Aunque no se encuentre en estado terminal, la educación en la Argentina padece hoy una profunda crisis que amerita la preocupación y la reacción de todos y cada uno de sus protagonistas.
Es lógico y esperable que se actúe en consecuencia porque no hay ninguna duda de que un país sólo puede avanzar si cuenta con una sólida base cultural.
En esta hora, se impone conjugar el intelecto, la praxis y los recursos en pos de disminuir la deserción escolar, garantizar la inclusión de los sectores más postergados y capacitar y revalorizar a los castigados docentes. 
Estas son algunas de las materias pendientes que deberían consignarse en un programa serio de gobierno, sobre todo de aquellos que pugnar por gobernar la Argentina a partir del 2015.
El debate de una nueva Ley de Educación lleva, al menos en Mendoza, unos ocho años. Demasiado para atacar un déficit con consecuencias estratégicas. 
El proyecto provincial (correlato local de la Ley Nacional 26.206 sancionada en 2006) busca de una vez por todas cerrar la discusión.
No obstante, lo que dejó como conclusión la jornada del viernes en las escuelas es que aún se necesita más tiempo para discutir y analizar el borrador de la norma.
Según plantean los docentes, hay más dudas que certezas con ciertos puntos y no sería correcto improvisar.
Eso sí, en algo coincide la mayoría: hay que asignar más presupuesto a esta área. Actualmente es el 27% y la aspiración es que se llegue al menos al 35%.
Si se sigue mezquinando la inversión en educación, quedará en evidencia qué tipo de país nos espera.
¿Es imposible alcanzar un acuerdo como el de Brasil, donde gobierno y empresarios se unieron para instalar el tema educativo entre las principales preocupaciones del ciudadano común?
Así como la Seguridad sólo se acerca a una política de Estado cuando la situación social se torna inmanejable, la Educación no debería estar atada a los resultados de una evaluación internacional que desnuda fallas inquietantes.
Lo urgente no puede seguir tapando lo importante. 
Repensar qué país queremos para nuestros hijos y las próximas generaciones es un mandato que está implícito en la crisis de hoy. 
No hace falta esperar a escuchar las típicas promesas de campaña para empezar a trabajar en esas materias que nos estamos yendo a marzo.   

(Diario UNO, 9 de noviembre de 2014)

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