Cuando a principios de diciembre asumió por segunda vez al frente del radicalismo, su mensaje fue directo al hueso de los correligionarios: “De aquí al 10 de diciembre de 2015, el peronismo deberá hacer frente a las consecuencias de sus errores y nosotros nos vamos a hacer cargo del futuro de la Argentina”. Y redobló la apuesta: “No vamos a buscar las fotos vacías”. 
Con esta frase, un vehemente Ernesto Sanz dejaba en claro que apuntará a la construcción de un espacio en común con otras fuerzas pero que éste no se limitará a amontonar nombres y sonrisas de campaña. 
El sanrafaelino apunta al diálogo que sustente una alternativa distinta a intentos similares que naufragaron por su propio peso o, mejor dicho, por su falta de peso.
En un país donde importa más el mañana que el hoy, el 2015 está a un paso y la sucesión de Cristina desvela no sólo al universo K sino también a la oposición. En ese contexto, el mendocino Sanz hoy emerge como una figura fuerte que pide primer plano. Y esa presencia está sustentada en la conducción de la UCR y en una sólida presencia en el Congreso, donde desde su banca de senador nacional no tiene empacho en alzar la voz para oponerse con dureza a la designación de Milani al frente del Ejército o cuestionar la reforma del nuevo Código Civil y Comercial. 
Por eso no extrañó que este año su gestión legislativa volviera a ser destacada con los Premios Parlamentario, ocupando el 4º lugar entre los más votados.
En su camino al sillón de Rivadavia, no importa si se interpone un Julio Cobos cada vez mejor aspectado. Ya en el 2007, cuando fue candidato a vice de Roberto Iglesias, decía acerca de Cleto: “Sólo a él le fue bien estos años. A Mendoza le fue como la mona”. 
En ese estilo sin eufemismos, Sanz ha construido un perfil de político frontal y convincente que busca instalar a Mendoza en el centro del poder. 

(Diario UNO, 29 de diciembre de 2013)

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