Con la misma honestidad intelectual con que ayer destacábamos en este espacio que el fútbol  –para bien y para mal– forma parte del ADN argentino, también debemos que reconocer la escasa tolerancia que tenemos cuando el triunfo no nos acompaña.
Para el hincha promedio, que la Selección haya perdido nuevamente una final no tiene otra palabra para definirlo que fracaso.
Haber sido el equipo que mejor jugó en la Copa América Centenario, goleando y gustando en cada partido previo al choque con Chile, no cuenta. Memoria frágil, la nuestra. 
La frustración, sustentada en que se estaba frente a la tercera final consecutiva perdida, melló el ánimo de millones de argentinos.
Confirmó así la histórica bipolaridad de una sociedad que suele fabricar ídolos con la misma pericia con que los mata y entierra.
De esto puede dar fe nada más y nada menos que el mejor jugador del mundo, Lionel Messi. Abrumado por la demanda popular y  el resultado negativo, el rosarino sorprendió: “Se terminó la selección para mí, es una decisión tomada. Lo intenté muchas veces, pero no se dio”.
Sus palabras tuvieron un impacto a escala mundial.
En un tipo simple y parco como el astro de 29 años, cada una de sus declaraciones amerita una atención extra, acorde con la talla de su talento futbolístico.
Por eso que haya clausurado (al menos hasta que lo analice en frío) su participación en el combinado nacional, provoca tristeza, impotencia e invita a revisar el verdadero valor de conceptos como “éxito”, “fracaso” o “nacionalidad”.
 Estamos hablando del mismo deportista que hace unos días se consagraba como el máximo goleador histórico del seleccionado nacional con 55 tantos y nos emocionaba con un gol de precisión milimétrica. 
Pero bastó un penal errado en la definición del campeonado para desmoronar lo hecho hasta el momento. Ahí regresaba el Messi “perdedor”.
Por la belleza de su juego y su peso específico en cualquier formación que presente la Argentina, no contar con el mejor del mundo es una pésima noticia. 
Si el mensaje es que sólo se es el mejor si se gana, estamos en problemas. Él,  qué duda cabe, es el mejor y sí, perdimos. Otra vez. 

(Diario UNO,. 28 de junio de 2016)

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