No fue un final feliz, pero al menos la  tragedia de las familias Menegazzo y  Coni encontró ayer el cierre judicial esperable y la posibilidad de empezar a cerrar de a poco tamaña herida.   
El asesinato de Marina y Majo, las dos amigas que habían elegido a la localidad de Montañita para pasar sus vacaciones, provocó a fines de febrero un enorme impacto en Ecuador y una lógica conmoción en Mendoza. 
Ayer, la justicia ecuatoriana mostró que se puede ser pragmática y eficiente al resolver un doble crimen en apenas seis meses. Algo impensado si un hecho de características similares se hubiera producido en nuestro país.
A la Corte Provincial de Santa Elena de Santa Elena le bastaron siete audiencias para fallar con contundencia y condenar a 40 años de prisión a Segundo Ponce Mina, como el autor material directo, y a Aurelio Rodríguez como coautor, de las muertes de las dos jóvenes.
Diario UNO, a través de su enviado especial, Sebastián Salas, reflejó cada paso de la definición de este proceso.
La cobertura especial también se hizo eco de las vivencias de los familiares de las chicas, quienes siguieron muy de cerca todas las instancias del juicio.    
Caminar por los lugares donde pasaron sus últimas horas de vida Majo y Marina fueron momentos movilizantes para los hermanos y las madres de las víctimas.
Una vez escuchadas las sentencias, la emoción trasuntaba los rostros y los gestos de los Coni y los Menegazzo, quienes se desahogaron en llantos y abrazos. 
“Esto permite empezar un camino con un poco más de paz”, dijo aún conmovida Gladys Steffani, la mamá de María José, y una de las piezas claves en la búsqueda de verdad y justicia para los amigas asesinadas.
Como contracara, los condenados, que ni pestañearon durante la lectura de la sentencia, eran trasladados a la cárcel de máxima seguridad de Guayaquil.   
No fue un final feliz, pero al menos no era un caso más de esos que quedan impunes y profundizan aún más el dolor de los que quedan.  

(Diario UNO, 18 de agosto de 2016)

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