La muerte del auxiliar Jonathan Funes, quien fue baleado mientras custodiaba a un detenido internado en el hospital Perrupato, de San Martín, no debe ser leído como un hecho aislado.  
Se trata de un clarísimo mensaje para quienes manejan la seguridad en esta provincia. Los delincuentes les muestran en la cara que para ellos no hay límites. Ni freno. 
Si uno de los suyos está donde no quiere estar, pues allí irán a buscarlo cueste lo que cueste.
Cuando se debate para qué debe servir un servicio de inteligencia en este país, aquí está parte de la respuesta.
Cada vez son más las bandas que operan en Mendoza, motorizadas fundamentalmente por el rentable negocio de la droga. 
Pero a su vez son la mano de obra ideal para el delito cotidiano, el que se nutre de los violentos robos domiciliarios. Esos que ya son tantos que el Ministerio de Seguridad ni se preocupa en comunicar. 
Lo que no saben –o no les interesa– es que son los propios policías y las víctimas de los delitos los que sí se toman el trabajo de comunicarse con los medios para que al menos tanta impunidad no quede en el anonimato.
Volviendo al caso del uniformado muerto, un joven de apenas 24 años y padre de un bebé, ayer fue arrestada la banda a la que se señala como responsable de su homicidio.
Si bien vale resaltar la celeridad con que se actuó, hay que decir que todavía no se percibe igual resolución en resonantes casos de civiles. 
No es capcioso inferir que cuando la pérdida se registra en la fuerza policial la reacción es por lo menos distinta. 
Lo ocurrido en el Este para rescatar a Cristian Pirincho Tapia, a quien se lo acusa por robo agravado por el uso de armas, obliga al replanteo de cómo se les da atención médica a los delincuentes poniendo en situación de riesgo a los otros pacientes. 
Las explicaciones pueden ser muchas y las justificaciones oficiales otras tantas, lo cierto es que la indefensión que sienten los mendocinos es cada día mayor y nadie parece acusar recibo. 
El sábado, un joven de 21 años recibió un balazo en el estómago por defender a su madre en un robo en una casa de Godoy Cruz. Ayer, aún luchaba por su vida. 
¿Cómo se enteró un periodista de UNO de ese caso? Sí, por Facebook. 

(Diario UNO, febrero de 2015)

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