La ven pasar. Como el arquero que hace vista y la pelota se le clava en el ángulo sin atinar a nada, así la ven pasar.
La imagen vale tanto para la justicia como para los funcionarios políticos que tienen algún grado de responsabilidad en los temas vinculados a la seguridad.
Se ha llegado a tal punto de burocratización de determinados procesos que, aunque la ley contemple esos pasos, no hay garantía de alcanzar un resultado positivo.
¿Cuándo salta la liebre? Como siempre, cuando es demasiado tarde. El típico caso de la muerte de una mujer en manos de su ex marido, cuando ésta había realizado numerosas denuncias, saca a la luz que las cosas se hicieron muy mal. 
Y si bien en esa previa que anunciaba un final obvio hubo responsables, éstos rara vez son debidamente castigados. 
La condena, en todo caso, es pública y en gran medida como consecuencia de que los medios de comunicación revelan la escandalosa indiferencia con que ciertas reparticiones públicas tratan estos dramas humanos.
Como ese arquero que va a buscar la pelota al fondo de la red, las respuestas llegan tarde. 
En realidad, lo que salta a la vista son las excusas que buscan justificar la fatídica falta de respuestas.
Lo que no da lugar a dudas es que es condenable el peloteo al que es sometida/o quien realiza una denuncia en la que hay claras señales de que una vida corre riesgo.
El domingo, el policía José Ontiveros, quien tenía prohibición judicial de acercarse a su ex esposa, dirimió su conflicto de pareja concretando su prometida venganza: mató a su ex suegra y a un sobrino de 8 años en El Bermejo, Guaymallén.
El ministro de Seguridad, Leonardo Comperatore, reconocía ayer que hubo fallas y qué habrá que ver en qué se falló. 
Tarde. Muy tarde. El niño y la abuela están muertos.
Pese a su conflictiva situación personal, el arma reglamentaria aún estaba en su poder. Para lo cual podría haber servido de antecedente para redoblar la atención que últimamente hubo varios casos de uniformados que dirimieron sus conflictos familiares apelando a la violencia extrema.
Lamentablemente, no serán los últimos. Algo que, aunque todos lo sepamos, difícilmente cambie si no se pone la lupa en los burócratas de turno.  
Tratar al menos que en la próxima el arquero reaccione a tiempo y al menos la saque al corner. 

(Diario UNO, 23 de setiembre de 2014)

El archivo