Antonio Casas era, hasta hace unos días, un docente sólo conocido por  la comunidad escolar del colegio Nicolás Avellaneda, de Palmira.
Pero bastó un hecho de violencia, lamentablemente ya no infrecuente en cualquier establecimiento de la provincia, para que su nombre alcanzará una trascendencia que nunca hubiera deseado.
Es que Antonio, director de esa casa de estudios, fue violentamente agredido por un alumno de 14 años. Y no sólo por el adolescente. También la familia del chico se sumó al ataque, golpeándolo de tal manera que debió ser trasladado de urgencia al hospital Perrupato.
Lo que comenzó con una discusión entre estudiantes del nivel secundario, que luego fueron separados y enviados a sus hogares, concluyó con una reacción desmesurada hacia el sorprendido Casas.
“Nunca pensé que un alumno podía pegarme con tanta saña y rencor”, confesó aún dolido el directivo, quien lógicamente tuvo que tomarse unos días de licencia.
En solidaridad con el docente agredido, los profesores modificaron sus contenidos en los últimos días para reflexionar en cada curso acerca de lo ocurrido.
El viernes incluso no hubo clases para realizar una jornada donde se analizó esta y otras tantas situaciones de violencia, además de rever los protocolos de convivencia escolar.
En función de cómo ocurrieron los hechos, debería priorizarse concretar una reunión obligatoria con los padres. 
Muchas de estas conductas reprochables, entre ellas la falta de respeto hacia los docentes, tienen -por acción u omisión- el aval de los mayores.
Si en casa no se marcan los conceptos básicos para la vida en sociedad, no se puede esperar que sólo la educación formal sea la que cubra todo el espectro de la formación.
Llamativamente, lo que suele ocurrir es que los padres que por meses no se acercaron a hablar con maestros y profesores para saber cómo andan sus hijos, son los mismos que después ante una nota, un reto o un apercibimiento al chico, reaccionan al mejor estilo barrabravas.
El discurso políticamente correcto, y cada vez más endeble, de que en nombre de la contención hay que seguir permitiendo estos actos de violencia sólo engendra más violencia. 
E impotencia. Mucha impotencia. 

(Diario UNO, 21 de junio de 2015)

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