Ya sea por la intensa actividad que desarrolla día a día o por la velocidad de las comunicaciones de estos tiempos, lo cierto es que este primer año de papado que cumple el argentino Jorge Bergoglio parecen unos cuantos.
Basta realizar una selección al azar de imágenes y compararlas con anteriores pontífices para concluir rápidamente que su estilo más cercano a la gente, menos apegado a los tradicionales códigos del Vaticano, lo han transformado en un personaje más “terrenal”, más cercano. 
No es poco para un rol que históricamente se caracterizó por hacer un culto de guardar las formas a un punto de instalar a la figura del Papa en una inaccesible jaula de cristal. 
Sumado esto, también es justo destacarlo, a cierto oscurantismo que desde siempre caracterizó el manejo interno de los asuntos del Vaticano.
La irrupción de Francisco trajo un imprescindible soplo de aire fresco al seno de la Iglesia Católica.
Merced a su carismática personalidad y a un estilo austero, el pontífice logró erigirse en uno de los líderes más influyentes del mundo. De hecho hace unos días se conoció que su nombre integra la lista de los candidatos al Premio Nobel de la Paz.
Desde el vamos su elección marcó un nuevo rumbo para la Santa Sede: se trataba del primer Papa latinoamericano en acceder al sillón de Pedro y eso se leyó como una clara señal de que se abría una etapa que prometía sorpresas.                                 
Para los principales analistas de su gestión, lo más destacable es que Francisco puso en el centro de su línea pastoral la opción por los pobres.
Todas esas señales que los medios de comuncación y las redes sociales se encargan de multiplicar a diario han contribuido para que aquellos fieles que habían dejado de asistir a las celebraciones tradicionales hayan regresado a renovar su fe.
Tal vez allí resida el mayor mérito de Francisco, el haber logrado seducir a tantos católicos desencantados que sólo veían a la máxima figura de su iglesia como un político más. Una analogía para nada caprichosa, considerando la lejanía que se percibía desde siempre entre la máxima autoridad y los feligreses. 
Para propios y extraños, Francisco produjo una fuerte renovación interna, no sólo apelando a nuevas normativas, sino con un proceso de cambio cultural y eclesiástico que no deja de tener una importante cuota de osadía.

(Diario UNO, marzo de 2014)

El archivo