"Creo que no hay una crítica seria porque no hay una formación seria", afirma convencida la actriz y directora teatral Laura Yusem. Sobre estos parámetros se erige la entidad de Fausto J. Alfonso para atraverse a analizar el complejo fenómeno de la crítica. El es un crítico serio porque tiene una formación seria que lo avala a la hora de encarar la "patriada" de pasar en limpio la situación -crítica- de la crítica en Mendoza. Y lo hace desde el conocimiento cabal del oficio. Nada de lo que se dice en estas páginas ha sido "tocado de oído".
Largos años de experiencia en el periodismo mendocino, tanto en gráfica como en radio, le confieren la cuota necesaria de credibilidad que le permite hablar con conocimiento de causa. A partir de hechos cotidianos que recorren el espinoso camino que separa las paredes de una redacción y el acotado marco de un escenario, Alfonso teje analíticamente esa especie de trama de enredos que sólo puede tener vida propia en una provincia donde la crítica existe a medias, con un alarmante nivel de amateurismo y receptores (artistas, escritores, dramaturgos, etcétera) que rara vez están a la altura de la atención que suelen reclamar. Infierno grande no hace más que pasar "en limpio" los desencuentros entre críticos y criticados, categorías relativas teniendo en cuenta el escaso profesionalismo que habitualmente demuestran ambos bandos. Y no es casual utilizar el adjetivo "bandos" cuando la lectura atenta de este trabajo muestra en términos de combate lo que no debería ser más que otra lectura de un hecho artístico.
El autor aclara expresamente su intención de tomar como punto de partida la práctica de la crítica de espectáculos, más que hacer hincapié en la teoría y el enfoque académico; preguntándose para qué sirve un crítico en una provincia con un pie en la modernidad y otro en su no superada impronta de aldea. Desde adentro y desde afuera es la mirada de Alfonso, quien en su afán de aportar a un estudio más profundo del fenómeno de la crítica se vale, además de su propia experiencia, del aporte de colegas, de citas de críticos especilizados, como así también de textos de teoría de la crítica.
"No cualquiera debiera ejercer la crítica... y todo crítico debería diferenciarse marcadamente del opinólogo medio.. Crítica hecha por críticos. Crítica periodística hecha por periodistas críticos. Fórmula sencilla, única clave..." , nos dice sin ambages el mentor de este trabajo, en una clara traducción del dicho popular "zapatero a tus zapatos". Ante ésta irrefutable toma de posición profesional, se plantea el nudo gordiano de la cuestión: la importancia de la formación (otra vez esa palabrita tan olvidada en la praxis) del crítico. Porque más peligrosa que la trasnochada opinión de los émulos de Polémica en el bar es el silencio, el rotundo ejercicio de la indiferencia. Jerarquizar la profesión, se plantea como el objetivo primero y último de este ameno y ágil repaso de la actividad crítica en Mendoza.
A través de los distintos capítulos, Alfonso pone el acento en considerar la crítica como un eslabón -perdido (al menos en Mendoza)- en la cadena de la creación (criticar es re-crear); pero también como servicio, como orientación, nunca como mera guía de servicios. El crítico, finalmente, como ese puente demasiadas veces roto por presiones, censuras y manoseos de los distintos actores del proceso artístico.
Si la crítica, tarea antipática si los hay, no puede ni debe ser el esfuerzo aislado de un puñado de apasionados en las distintas ramas del arte, este trabajo debe generar conciencia, instar a los medios -mejor dicho a sus cabezas pensantes- a que le den el espacio y el respaldo que merece la actividad. Suena utópico, y lo es, pero peor es la actitud pueblerina de reducir una crítica al simple intercambio de piropos o amenazas, como simples monedas de cambio en un trueque mal entendido por críticos y criticados.
Es cierto, hay una imagen deformada del critico, en muchos casos merecidamente ganada por la escasa seriedad intelectual de quien porta tal cartel. A Fausto Alfonso le pesa reflejarse en ese espejo mentiroso, pero más le pesa sentirse prácticamente solo reclamando de una buena vez por una profesionalización del bastardeado oficio. Su propia autocrítica es una insoslayable señal de su convencimiento de que libros como este pueden servir de pequeño grano de arena en un desierto de ideas, debates y aportes concretos.
Por todo lo anterior, sintetizado en su lucha por una crítica creíble y constructiva, nos ofrece este Infierno Grande como "tributo a una tarea por momentos insana, pero siempre apasionante". Tan insana y apasionante como la vida misma, después de todo.

