Con la muerte de Julio Grondona se cierra un capítulo de la Argentina que no sería correcto circunscribir sólo al territorio del fútbol.
El histórico dirigente, que estuvo al frente de la AFA por larguísimos 35 años, amplió desde el vamos su campo de influencia al resbaladizo ámbito de la política.
Siendo el fútbol el deporte más popular del país, no hubo gobernante que no estableciera algún tipo de vínculo con Don Julio.
En esas tres décadas y media de jefe mayor sin sucesor a la vista, Grondona hizo y deshizo a piaccere.
En su puño implacable estuvieron desde la Selección Nacional hasta el último club del rincón más alejado de la Argentina.
Al cabo de los años, quien fuera el fundador del club Arsenal, estableció con las instituciones deportivas una relación de dependencia económica tal que no hicieron más que eternizar en el poder a Grondona.
Como bien lo definió el periodista Daniel Lagares, “logró ser Jefe de Estado dentro de otro Estado”, en referencia a la influyente AFA.
A esa atalaya arribó de la mano del almirante Lacoste, quien lo impulsó a suceder en el cargo a Alfredo Cantilo, figura clave en el proceso de gestación del Mundial 78.
Desde entonces, Grondona comenzó una construcción de poder que derrumbaba todo prejuicio frente a su perfil de empresario ferretero.
Don Julio confirmó que era un animal político para temer. Con mano firme desarrolló una gestión marcada por éxitos resonantes (entre ellos, los dos títulos mundiales de la Argentina) pero también por fuertes controversias por su cacicazgo y sus negocios variopintos.
La lógica repercusión que despertó su muerte a los 82 años mostró las numerosas aristas de un personaje sin medias tintas.
Las fotos junto a presidentes dictatoriales y de la democracia, con los ídolos de ayer y hoy como Distefano, Maradona y Messi, su relación con Menotti y Bilardo, su rol estratégico en la FIFA (codo a codo con Joseph Blatter y João Havelange), son apenas retazos de una historia que tuvo el sello de un caudillo.
Por eso, tras su muerte, se abre una genuina oportunidad de que surja una opción al grondonismo que le aporte oxígeno al fútbol argentino. Un nuevo rumbo donde no exista un solo dueño de la pelota.
(Diario UNO, 1 de agosto de 2014)