SaIdar las cuentas con el pasado es un  ejercicio del que no puede ni debe prescindir ninguna nación democrática.  
Con ese objetivo, el 15 de diciembre de 1983 se creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep).
Su misión era esclarecer los hechos sucedidos en la Argentina durante la dictadura militar (1976-1983). 
A través de documentos y denuncias sobre desapariciones, secuestros y  torturas, se le dieron forma a los informes que finalmente integraron el libro Nunca más. A este trabajo de enorme valor simbólico y documental, también se lo conoció como Informe Sabato, en referencia al escritor Ernesto Sabato, quien presidió la comisión investigadora. 
Este trabajo fue entregado en mano al presidente Raúl Alfonsín el 20 de setiembre de 1984 y aún hoy, con todo lo que luego siguió saliendo a la luz, constituye un material de consulta insoslayable.
De nuestro país se pueden decir muchas cosas, buena parte de ellas fundadas y otras tantas producto de nuestra particular idiosincrasia, pero sería injusto no reconocer que esa tarea de reconstrucción de la memoria se inició con una rapidez inusitada.
Hay que ponerse en el contexto de aquel 1983, en el que estaba en retirada un gobierno que dejaba tras de sí un baño de sangre sin antecedentes en la historia argentina. 
Con marchas y contramarchas, aciertos y errores, leyes controvertidas (Punto Final, Obediencia debida e indulto a los represores) y los esperados juicios por delitos de lesa humanidad, los derechos humanos volvieron a ocupar un lugar en lo simbólico y lo fáctico.
En un país tan autodestructivo como el nuestro, vale poner en perspectiva cómo procesos con dolorosos puntos en común con otros gobiernos de América Latina se abordaron aquí con una valentía y convicción notables.
Aún hoy, la sociedad chilena no termina de cerrar las heridas de la dictadura de Augusto Pinochet. 
Mientras que en Brasil recién ayer la Comisión Nacional de la Verdad hizo público un informe que condena matanzas, desapariciones y torturas cometidas por la dictadura militar de 1964 a 1985. 
Una vez recibido ese reporte de 2.000 páginas, la presidenta Dilma Rousseff reflexionó que  “Brasil merece la verdad”. 
La historia enseña que esa verdad, aunque tarde, terminará por imponerse. Condición sine qua non  para pacificar una nación que aún busca su destino. 

(Diario UNO, 11 de diciembre de 2014)

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