(Prólogo al libro inédito Infierno Grande, del periodista Fausto J. Alfonso. Setiembre, 1997)
Mendoza, la de la gesta sanmartiniana y los huarpes como carne de arqueólogos ad honorem. Mendoza, la de Quino y Di Benedetto. La de Fader y Alonso. La de Lorenzo y Santángelo. La del loco Juan y el incansable Futre. Mendoza, con sus nombres y sus anónimos. Mendoza, como ceniza al viento desde el corazón de Cúneo. Y Mendoza también como un unicornio miope, que apenas ve y mucho menos lee.
No será, como decía la escrutadora María Elena Walsh, que “llevamos siglos de practicar la poesía en silencio y en rincones”, para luego preguntarse: “¿No nos estará faltando tierra bajo los pies?”.
Se dice que se escribe mucho y se publica poco. Verdad a medias. En una letanía cuasi tanguera, la mayoría de las plumas mendocinas admite, en lo privado al menos, que no tiene tiempo de escribir, que no se puede publicar, que los concursos no sirven, que el trabajo cotidiano no da margen para el encuentro en un café, bla, bla, bla...
Esto da pie a dos lecturas. La primera y obvia ratifica que somos montañeses y por ende nos cuesta salir de la cueva. La segunda, y más preocupante, es el miedo a cierta búsqueda del mentado profesionalismo (léase trabajar mucho sobre los textos, corregir y volver a corregir, ser lo suficientemente autocríticos y exigentes, hacer hincapié en la voz propia). Pero también debería ocupar un lugar no menos importante someter de tanto en tanto lo que escribimos a un "testeo" de los propios colegas. Opiniones, críticas, aportes y sugerencias suman a la hora de terminar de la costura fina de nuestro libro, camino a la imprenta o al canal alternativo que elijamos para que complete el círculo de la creación.
Sepultada la bohemia de años ha, el unicornio confiesa no ver por estos tiempos estimulantes encuentros de poetas, no escucha hablar de revistas ni de libros orales o virtuales como estrategias para burlar el circuito convencional. Se pregunta, unicornio curioso al fin, si no será que no tenemos poco o nada que decir. O poca tierra bajo los pies.
Por otro lado, y en tren de buscar puertas de emergencia, ¿no es lícito acaso enviar trabajos a un concurso -desde ignotos a consagrados escritores lo han hecho con resultados a la vista- para al menos de esa manera acortar la brecha entre nuestro interés y el desinterés comercial, entre nuestra necesidad de hacernos escuchar y el lector domesticado a base de olvidables best sellers?
Y sí, nos reímos de los mesiánicos libros de autoayuda, pero ¿no estaremos necesitando uno a nuestra medida, para salir de esta chatura egocéntrica? Está claro que este estado de las cosas no es ajeno a lo que pasa en el resto de la sociedad donde comemos, soñamos y enchufamos nuestra computadora; caso contrario estaríamos planteando un mundo irreal para los escribas mendocinos y eso tampoco sería lógico ni honestamente intelectual, como se dice ahora. Se trata de pedir más lirismo, pero con los pies sobre la tierra, a lo Walsh.
Queda claro: mucho ombligo, poca mirada atenta, escaso ojo alerta, mínima curiosidad fuera de los límites de nuestra pantalla. Así llegamos al punto en que queremos que nos lean, pero no leemos a los colegas. Los queremos vinito en mano en primera fila cuando presentamos nuestro libro, pero no vamos a la del otro. Nos conocemos de sobra las caras, en tanto que a las obras -salvo honrosas excepciones- las desconocemos o peor aún: las ignoramos. Nos manejamos por afectos o empatía generacional, pero el resto es desdén e ignorancia. Típica miseria de guetto.
La respuesta no está en los demás. Libreros, periodistas y autoridades leen lo que pueden y si no nos leen a los autores mendocinos tal vez sea porque más allá de cierta desidia de ellos nosotros también estamos aportando a ese distanciamiento con algo muy parecido al autismo. O a la falta de ideas. O de originalidad, por qué no.
Lógicamente el panorama suena casi tan árido como nuestro entorno natural, donde la dolida palabra rueda como un canto rodado que no se detiene ni logra captar la atención. Sin embargo, esta mirada autocrítica apunta a levantar la vista, no a cerrar los ojos.
Escritores, textos y libros hay y no pocos, pero hay que leerlos para poder disfrutarlos o criticarlos, sino vamos a seguir ocupando lugares en pomposos debates culturales bajo el devaluado rótulo de "escritores", sin necesidad de reflejar nuestro paso por el mundo en unas cuantas páginas medianamente decorosas.
El desafío real -no literario- es cómo pintamos la aldea hoy, con todos los pro y contras de la manoseada globalización. Si no se puede editar, recurriremos a internet y al correo electrónico para enviar -cual aggiornadas botellas al mar- nuestros cuentos, nuestros poemas, nuestros relatos, a páginas literarias de otros remotos puntos del planeta, como así también leer en ese enorme mar virtual a las más disímiles plumas del resto del globo. Si no hay libros, habrá un café o una casa para el encuentro postergado, para el brindis de los sentidos y la lectura apasionada. Algo así como una invitación donde todo unicornio será bienvenido.
Tal vez si dejamos de mirarnos el ombligo allá lejos, podremos mirarnos a los ojos bien de cerca. Los ojos, entonces, como el epicentro desde donde nace la irrefrenable pasión por la lectura. Y los ojos, como la materia prima para traducir en garabatos inteligibles nuestra particular versión del amor, la muerte, el alma, la soledad, el sexo y la verdad; condimentos éstos con que todos los escritores intentamos sazonar de sentido al sinsentido de, por ejemplo, escribir acerca de un unicornio guiñando un ojo o tomando agua bendita en lo más profundo de su ombligo.

