Difícil, muy difícil hacer la semblanza de un libro cuyo autor fue compañero de ruta, a veces amigo, otras colega y no pocas un eco distante. Teny Alós, contrariamente a lo que él creía, va a dejar huella en la poesía de Mendoza. Si no ocurrió del todo en vida, lo será gracias a las nuevas generaciones de poetas que lo sepan rescatar y poner en su justo lugar.
Incansable militante de la poesía como gestor de la revista Matiné y del grupo parapoético Las Malas Lenguas, Teny fue creando a lo largo del tiempo una obra que no se limitaba a escribir un libro y publicar. Su imaginario poético podía decantar en programas de radio como Tatuaje falso y La sed de los peces (por citar sólo dos de sus incursiones en ese medio), en la música como bajista de la banda punk Maldito V o escribiendo esporádicamente ensayos que ojalá alguien se tome la grata tarea de recopilarlos.
Para no sobreabundar en una biografía que le haga justicia, vayamos a Yu-ye-yu-ye-jop, su visceral canto de cisne. De cisne negro. Ya consciente de que atravesaba una irremediable cuenta regresiva, a instancias del escritor y periodista Ulises Naranjo, Teny aceptó el desafío de un libro final y se abocó a dar registro de sus últimos días. Sin saberlo, terminaría escribiendo su mejor libro.
A diferencia de sus obras anteriores (Travesía para tropezandantes y orquesta de sobrevivientes, Radio Chaplin), dejó de lado sus bellas y herméticas metáforas para ir al hueso, traducir tanta impotencia y a la vez tanto agradecimiento a la vida en versos de una simpleza que a veces duelen como ese cross que no veíamos venir.
Teny se propuso “fundar con el tiempo un nunca verosímil” y lo hace con este Yu-ye-yu-ye-jop que no es otra cosa que una suerte de “conjuro-hechizo autóctono contra los males del mundo” que hacía (re) sonar en su interior cada vez que debía enfrentarse a algún veredicto de los médicos o cuando necesitaba arengarse para atravesar los días como si fueran una sucesión de paredes.
“Caminaba yo / hacia lo desconocido / y esperaba yo / que lo desconocido / no tuviera hambre de mí”, apuntó en versos que no tienen miedo de hablar del miedo, que habla de pozos, caídas y vuelos mientras cae, mientras vuela, mientras ama y odia con igual intensidad.
Como bien apunta Naranjo en el prólogo, “las palabras, en este libro, están puestas con la suprema justeza de lo definitivo y así debe ser leído”. Pero el espíritu rebelde que caracterizó a Teny toda su vida, disiente y desafía: “el poema no se termina de escribir jamás”. Y advierte: “Soy el que calla / para nacer de nuevo”. Espíritu punk, hasta el último suspiro.
Y como una humilde despedida, la letanía alosiana se deja escuchar así: “Me voy / y lo que se ve / es un cartonero / de emociones / perdiéndose/ entre la gente”.
Para invocar a la tribu poética que deberá recoger la antorcha de aquel poema interminable, no queda otra que hacerlo a su manera,apelando a ese mantra que no deja de agitarnos. Ahí va: “Yu-ye-yu-ye-jop, Yu-ye-yu-ye-jop, Yu-ye-yu-ye-jop”.


Yu-ye-yu-ye-jop

Autor Teny Alós 
Género Poesía
Editorial Espantosa (Mendoza)
Año 2013 Páginas 111

(Suplemento Escenario, Diario UNO, 21 de febrero de 2014)

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