Era sabido. Una vez que fueran cesando los ecos de la muerte de Julio Grondona, el histórico mandamás de la AFA, comenzaría un necesario proceso de “purificación” del fútbol argentino.
No se trata de un paso que se pueda dar de un día para otro. Es, necesariamente, un proceso en el que todos los actores del deporte más popular deben ser partícipes activos.
Democratizar la AFA es lo prioritario en esa vuelta de página que empezó a percibirse apenas fallecía el dirigente de 82 años. 
Para avanzar en ese rumbo no se puede actuar con medias tintas. Son ni más ni menos que 35 años de un manejo personalista, siempre a la saga del gobierno de turno y los intereses más oscuros, lo que no hizo otra cosa que perpetuar en el trono a Don Julio.
Se impone sincerar, por ejemplo, que durante la  gestión del fundador de Arsenal no sólo se ganaron dos Copas del Mundo, sino que también los estadios se transformaron en zona liberada.
Dentro y fuera de las canchas, murieron en nuestro país, desde 1979 (año en que asumió J.H. G.), 155 hinchas, según las rigurosas estadísticas de la ong Salvemos al Fútbol.
La lupa sobre la gestión Grondona se posa en la corrupta contratación de jugadores y técnicos; la manipulación de los estatutos; la presión a los presidentes de clubes; la marginación de aquellos que se animaron a cuestionarlo; y, dada su participación en las altas esferas de la FIFA, en los turbios manejos a la hora de designar las sedes mundialistas. 
Con la vaca atada, léase tener a los clubes comiendo de su mano so pretexto de cortarle vitales fondos para su supervivencia, los dirigentes adversarios no pudieron disputarle al mentado “Padrino” el férreo manejo de la AFA. 
De esta manera, se aseguró por años no gobernar con los códigos de la democracia. 
Haber llegado a ese sillón de la mano de la dictadura de entonces, lo eximía de seguir elementales reglas del juego.
 Ayer, la justicia allanó la sede de la AFA como parte de una investigación por el reparto de los fondos del dinero de Fútbol para Todos.
Ya sin la sombra implacable del Jefe, ahora podrá saberse cómo se distribuía la plata de todos los argentinos, siempre de acuerdo con esa subjetiva categoría de “amigos” y “enemigos”.  
Esto, claro está, no es más que la punta del iceberg grondoniano. El oxígeno que empieza a entrar en el viciado aire de la Asociación del Fútbol Argentino.

(Diario UNO, 6 de agosto de 2014)

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