Como esos tres monos sabios o místicos que no ven, no oyen y no dicen, así podría representarse a los funcionarios de Seguridad. 
En Mendoza, Córdoba o Buenos Aires. En esta materia, la geografía no marca grandes diferencias en cuanto a la desprotección que siente y padece el ciudadano común ante el avance imparable del delito en todas sus formas.
Asaltos a mano armada, motochorros, descuidistas, ladrones de cubiertas, boqueteros, dateros, cuentos del tío, son algunas de las tantas modalidades de las que se valen los delincuentes para lograr su cometido.
¿Qué tiene esta sociedad cada vez más castigada para hacerles frente? Poco. Policías con años en la fuerza pero fuera de estado, policías jóvenes con escasa preparación y madurez, insuficientes móviles para patrullar, falta de presupuesto y, sobre todo, una justicia laxa que favorece la falta de reacción.  
Lo que se dice, un panorama más q
ue desalentador.
Por el lado de la política tampoco se ve, se oye, se siente, una reacción acorde con la gravedad del momento.
Si no ocurre un hecho impactante, de esos que copan todos los medios, difícilmente tomen en cuenta la problemática. 
Sin embargo se lamentan cuando la gente les cuestiona que viven en una burbuja; de la cual sólo bajan cuando tienen que salir a militar los votos necesarios para garantizarse la continuidad en sus cargos.
Se nos ha naturalizado tanto el vivir en estas condiciones que nadie reacciona. Salvo, claro, en esporádicas y sectoriales manifestaciones. 
Ayer, por ejemplo, fueron los colectiveros de San Rafael los que hartos de los robos cortaron el kilómetro cero de esa ciudad para pedir a las autoridades más seguridad y así poder seguir trabajando.
 A veces es un barrio específico el que reclama o los familiares y vecinos de una víctima. Nunca el clamor es generalizado y esto es lo que más sorprende. 
En los últimos años hubo masivas convocatorias contra el gobierno de turno y hasta un resultado de la Selección de fútbol fue motivo suficiente para salir a las calles a expresarse.
Es llamativo que para algo tan sensible como la seguridad y la vida de las personas aún no haya habido un pedido de auxilio que involucre a todos. 
En esta lucha dispar contra el delito, no hay distinción de raza, credo o partido político que valga. Como tampoco hay 911 que alcance.  

(Diario UNO, 9 de setiembre de 2014)

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