Se pise donde se pise, la Argentina de estos tiempos es lo más parecido a atravesar un campo minado a oscuras.
Palabras como Justicia, fiscales, jueces, allanamientos, testigos, causas, cómplices, investigación, son cada una en sí mismas una bomba o una chispa que puede hacer explotar al resto.
Con José López como el emblema más obsceno de la corrupción nacional, los casos judiciales empiezan de a poco a visibilizarse luego de una larga siesta de más de una década.
Aquel tirón de orejas a principios de año por parte de Ricardo Lorenzetti a los jueces federales surtió efecto. El titular de la Corte Suprema les cuestionaba no escuchar el reclamo popular para que dejaran de hacer la vista gorda y actuaran de una buena vez.
Magistrados que hicieron la plancha durante años recién ahora salen a contrastar con datos de la realidad lo recopilado en investigaciones frizadas ex profeso. Un irrefutable ejemplo de que los organismos de control
no funcionan como corresponde en ninguno de los tres poderes.
Puesta en marcha la maquinaria judicial, la reacción de los aludidos no se hizo esperar.
“Meterme presa es el claro objetivo, pero no podrán”, alertó en la redes sociales la ex presidenta Cristina Fernández, quien está procesada por la venta del dólar futuro e investigada por las vinculaciones comerciales con Lázaro Báez.
Mientras tanto, ese empresario que gracias a la obra pública construyó su propio imperio permanece preso, manteniendo un silencio que hace temer a varios ex funcionarios de peso.
Saben que el santacruceño maneja información “sensible” que puede hacer rodar cabezas que se supieron cotizar muy alto.
Para la lógica de la ex mandataria, se trata de “una persecución política sin precedentes”. No importa si hay pruebas contundentes que la desmientan.
Según su visión reduccionista, lo que para algunos es hacer cumplir la ley (acción que, repetimos, la propia justicia demoró vergonzosamente) para ella es lisa y llanamente “una venganza”.
El kirchnerismo, o lo que queda de él, sostiene que esta reactivación de la Justicia es una formidable cortina de humo para tapar la crisis del país conducido por Mauricio Macri.
Que se queden tranquilos. Los números del país y de las billeteras de cada argentino no mienten.
No hace falta un informe del INDEC para certificar a qué altura del cuello ya nos está llegando el agua.
(Diario UNO, 3 de julio de 2016)