La artista plástica María Luisa Nasif no tuvo mejor idea para retribuir el placer que le significaba leer los textos de sus amigos escritores que crear una editorial artesanal de libros-objeto, donde cada pieza es única pero necesariamente repetible.

Aunque ni lo sospeche, la artista plástica María Luisa Nasif tiene algo de la filosofía punk. O para ser más precisos, de su pragmático leit motiv “hazlo tú mismo”. Ella no esperó que un funcionario cultural de turno le propusiera unirse a los escritores para la típica combinación de textos y arte de tapa.
Lo suyo fue una “devolución”, un gesto de gratitud que desde su aparente falta de pomposos objetivos, se transformó con naturalidad en una realidad que la cultura mendocina -esperamos- sabrá apreciar y respaldar apelando a su mejor paladar.
Tortitas Caseras, tal el nombre de su emprendimiento de autogestión, va engordando a bocado firme un catálogo que ya acredita ocho libros-objeto, como gusta definir su alma mater. Producción que recientemente tuvo una amplia participación en la Feria del Libro de Mendoza y a la que no hay inflación que mengüe su entusiasta amasado.
Recién sacadas del horno, las palabras que siguen no son más que senderos hacia la agitada cocina artística de María Luisa, donde telas, papeles, pinturas, hilos, agujas, pegamento, cerámica, cartones, conviven y se combinan armónicamente con poemas, cuentos y relatos tan de acá como las pinchadas, raspadas o de hoja.
La chispa inicial. “Como amo los cuentos, mis amigos escritores generosamente me mandaban por mail los suyos o los leían en público. El disfrute era inmenso y, en cierto modo, necesitaba devolverles algo. Desde mi percepción de artista plástica, sentía la necesidad de hacer algo con eso. Así comenzaron los primeros libros-objeto; objetos plásticos que, respetando el escrito, cada letra, cada coma, generaban una nueva obra; ya no era el escrito, ni lo plástico, ni la suma de los dos".
"Era una nueva significación, tenía una entidad diferente y el lector podía abordar un cuento desde otras impresiones: visuales, táctiles, olfativas, hasta sonoras, si fuera necesario. Así comenzó Tortitas Caseras, con el propósito de traducir en objeto ese intercambio entre un escritor y un plástico, no como ilustrador sino como creador de un libro no tradicional, si se quiere. Gracias a los préstamos del Banco Nación a los docentes para comprar computadoras, me equipé con impresora incluida, siendo ésta la única tecnología con que cuenta la editorial”.
Uno por uno. “Como siempre dan ganas de sumar y compartir, después fui entregando todos estos cuentos y poemas no editados, con el permiso de sus autores, a artistas plásticos, ceramistas, tejedoras, para que experimentaran el mismo proceso, que es muy complejo, de un arduo trabajo. Los resultados los analizamos entre todos, los criticamos, modificamos, hasta que se realiza el definitivo objeto-libro, y cada artista lo repite las veces que sea necesario.
"Como un grabado, se hacen copias pero son todos originales. Al mismo tiempo fui descubriendo que los amigos escritores tenían libros ya armados pero que ni siquiera soñaban editar, y entonces también me propuse editar algunos libros tradicionales, me refiero a los que tienen páginas de papel, pero realizados uno por uno, de manera que cada libro es un original también. Como las tortitas caseras, todas se parecen, pero ninguna es igual a la otra".
Compartir: derecho & deber. “El objetivo de Tortitas Caseras es hacer llegar los escritos que acercan nuestros compañeros ‘laburantes-escritores’ a plásticos, tejedoras, ceramistas, generando un espacio de intercambio para crear libros, considerando el concepto de libro como un objeto que permite ser leído desde una integridad de lenguajes (palabras, texturas, olores, sonido). De ese modo lograr que los procesos creativos íntimos de nuestros escritores y artistas salgan a la luz, a través de un objeto-libro, o simplemente de un libro, porque esos procesos, esas percepciones y esas síntesis son muy bellas y tenemos el derecho y el deber de compartirlos”.
