Carlos Tevez se ganó hace tiempo y merecidamente el rótulo del “jugador del pueblo”. 
Una calificación que no se asigna a cualquiera y mucho menos si calza la camiseta de un club como Boca Juniors, que así como cuenta con una de las hinchadas más grandes también despierta el lógico rechazo de los simpatizantes de otros clubes.
Pero Carlitos es de esa clase de deportistas al que su camiseta no invita a la agresión y lo que termina primando es la admiración y el respeto.
Ese reconocimiento no es casual, lo ha i
do ganando con el paso de los años y no sólo en la Argentina. 
En cada club donde jugó, sea en Argentina, Inglaterra, Brasil o Italia, siempre sacó patente de ídolo. 
Los títulos que ganó en esas instituciones abonaron un afecto imperecedero que se mantiene hasta el día de hoy. 
Su conocido origen humilde (surgió del mítico Fuerte Apache) no ha hecho más que acentuar cada uno de sus logros. 
Y lejos de haberse mareado con los cantos de sirena de la fama y el éxito económico, Carlitos da muestras permanentes de que no olvidó sus raíces y de que los valores que rigen su vida tienen una base sólida en su entorno familiar.
Tan es así que, aún pudiendo negociar millonarios contratos en Europa, donde este año fue campeón con la Juventus en el Calcio y la Copa Italia y subcampeón de la Champions League, prefirió regresar al club de sus amores. A la par, la Selección también le abría una nueva puerta. 
Entre los euros y la gloria en casa, no lo dudó.
La apuesta le salió redonda. Se sumó a un Boca en ascenso y apenas volvió a ponerse la casaca de los xeneizes mostró no sólo calidad sino también pasta de conductor indiscutido. 
El flamante campeón del torneo de los 30 no fue el mismo desde que Tevez se echó el equipo al hombro. Para los rivales tampoco fue un detalle menor.
Al finalizar el partido consagratorio ante Tigre, al borde del llanto y con su habitual simpleza, Carlitos sintetizó lo que pasaba por su cabeza y su corazón: “Fui campeón en muchos lados, pero la sensación de serlo con Boca es inexplicable”. 
Esa contagiosa emoción que el domingo traspasó la pantalla ratificó por qué hoy más que nunca es “el jugador del pueblo”. 

(Diario UNO, 3 de noviembre de 2015)