En medio de la retahila de pavadas que campean en las redes sociales y se multiplican como los insoportables pokémons, vale la pena detenerse en su contracara: aquellos  temas “sensibles” frente a los cuales resulta difícil no abrirse desde una empatía genuina por el otro.
Esta semana se conoció la carta abierta de Farida Anís y Marcelo Cuattoni, los padres de Emir, el adolescente de 15 años que el 17 de abril fue baleado por la espalda en Godoy Cruz y que luego de 42 días de luchar por su vida finalmente falleció. 
En la introducción del texto, la pareja admite que su presente es el de “una familia desgarrada por el dolor”, pero deja en claro –lejos de todo revanchismo– que necesita “confiar en la justicia que imparten los seres humanos para que se aclare tan aberrante hecho”.
Para avanzar en ese objetivo, los Cuattoni  suplican (usan ese verbo) a la sociedad para los ayude aportando datos que contribuyan al avance de la investigación.
“Este asesino, que está suelto entre nosotros, puede matar a cualquiera de los suyos, como lo hizo con nuestro hijo”, alertan desde el espanto los papás del chico.
Lamentablemente, nos acostumbramos a ver en las páginas de Policiales los rostros de los tantos Emir que caen a diario en cualquier punto del país por robos que de ninguna manera justifican que concluyan con la muerte de inocentes.
Casi tan duro como la pérdida de ese ser querido es que los familiares sientan que no pudieron hacer justicia por su memoria. La carta abierta de los Cuattoni entonces debe leerse como parte de ese doloroso pedido de auxilio. 
Hace unos días, el gobernador Alfredo Cornejo realizó un balance de su gestión en materia de Seguridad y puso el acento en la necesidad de contar con efectivos capacitados, una conducción honesta y un equipamiento acorde al desafío.
Este ministerio, por demás estratégico en la calidad de vida de los mendocinos, requiere de un área de Investigaciones de lo más calificada. 
Trabajar codo a codo con la Justicia es parte de ese abordaje complementario que supone una política de seguridad que no pierda de vista la educación, la salud y el trabajo como partes de un mismo objetivo.
Detrás de casos como los de Emir hay cientos de chicos de su misma edad que eligieron un arma para hacerse escuchar y marcar territorio. 
Como sociedad, esa misma a la que le hablan estos padres transidos por la pena, no podemos seguir pidiendo llenar las cárceles sin antes haber brindado las condiciones para que no lleguen a delinquir.

(Diario UNO, 31 de julio de 2016)

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