(Texto leído en la Feria Internacional del Libro de 2001, Buenos Aires. Publicado en revista Serendipia)
La artista plástica María Luisa Nasif no tuvo mejor idea para retribuir el placer que le significaba leer los textos de sus amigos escritores que crear una editorial artesanal de libros-objeto, donde cada pieza es única pero necesariamente repetible.

Aunque ni lo sospeche, la artista plástica María Luisa Nasif tiene algo de la filosofía punk. O para ser más precisos, de su pragmático leit motiv “hazlo tú mismo”. Ella no esperó que un funcionario cultural de turno le propusiera unirse a los escritores para la típica combinación de textos y arte de tapa.
Lo suyo fue una “devolución”, un gesto de gratitud que desde su aparente falta de pomposos objetivos, se transformó con naturalidad en una realidad que la cultura mendocina -esperamos- sabrá apreciar y respaldar apelando a su mejor paladar.
Tortitas Caseras, tal el nombre de su emprendimiento de autogestión, va engordando a bocado firme un catálogo que ya acredita ocho libros-objeto, como gusta definir su alma mater. Producción que recientemente tuvo una amplia participación en la Feria del Libro de Mendoza y a la que no hay inflación que mengüe su entusiasta amasado.
Recién sacadas del horno, las palabras que siguen no son más que senderos hacia la agitada cocina artística de María Luisa, donde telas, papeles, pinturas, hilos, agujas, pegamento, cerámica, cartones, conviven y se combinan armónicamente con poemas, cuentos y relatos tan de acá como las pinchadas, raspadas o de hoja.
La chispa inicial. “Como amo los cuentos, mis amigos escritores generosamente me mandaban por mail los suyos o los leían en público. El disfrute era inmenso y, en cierto modo, necesitaba devolverles algo. Desde mi percepción de artista plástica, sentía la necesidad de hacer algo con eso. Así comenzaron los primeros libros-objeto; objetos plásticos que, respetando el escrito, cada letra, cada coma, generaban una nueva obra; ya no era el escrito, ni lo plástico, ni la suma de los dos".
"Era una nueva significación, tenía una entidad diferente y el lector podía abordar un cuento desde otras impresiones: visuales, táctiles, olfativas, hasta sonoras, si fuera necesario. Así comenzó Tortitas Caseras, con el propósito de traducir en objeto ese intercambio entre un escritor y un plástico, no como ilustrador sino como creador de un libro no tradicional, si se quiere. Gracias a los préstamos del Banco Nación a los docentes para comprar computadoras, me equipé con impresora incluida, siendo ésta la única tecnología con que cuenta la editorial”.
Uno por uno. “Como siempre dan ganas de sumar y compartir, después fui entregando todos estos cuentos y poemas no editados, con el permiso de sus autores, a artistas plásticos, ceramistas, tejedoras, para que experimentaran el mismo proceso, que es muy complejo, de un arduo trabajo. Los resultados los analizamos entre todos, los criticamos, modificamos, hasta que se realiza el definitivo objeto-libro, y cada artista lo repite las veces que sea necesario.
"Como un grabado, se hacen copias pero son todos originales. Al mismo tiempo fui descubriendo que los amigos escritores tenían libros ya armados pero que ni siquiera soñaban editar, y entonces también me propuse editar algunos libros tradicionales, me refiero a los que tienen páginas de papel, pero realizados uno por uno, de manera que cada libro es un original también. Como las tortitas caseras, todas se parecen, pero ninguna es igual a la otra".
