"Creo que no hay una crítica seria porque no hay una formación seria", afirma convencida la actriz y directora teatral Laura Yusem. Sobre estos parámetros se erige la entidad de Fausto J. Alfonso para atraverse a analizar el complejo fenómeno de la crítica. El es un crítico serio porque tiene una formación seria que lo avala a la hora de encarar la "patriada" de pasar en limpio la situación -crítica- de la crítica en Mendoza. Y lo hace desde el conocimiento cabal del oficio. Nada de lo que se dice en estas páginas ha sido "tocado de oído".
Largos años de experiencia en el periodismo mendocino, tanto en gráfica como en radio, le confieren la cuota necesaria de credibilidad que le permite hablar con conocimiento de causa. A partir de hechos cotidianos que recorren el espinoso camino que separa las paredes de una redacción y el acotado marco de un escenario, Alfonso teje analíticamente esa especie de trama de enredos que sólo puede tener vida propia en una provincia donde la crítica existe a medias, con un alarmante nivel de amateurismo y receptores (artistas, escritores, dramaturgos, etcétera) que rara vez están a la altura de la atención que suelen reclamar. Infierno grande no hace más que pasar "en limpio" los desencuentros entre críticos y criticados, categorías relativas teniendo en cuenta el escaso profesionalismo que habitualmente demuestran ambos bandos. Y no es casual utilizar el adjetivo "bandos" cuando la lectura atenta de este trabajo muestra en términos de combate lo que no debería ser más que otra lectura de un hecho artístico.
El autor aclara expresamente su intención de tomar como punto de partida la práctica de la crítica de espectáculos, más que hacer hincapié en la teoría y el enfoque académico; preguntándose para qué sirve un crítico en una provincia con un pie en la modernidad y otro en su no superada impronta de aldea. Desde adentro y desde afuera es la mirada de Alfonso, quien en su afán de aportar a un estudio más profundo del fenómeno de la crítica se vale, además de su propia experiencia, del aporte de colegas, de citas de críticos especilizados, como así también de textos de teoría de la crítica.
"No cualquiera debiera ejercer la crítica... y todo crítico debería diferenciarse marcadamente del opinólogo medio.. Crítica hecha por críticos. Crítica periodística hecha por periodistas críticos. Fórmula sencilla, única clave..." , nos dice sin ambages el mentor de este trabajo, en una clara traducción del dicho popular "zapatero a tus zapatos". Ante ésta irrefutable toma de posición profesional, se plantea el nudo gordiano de la cuestión: la importancia de la formación (otra vez esa palabrita tan olvidada en la praxis) del crítico. Porque más peligrosa que la trasnochada opinión de los émulos de Polémica en el bar es el silencio, el rotundo ejercicio de la indiferencia. Jerarquizar la profesión, se plantea como el objetivo primero y último de este ameno y ágil repaso de la actividad crítica en Mendoza.
A través de los distintos capítulos, Alfonso pone el acento en considerar la crítica como un eslabón -perdido (al menos en Mendoza)- en la cadena de la creación (criticar es re-crear); pero también como servicio, como orientación, nunca como mera guía de servicios. El crítico, finalmente, como ese puente demasiadas veces roto por presiones, censuras y manoseos de los distintos actores del proceso artístico.
Si la crítica, tarea antipática si los hay, no puede ni debe ser el esfuerzo aislado de un puñado de apasionados en las distintas ramas del arte, este trabajo debe generar conciencia, instar a los medios -mejor dicho a sus cabezas pensantes- a que le den el espacio y el respaldo que merece la actividad. Suena utópico, y lo es, pero peor es la actitud pueblerina de reducir una crítica al simple intercambio de piropos o amenazas, como simples monedas de cambio en un trueque mal entendido por críticos y criticados.
Es cierto, hay una imagen deformada del critico, en muchos casos merecidamente ganada por la escasa seriedad intelectual de quien porta tal cartel. A Fausto Alfonso le pesa reflejarse en ese espejo mentiroso, pero más le pesa sentirse prácticamente solo reclamando de una buena vez por una profesionalización del bastardeado oficio. Su propia autocrítica es una insoslayable señal de su convencimiento de que libros como este pueden servir de pequeño grano de arena en un desierto de ideas, debates y aportes concretos.
Por todo lo anterior, sintetizado en su lucha por una crítica creíble y constructiva, nos ofrece este Infierno Grande como "tributo a una tarea por momentos insana, pero siempre apasionante". Tan insana y apasionante como la vida misma, después de todo.

(Prólogo al libro inédito Infierno Grande, del periodista Fausto J. Alfonso. Setiembre, 1997)

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