Como en casa. “Las tortitas son parte de nuestro disfrute cotidiano, alguien toma harina, agua, elementos esenciales y simples, los reúne, los amasa con sus manos, se ayuda del fuego, del calor y consigue un manjar con resonancia ancestral materna, con sabor y olor a hogar, y a eso nadie se resiste, y para colmo sólo nosotros las llamamos así, ‘tortitas’; nos pertenecen. Es valorar lo que tenemos a mano, lo cotidiano, al escritor amigo, amasar lo que trae sumando nuestro calor, para crear un objeto con tanto olor humano que den ganas de comérselo… perdón de leérselo”.
Puesta en valor. “Esto de ‘Pinta tu aldea y pintarás el mundo’ me parece de una gran sabiduría. Es simplemente prestar atención al que tengo al lado, ponerlo en valor como hombre universal, que dice como nosotros, pero para todos los que quieran oír más que sólo con sus oídos. Valorar lo auténtico, lo que trata de encontrar en su origen, en lo que se es. Un escritor mendocino es tan habitante del mundo como cualquier otro”.
Poner (más que) el hombro. “Mi trabajo de profesora de arte es el que sostiene en un principio las ediciones. Cuando se venden los libros o los libros-objeto, se divide en tres partes el dinero: una para recuperar los gastos de materiales, otra para el escritor y otra para el artista. "No hacemos nuevos libros del mismo título hasta que se venden los ya editados. El proyecto se autofinancia, aunque la ganancia es muy pequeña, porque no nos manejamos con grandes volúmenes, y los ejemplares son muy baratos para que todos puedan adquirirlos. Por ahora sólo contamos con dos lugares de venta, el mesón de escritores mendocinos que tienen los compañeros de La Colmena, en el portal de la Alameda, y el espacio cultural Palo Borracho”.
Pros y contras del caserismo. “Entre las ventajas está que es un placer trabajar en esto. Es un hecho creativo absolutamente libre y sin límite; permite experimentar, equivocarte, tardar todo el tiempo necesario y da lugar al juego creativo con otros, al diálogo, a la construcción con personas que manejan otros lenguajes y códigos de comunicación. Las desventajas: muchísimas horas de trabajo arduo, que no son recompensadas económicamente, por lo tanto son las que le quito al sueño, o a mi familia y amigos”.
Criterio(s). “Los autores publicados en TC son mendocinos que no han editado, o han editado muy poco. Sin embargo trabajan disciplinadamente y muy seriamente en el proceso de escribir, y dicen y conmueven y hacen pensar, reír, sin obligación de una formación académica. No tengo los elementos para analizar desde el lugar de un crítico literario. Soy profesora de artes plásticas, por lo tanto el criterio es leer lo que generosamente comparte conmigo el que escribe, lo reparto, algo resonó en el alma, algo necesita publicarse, y en eso se trabaja”.

De entrecasa

- Autor imprescindible en mi biblioteca: Si algún día regalara todos mis libros, Rulfo con su "Pedro Páramo" se quedaría en mi cartera.
- Leyendo actualmente: Cuentos no editados de mis amigos (escritores-tapiceros, profesores, electrónicos, abogados…).
- Escritor olvidado que habría que recordar: En Mendoza a todos; revalorizarlos, leerlos, conocerlos, pero más que escritor habría que recordar las leyendas populares, los cuentos de las abuelas. Habría que recrear los fogones con los "cuenteros" y los "escuchacuentos" en la rueda.
- Libro de cabecera: "Las mil y una noches argentinas", de don Juan Draghi Lucero.
- Me hubiera gustado publicar: Hubiera sido un gran aprendizaje y un gran honor hacer un libro-objeto con "Mariposas de Koch", de Antonio Di Benedetto.

(Publicado en suplemento Cultura, Diario Los Andes, 21 de noviembre de 2009)

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