Compartir: derecho & deber. “El objetivo de Tortitas Caseras es hacer llegar los escritos que acercan nuestros compañeros ‘laburantes-escritores’ a plásticos, tejedoras, ceramistas, generando un espacio de intercambio para crear libros, considerando el concepto de libro como un objeto que permite ser leído desde una integridad de lenguajes (palabras, texturas, olores, sonido). De ese modo lograr que los procesos creativos íntimos de nuestros escritores y artistas salgan a la luz, a través de un objeto-libro, o simplemente de un libro, porque esos procesos, esas percepciones y esas síntesis son muy bellas y tenemos el derecho y el deber de compartirlos”.
Como en casa. “Las tortitas son parte de nuestro disfrute cotidiano, alguien toma harina, agua, elementos esenciales y simples, los reúne, los amasa con sus manos, se ayuda del fuego, del calor y consigue un manjar con resonancia ancestral materna, con sabor y olor a hogar, y a eso nadie se resiste, y para colmo sólo nosotros las llamamos así, ‘tortitas’; nos pertenecen. Es valorar lo que tenemos a mano, lo cotidiano, al escritor amigo, amasar lo que trae sumando nuestro calor, para crear un objeto con tanto olor humano que den ganas de comérselo… perdón de leérselo”.
Puesta en valor. “Esto de ‘Pinta tu aldea y pintarás el mundo’ me parece de una gran sabiduría. Es simplemente prestar atención al que tengo al lado, ponerlo en valor como hombre universal, que dice como nosotros, pero para todos los que quieran oír más que sólo con sus oídos. Valorar lo auténtico, lo que trata de encontrar en su origen, en lo que se es. Un escritor mendocino es tan habitante del mundo como cualquier otro”.
Poner (más que) el hombro. “Mi trabajo de profesora de arte es el que sostiene en un principio las ediciones. Cuando se venden los libros o los libros-objeto, se divide en tres partes el dinero: una para recuperar los gastos de materiales, otra para el escritor y otra para el artista. "No hacemos nuevos libros del mismo título hasta que se venden los ya editados. El proyecto se autofinancia, aunque la ganancia es muy pequeña, porque no nos manejamos con grandes volúmenes, y los ejemplares son muy baratos para que todos puedan adquirirlos. Por ahora sólo contamos con dos lugares de venta, el mesón de escritores mendocinos que tienen los compañeros de La Colmena, en el portal de la Alameda, y el espacio cultural Palo Borracho”.
Pros y contras del caserismo. “Entre las ventajas está que es un placer trabajar en esto. Es un hecho creativo absolutamente libre y sin límite; permite experimentar, equivocarte, tardar todo el tiempo necesario y da lugar al juego creativo con otros, al diálogo, a la construcción con personas que manejan otros lenguajes y códigos de comunicación. Las desventajas: muchísimas horas de trabajo arduo, que no son recompensadas económicamente, por lo tanto son las que le quito al sueño, o a mi familia y amigos”.
Criterio(s). “Los autores publicados en TC son mendocinos que no han editado, o han editado muy poco. Sin embargo trabajan disciplinadamente y muy seriamente en el proceso de escribir, y dicen y conmueven y hacen pensar, reír, sin obligación de una formación académica. No tengo los elementos para analizar desde el lugar de un crítico literario. Soy profesora de artes plásticas, por lo tanto el criterio es leer lo que generosamente comparte conmigo el que escribe, lo reparto, algo resonó en el alma, algo necesita publicarse, y en eso se trabaja”.

