La liviandad, la violencia exacerbada y la impunidad que caracteriza a buena parte de lo que circula por las redes sociales suele ser prácticamente una incitación a la justicia por mano propia.
Nadie tiene reparos en pedir la cabeza del otro, insultarle a la familia o adjudicarle un delito aunque no le conste, carezca de pruebas o ni siquiera sea lo suficientemente verosímil.
Ante la publicación de la noticia de un médico acusado de abuso sexual a un niño de su entorno familiar, hecho sin dudas aberrante, en los comentarios de nuestra edición digital se cuestionó que no figuraba el nombre del denunciado.
No hacer público su nombre es para proteger al chico, no al adulto. La sola mención del apellido puede permitir identificar a la víctima.
Sin embargo, el medio de comunicación que respeta la normativa que rige en este tipo de hechos, es vituperado por el comentarista de turno que pide sangre con la facilidad con otro llama a un taxi.
En el plano político, cuando no se coincide con los dichos de la Presidenta o el político equis, las calificaciones hacia su persona son irreproducibles.
Se dirá, a manera de disculpa o justificación, que los comentarios de los lenguaraces se publican en los muros personales de Facebook o Twitter. 
Pero también es cierto que la dinámica que tienen estas redes   muestran que basta una chispa para detonar un incendio a escala global.
La viralización de palabras e imágenes es un proceso tan simple y del que muy pocos son conscientes del daño que puede llegar a producir.
Como todo fenómeno relativamente nuevo, no hay demasiada jurisprudencia en la materia, pero sí casos testigo que, paradójicamente, no circulan ni se difunden lo necesario para informar y formar en la materia.
La posibilidad de usar nombres de fantasía, seudónimos u otras alternativas, facilita aún más la acechante impunidad.
De esa manera, puede pedirse perpetua para el jugador que se perdió un gol increíble o caer en la violencia de género de la forma más burda con supuestos chistes o videos machistas.
No hay mejor filtro para estos desmadres que la reacción crítica de los demás. 
Si se festejan los exabruptos y el ataque per sé, no esperemos que estos maravillosos canales dejen de ser esas cloacas virtuales que son la mayor parte del tiempo gracias a ciertos personajes.

(Diario UNO, 10 de junio de 2015)

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