Ante determinados temas o situaciones de la cotidianeidad, a quienes peinan canas o están cerca de hacerlo, les suele resultar casi inevitable no establecer comparaciones con su “época”.
Frente a un caso como el del profesor al que una alumna del colegio Comercial de Villa Ballester le puso veneno para ratas en el agua, los
más veteranos -nostálgicos o no- sienten que en sus años de adolescentes fueron lo más parecidos a Heidi o a las hijas de Michael Landon en La Familia Ingalls. 
A lo sumo, la mayor travesura contra un profesor podía consistir en ponerle un chicle en la silla o liberar un sapo en el aula y esperar una reacción al mejor estilo comedia italiana.
La osadía del alumno no superaba esa línea. Lo máximo que trascendía, sobre todo en vísperas de exámenes, era la versión de que “a la vieja de...” o “al viejo de...” (los puntos suspensivos remplazan a la materia en cuestión) le habían rayado el auto o desinflado las cubiertas.
Era impensada la posibilidad de alterarle el café o el agua, mucho menos con un veneno, como en el caso de Buenos Aires.
Pero hay que reconocer que Mendoza no está ajena a esos hechos que rápidamente trepan los titulares de los diarios digitales y se multiplican en los medios electrónicos.
Ayer se supo que en el colegio Antonio Gurgui, de Las Heras, un docente y un alumno de 2º año fueron intoxicados con un somnífero cuando tomaban gaseosa en una clase.
A pesar de que el resultado de la supuesta “broma” no afectó la salud de las víctimas, el hecho reviste su gravedad.
Lo llamativo es la liviandad que con se tomó la adulteración de la bebida, fundamentalmente por parte de las autoridades escolares, las cuales no reportaron a tiempo la irregularidad a la Dirección General de Escuelas.
Como ocurre cuando un caso trasciende al espacio mediático, negaron que fuera otra cosa que una picardía de chicos de entre 13 y 15 años. 
Para los padres del alumno afectado, hubo una clara acción de bullying, ya que los compañeros se jactaban en las redes sociales de haber hecho caer en la trampa al “sabio y santito” del curso.
 De algo podemos estar seguros: una vez que cese el eco en los medios, todo seguirá como antes. Los cancheros, probando nuevas metodologías, cada vez más extremas, para sorprender a los docentes, y las víctimas de maltrato psicológico y físico, padeciendo en silencio una violencia que puede llegar a incubar una reacción aún más violenta. 

(Diario UNO, 4 de diciembre de 2014)

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