De entrecasa

- Autor imprescindible en mi biblioteca: Si algún día regalara todos mis libros, Rulfo con su "Pedro Páramo" se quedaría en mi cartera.
- Leyendo actualmente: Cuentos no editados de mis amigos (escritores-tapiceros, profesores, electrónicos, abogados…).
- Escritor olvidado que habría que recordar: En Mendoza a todos; revalorizarlos, leerlos, conocerlos, pero más que escritor habría que recordar las leyendas populares, los cuentos de las abuelas. Habría que recrear los fogones con los "cuenteros" y los "escuchacuentos" en la rueda.
- Libro de cabecera: "Las mil y una noches argentinas", de don Juan Draghi Lucero.
- Me hubiera gustado publicar: Hubiera sido un gran aprendizaje y un gran honor hacer un libro-objeto con "Mariposas de Koch", de Antonio Di Benedetto.

(Publicado en suplemento Cultura, Diario Los Andes, 21 de noviembre de 2009)



Patricia Rodón, Fernando G. Toledo y Rubén Valle, tres escritores locales, fueron incluidos en el video Poesía Extrema.

La poesía mendocina trasciende fronteras. Esta vez, gracias a la iniciativa del periodista mexicano Omar Alexis, residente en Québec (Canadá), y su proyecto Poesía Extrema.
Alexis presentó el pasado jueves, en el Microcine de la Municipalidad de Capital, los frutos de su estupendo proyecto: unir las voces poetas argentinos y poetas canadienses en la revista trilingüe Helios, y en un video de gran contenido lírico y periodístico que registra múltiples aspectos sobre la condición del poeta en Argentina.
Cuatro provincias de nuestro país y doce poetas fueron elegidos por La Salamandra Negra, la productora de Omar Alexis, para modular las distintas entonaciones regionales.
Así, de Mendoza, fueron seleccionados los poetas Patricia Rodón, Fernando G. Toledo y Rubén Valle (también periodistas de Diario UNO); de Córdoba, Alejandra Baldovin; de la ciudad de Rosario, Andrea Borga, Mercedes Gómez de la Cruz, Osvaldo Aguirre, y de Buenos Aires, Rodolfo Edwards, Laura Lobov, Silvia Zimmermann del Castillo y Selva Di Pasquale.
“El proyecto Poesía Extrema toma la provincia de Québec como el punto más latino al extremo norte del continente americano y la Argentina como el extremo sur”, explica el realizador Omar Alexis en su segunda visita a nuestra provincia.
Relata que llegó a Mendoza hace un año para entrevistar a los poetas mendocinos. “Mendoza realmente me enamoró. Es una ciudad afable, amable. Es muy grande, pero no tanto que te ahogue y no deje espacio para la gente. Me impresionó su vida cultural”, señala el también poeta.
Alexis detalla que la elección de los poetas que aparecen el video -de casi una hora de duración-, “fue por la recomendación de personas allegadas a la poesía y de los propios poetas. Los fuimos contactando, hicimos las citas y los entrevistamos, con un cuestionario común como estrutura que luego permitiera editar y ofrecer un documento compacto”.
El también conductor de TV subraya la idea poética del proyecto Poesía Extrema: “Los ‘latinórdicos’ de Québec, como nos llamamos allá a nosotros mismos, queremos lanzar nuestras cuerdas poéticas hasta la voz profunda de Argentina. Se trata de tender un puente por el cual puedan transitar las inquietudes de un continente que busca encontrarse”.
“Tanto el nuevo número de la revista Helios, que ya suma casi una década, como el video consagran a poetas argentinos contemporáneos de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y Rosario que nos resultan muy interesantes”, aduce Omar Alexis.
A la hora de hablar de la poesía en Canadá, Alexis explica que “es muy distinta. Más contemplativa, más pasiva. En Argentina encontramos que los poetas se aferran al sentido de las palabras o al desvarío de los versos, que deben hacer grandes esfuerzos para acceder a la publicación, que no se resignan”.
El video Poesía Extrema se llevó a cabo gracias al auspicio de L’Office Québec Amérique pour la Jeunesse, CH-Montréal, Fair-Play y La Salamandra Negra Producciones. Ya se ha emitido en la televisión canadiense, Alexis lo está presentando estos días en las cuatro provincias argentinas; luego hará lo propio en la provincia de Québec y en festivales de poesía en Canadá.

