La facilidad con que se utilizan ciertas palabras, sobre todo en boca de políticos, funcionarios y periodistas, es preocupante.
Ni hablar de esos impunes que a través de las redes sociales lanzan munición gruesa con la precisión de un barrabrava.
En esas aguas turbulentas del lenguaje, da lo mismo si el dardo verbal va dirigido a una actriz, un futbolista o a la mismísima presidenta de la 
Nación.
No hay filtro. La maravillosa posibilidad que otorga la tecnología de amplificar un mensaje es, en la mayoría de los casos, desaprovechada para hacer foco en el agravio, la chicana o la injuria más artera.
Podría quedar en la anécdota que la inefable líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, haya dicho que no asistirá el 1º de marzo a la apertura de un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso. Pero que la hoy aliada a Mauricio Macri, justifique el faltazo porque considera que “Cristina Kirchner planea un autogolpe para el domingo”, es un mal chiste.
¿Es tolerable tal exabrupto sólo 
porque la chaqueña siempre fue de lengua suelta, una especie de rara avis de la política nacional?   
Con su proverbial sabiduría, alguna vez el escritor portugués José Saramago le dijo a un grupo de alumnos de una escuela de Rosario: “Las palabras no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener muchísimo cuidado con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos”.
Un consejo que todos, especialmente los que a diario trabajamos con ellas, deberíamos incorporar como un credo para mejorar como sociedad.
La liviandad con que cualquiera habla de golpe, autogolpe, de destituyentes y antidemocráticos, de Partido Judicial, confirma por lo menos de cosas: que hablar -o escribir- es gratis y que no se evalúa el verdadero impacto de cada palabra. 
Hoy, como nunca, la “producción” de frases y declaraciones, en contexto o fuera de él, circulan sin que el cedazo del sentido común frene aquellas que causan tanto o más daño que una agresión física.
A este cambalache cotidiano bien se le puede adosar el afiche que ayer estrenó el ex vicepresidente de Cristina Fernández. Naturalmente, la polémica se disparó en el acto.
“Vuelve la Democracia. Julio Cobos 2015”, provoca con típica picardía argentina la propaganda radical. 
Cuánta razón tenía el maestro Saramago.

(Diario UNO, 26 de febrero de 2015)

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