramáticos que de este lado de la cordillera estén más concientizados ante estos eventos naturales. 
Pero es llamativo y preocupante que a nosotros nos cueste tanto despertar esa conciencia que se supone atada a la más obvia supervivencia.
Se dirá que periódicamente se realizan en las escuelas y en los organismos públicos ejercicios de prevención sísmica a través de simulacros.  
Es cierto, pero se realizan más para cumplir con una rutina que se baja desde las autoridades más que por convicción de que hay estar siempre listos, como los boys scouts.
Hacerlo de esa manera, casi con indiferencia, se nota en situaciones como la que se vivió este miércoles.
Si el primer consejo es no perder la calma, la mayoría optó por correr, no reparar si había vidrios cerca o cuan lejos se estaba de un lugar con garantías de seguridad.
Ni hablar de contar con un kit de emergencias, especialmente preparado para ocasiones como la del reciente terremoto en suelo trasandino.
La errónea sensación de que lo grave siempre habrá de producirse del lado chileno nos lleva a seguir creyendo que lo lógico es que nos toque la mejor parte de lo peor.
Una mendocina que vive en el vecino país contaba a UNO que en su edificio está perfectamente organizado cómo realizar una evacuación, qué hay que tener preparado en un bolso de mano y a quién recurrir ante un problema de salud. 
La conclusión es tan obvia como simple: nos falta muchísimo para considerarnos una provincia bien preparada en materia sísmica. 
Somos amateurs en la materia.
Para revertirlo hace falta más que un compromiso personal. Se requiere de una política de Estado.     

(Diario UNO, 18 de setiembre de 2015)

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