(En Diario UNO, 31 de octubre de 2006)

JANELA POÉTICA (VII)


Derecho de Autor


¿Para qué la poesía si los barcos
no pueden volar a contramano,
Si la virgen no encuentra su adagio
en el inspirado beso del semental?
Crédulos (o no) los relojes
deberían ser pájaros y piedras a su modo
¿Por qué no camaleones de un solo color?
Cada poema una isla dentro de otra isla
Un libro desierto donde el náufrago se escriba a sí mismo
Y nosotros, meros bastardos del Dante,
espantapájaros de nieve en un infierno
que embriaga sus nueve lenguas en agua bendita
¿Para qué la poesía entonces
si la palabra no se desnuda en público,
unta las sábanas con su esperma negra
o copula con el mar dentro de una botella?
Es derecho de autor dejar
último en la fila entre paréntesis
al creador del tajo y la cicatriz
Hacer que el mundo vuelva a ser nuevo
e igual de cuadrado
Una hoja en blanco donde los ciegos lean

La poesía es la ley y también la trampa.

(O poeta argentino Rubén Valle é jornalista e escritor. Possui poemas publicados em diversos meios impressos e eletrônicos nacionais e internacionais. São de sua autoria os livros Museo Flúo (1996), Los peligros del agua bendita (1998), Jirafas sostienen el cielo (2003), Placebos (2004) e Tupé (2010)

Por José Luis Menéndez

Cualquier cosa puede ser el cielo, depende de cada lectura. El objeto mirado es una función del ojo que mira, es decir, de su derecho creativo. En este caso, como en una carrera de postas, Valle recibe el testimonio de una obra mayor, “El Cielo”, de Raúl Silanes. Y tras su demostración de nobleza por reconocerlo, y de inteligencia por haberla elegido, despliega sus argumentos personales, adoptando, frente a las cosas, una posición distinta. Silanes escribe en tiempo presente, narrando su sorpresa por los hechos, las figuras que él mismo crea, y apareciendo en el texto como un constante descubridor de sus propias invenciones. Valle se presenta, por el contrario, como un lector de realidades en las que pudo ser protagonista o testigo o tan sólo un vidente fugaz, pero que se han resuelto con independencia de su acción. Un traductor al ojo poético de todos los cielos que busca o que ha ido descubriendo, a través de “su” tiempo, casi siempre con escepticismo y dolor. Encuentros fallidos, inmolación, cenizas, sombras de mujer. Cielo donde cabe la ausencia de quien se ama, cielo de las lenguas muertas o cielo, “impotente”, de los platos vacíos, donde las jirafas tal vez sean la sensación constante de no estar o haber llegado tarde a un encuentro que resultaba imprescindible. Casi como pasa en la vida.
En lo formal, Valle sigue reduciendo palabras. Así expone sus ideas en tramos muy breves, donde si una frase no es certera ya no hay otra que pueda reemplazarla. Se vuelve entonces un poeta de estocadas. Algunas fallan, a veces, ante un blanco huidizo. Es el riesgo que asume. Pero cuando aciertan, su marca es indeleble. Y en poesía, eso es lo que, desde antes o después de Silesius o Kafka (por citar dos referidos de Valle), autor y lector buscan con paciente avidez.

(Publicado en Diario UNO y Orfeo Digital)






