Lo decía por Radio Nihuil el doctor Mariano Bergés, vicepresidente de la Asociación Salvemos al Fútbol: “Hablamos de un caso de violencia hasta que aparece otro que nos hace olvidar el anterior”.
Así, la trifulca en la tribuna de Quilmes, que terminó con un barra herido grave y unos cuantos hospitalizados que luego se escaparon para evitar la investigación policial, quedó rápidamente atrás superada por la muerte del hincha de Independiente Rivadavia.
Lucas Carrasco, de 21 años, falleció en el Hospital Central tras los incidentes protagonizados el viernes pasado entre un grupo de hinchas locales y los efectivos policiales. La postergación del partido entre la Lepra e Instituto de Córdoba por falta de energía eléctrica había caldeado los ánimos. 
En ese contexto de confusión, Carrasco recibió un fuerte golpe en la cabeza, lo que le produjo un derrame cerebral que originó su   deceso en la jornada del domingo. 
Al respecto, el ministro de Seguridad, Leonardo Comperatore, salió a defender el operativo policial sosteniendo que la violencia no la había inici
ado la fuerza policial. 
Para el funcionario, será la Justicia quien determine la responsabilidad de todos los actores del enfrentamiento que culminó con la muerte del joven. 
A esta altura, ocurre el peloteo de siempre: todos empiezan a culpar al otro, aportando más confusión en lugar de sumar elementos para detectar a los verdaderos responsables y hacer justicia.
Lo que por obvio nadie parece detenerse a pensar, salvo asociaciones civiles como Salvemos al Fútbol, es que seguimos perdiendo vidas producto de estos auténticos salvajes.
Ni siquiera medidas como la de evitar que los hinchas concurran a los partidos de visitantes  es garantía para frenar esta locura. 
Es tal el grado de corrupción que rodea hoy al fútbol que la policía termina siendo un mero espectador de ese negocio espurio. Éste incluye la reventa de entradas, el manejo del estacionamiento, la venta de droga, el alquiler de transporte, y demás “rubros” que en manos de los barrabravas que comandan la operación se convierten en muchísimo dinero.
Si hay algo que podemos dar por cierto, aunque asuste e indigne, es que el muerto de hoy será noticia, como decía Bergés, sólo hasta la próxima víctima que lo convierta en olvido. 

(Diario UNO, 18 de marzo de 2014)

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