Pasó el histórico debate presidencial y lo primera conclusión que se debería rescatar es que, más allá de los protagonistas, lo importante es que se dio un paso más hacia la madurez democrática de la Argentina.
Difícilmente en las próximas elecciones se prescinda de este mecanismo. Las experiencias del 4 de octubre y del domingo último fueron lo suficientemente exitosas como para confirmar que fueron   capítulos importantes en el proceso electoral.
Lo que seguirá siendo una incógnita es en cuánto puede un debate determinar un resultado. 
O cuántos votos de indecisos habrán definido Daniel Scioli y Mauricio Macri con sus respectivas propuestas, estilos y expertise política. 
Lo que a priori, en función del perfil moderado de ambos candidatos, se avizoraba como un ida y vuelta anodino y de excesiva prudencia, devino en un duelo picante que lo hizo más atractivo.
Tanto Macri como Scioli sabían que era una instancia donde no había medias tintas posibles. Por eso desde el vamos el tono fue firme, pero respetuoso. 
Para la mayoría de los medios y los periodistas que siguieron atentamente el debate, lo que se vio fue una contienda basada en las chicanas, la falta mutua de respuestas a preguntas incómodas y el poco lugar que se le dio a las propuestas.
El candidato del Frente Para la Victoria hizo foco la mayor parte del tiempo en dejar en claro que Macri es sinónimo de ajuste, desgobierno y vuelta al pasado. 
Por su parte, el líder de Cambiemos buscó ligar a Scioli a la crisis actual del kirchnerismo, lo acusó de ser la continuidad del modelo que encarna Cristina Fernández y de no ver que la Argentina reclama un cambio urgente.
Los dos sustentaron sus proyectos a futuro en lo que hicieron en sus respectivas gestiones al frente de la gobernación de Buenos Aires y de la capital porteña.   
La sensación final es que ninguno se salió de su libreto, con lo cual los que ya tienen decidido su voto por uno u otro a lo sumo lo ratificaron y aquellos que todavía no lo definen no fueron seducidos con la contundencia que requería la ocasión.
La pasión puesta en marcar los errores del contrincante les hizo perder de vista -quizás nada casualmente- el explicar cómo harán realidad esas ideas que suenan tan gratas al oído y resultan tan difíciles de aplicar. 
Las urnas, una vez más, tendrán la verdad. Ellas dirán con claridad lo que Scioli y Macri intentaron en una hora y cuarto sin demasiado éxito.

(Diario UNO, 17 de noviembre de 2015)