La recordada película argentina “Nueve reinas” mostraba cómo dos vivillos -Ricardo Darín y Gastón Pauls- utilizaban todo tipo de artilugios para sacar ventaja de cualquier situación y así poder vivir sin trabajar, siempre apuntando a dar el gran golpe que los sacara de pobres.
Había en su modus operandi un fuerte componente de esa picardía que se les suele adjudicar a los porteños pero que, seamos sinceros, es patrimonio de argentinos de los cuatro puntos cardinales y se plasma con sus más variados matices en el famoso “cuento del tío”.
Tan propio y cercano es este método delictivo que cuando se realizó la versión estadounidense de “Nueve reinas” -con John C. Reilly y Diego Luna, rebautizada “Criminal”- no tuvo el menor impacto porque aquella sociedad no se vio reflejada en ese par de estafadores y sus cancheros mecanismos para quedarse con lo ajeno.
Y no porque ellos sean la piedra de toque de los honestos ni nenes de pecho en eso de ir por izquierda. Recordemos por caso al sátrapa vip de Bernard Madoff, quien timó en igual proporción a ricos y famosos de la banca mundial. A la hora de estafar, se podría decir que ellos no se quedan con un vuelto si pueden ir por una gorda billetera.
Volviendo a este país donde los piolas no descansan en eso de pensar estrategias para no laburar, el recurso del “cuento del tío” sigue tan vigente como antes, aunque siempre se estén pergeñando nuevas variantes para atrapar “sobrinos” crédulos en su insaciable red.
Generalmente, las víctimas predilectas son los más débiles, en especial los ancianos. Su candidez y confianza en los demás, producto de una época ya superada en la cual creer en el otro era lo común y esperable, explica por qué aún hoy, con tanta inseguridad vox populi, sigan abriendo las puertas a cualquiera como si de amigos o familiares se tratara.
En las últimas semanas se repitieron hechos en los que varios abuelos no sólo fueron asaltados sino también salvajemente golpeados para llevarles desde dinero y electrodomésticos hasta joyas y recuerdos entrañables.
El detonante en todos los casos es la simple apelación a la confianza, ese talón de Aquiles de nuestros mayores: mencionar que se va de parte de un hijo es más que suficiente para que las puertas se abran sin incómodas preguntas. A veces basta el inocente pedido de un vaso de agua para que se les allane el camino a los cuenteros de turno.
Otra modalidad efectiva es aquella que arranca con un llamado telefónico a la casa de la persona mayor. El vivo en cuestión asegura ser del banco en donde cobra la jubilación y de paso aprovecha para averiguar si la víctima está sola y cuenta con dinero. El paso siguiente, como es de esperar, será acercarse hasta la vivienda del incauto con la tranquilidad de tener despejado el camino para obtener su fácil botín.
No es de extrañar que en la mayoría de estos hechos se trate de fuertes cifras ya que también en esto influyen las costumbres de nuestros viejos. Sea por desconfianza en los bancos o porque guardarlos bajo el colchón da cierta tranquilidad de contar con efectivo ante un problema de salud, ellos prefieren tener cerca sus ahorros.
Esto, que no es ningún secreto para los hijos ni para los chorros, es una pista demasiado tentadora para todo caco. Sin embargo, para que el golpe sea efectivo no son pocos los que se valen de la creatividad. Puesta al servicio del delito, ésta podría considerarse deudora de la literatura u otras artes. En estos casos, más que un cuento (del tío) lo que viven los ancianos es una película (de terror).

(Publicado en Diario Los Andes, 20 de abril de 2011)
La pasión en común por la lectura y los libros fue el motor para que tres amigas se unieran para darle vida a "Sigamos enamoradas", un nuevo sello editorial que se propone generar un espacio para el “cuidado amoroso de la literatura”.

Cuentan las buenas lenguas (o las amigas poco discretas) que Cecilia Romana es de enamorarse con relativa facilidad. Por eso, cuando Karina Macció le dedicó su libro con un “Sigamos enamoradas” (cada una de su propio chico, se aclara), empezó a utilizar esa luminosa frasecita como un mantra de eterna primavera.
Tal efecto produjeron esas dos energéticas palabras que terminaron dando nombre a un nuevo sello editorial. Mercedes Araujo, Marina Serrano y la enamoradiza Romana conjugaron la química de la amistad y la literatura para darle impulso a este proyecto basado en la pasión antes que en la lógica del mercado.
Mercedes, crédito mendocino de la flamante editorial, interrumpe su agitado día en Buenos Aires (donde está radicada desde hace unos años) para darle pistas a Señales de qué va esta patriada literaria.
–¿Por qué saltar de la solitaria tarea de la creación para compartir un proyecto editorial?
–Sigamos enamoradas es la materialización de una amistad genuina y cotidiana, anclada principalmente en los libros pero no sólo en ellos; es por lo tanto un proyecto editorial que nace como el fruto de nuestra alianza como escritoras, como lectoras y como chicas que descansan de la soledad de la escritura y se reúnen a conversar de sus intereses y de sus amores; siempre con un vino mendocino de por medio.
–¿Tiene Sigamos enamoradas su propio credo poético, su propia épica en medio de un mercado inexistente?

–En principio la editorial no es exclusivamente de poesía, así que tampoco nuestro credo es necesariamente poético, pero sí la fundamos con una idea específica que es el amor a la literatura y a los productos literarios. Nuestra épica está fundada sobre el punto de enclave entre nuestros gustos literarios y nuestra capacidad económica para difundirlos. La épica de Sigamos... está en hacer las cosas como uno suele hacerlas cuando se enamora, casi sin pensar en las consecuencias. Buscamos generar un espacio para el cuidado amoroso de la literatura. Entre nuestros anhelos fundamentales está el de crear una dimensión activa del contacto entre el autor y el lector, a través de la publicación, la organización de lecturas, fiestas y cualquier excusa que sirva para liar al libro con el lector.
–¿Se sienten parte de la movida de editoriales y revistas independientes como Belleza & Felicidad, Pisar el Césped, Música Rara, Voy a salir y si me hiere un rayo, Los amigos de los ajeno, Plebella, La voz del erizo y Zapatos rojos, entre muchos más?

–La verdad es que nos gusta y nos interesa lo que ellos hacen; la poesía suele ser un espacio de amor (también de odios), pero no pertenecemos a ningún grupo, por eso podemos asociarnos e interactuar con cualquiera sin el riesgo de cometer incesto o de caer en la endogamia poética actual. Sí apoyamos y buscamos actuar en pro de la diversidad, es una especie de convicción ecológica, ya que creemos que la pérdida de la diversidad literaria puede ser tan grave como la pérdida de la diversidad biológica.
–¿Qué puntos en común tienen con esas propuestas y en qué creen que se despegan claramente?
–En común reconocemos una marcada presencia femenina en esos grupos y el trabajo editorial entendido como un emprendimiento independiente o artesanal que persigue la diversidad. La diferencia es que mientras la mayoría de ellos se dedica principalmente a editar poesía, nosotras tenemos un proyecto editorial que abarca narrativa, ensayo, crónicas de viaje y hasta vitivinicultura o arte.
–¿Sirve seguir creando tribus, atomizando el gueto, o cada nueva propuesta igual suma?
–Nuestra idea tiene que ver con integrar y revalorizar diferentes voces creativas que no se circunscriban a Buenos Aires. En ese sentido, nuestro primer título fue una antología (Hotel Quequén) de 15 autores de los cuales seis nacieron en el interior. De esa forma, la tendencia de Sigamos... tiene que ver más con una anulación de las fronteras que con una nueva atomización.
–Arrancaron con una antología poética, pero también preparan El evangelio de Judas. ¿Este proyecto abarca todos los géneros o la política es sólo editar lo que las entusiasme?
–Los derechos del Evangelio de Judas fueron vendidos a la Editorial Trotta de Madrid, pero tenemos un arreglo para sacar la edición bilingüe (copto-castellano) a fines de este año. Asimismo, vamos a editar la novela Tiempo salvaje (M. Araujo), el libro de ensayos Paisaje oblicuo, de Diego Bentivegna, y los libros de poesía de Osvaldo Bosi y Marina Serrano. Un proyecto importante que tenemos en mente es organizar el primer encuentro argentino-chileno de literatura en Mendoza.
–“La poesía no se vende porque la poesía no se vende”, decía Guillermo Boido. ¿Cómo manejan el aspecto comercial de este proyecto?
–Sigamos enamoradas no cobra a sus autores ni acepta publicaciones pagas, lo cual no es frecuente. Hacemos hincapié en modificar las formas de costear el gasto inicial. Otra es que los autores de renombre con mayores posibilidades de venta sustenten a autores menos conocidos pero igualmente valiosos.

(Publicado en suplemento Señáles, Diario UNO, 2 de julio de 2006)
Tina Modotti, la italiana que revolucionó México, fue actriz en Hollywood, militante comunista, fotógrafa, enfermera en la guerra civil española, musa de poetas y pintores, y gran amiga de Frida Kahlo.

Amiga de Frida Kah
lo, musa de Rafael Alberti, pareja y discípula de Edgard Weston, modelo de Diego Rivera, Madonna quiso filmar su vida y Pablo Neruda le dedicó un poema en Residencia de la tierra. Quién otra sino Tina Modotti pudo despertar tantas y tan variadas pasiones en apenas 45 años.
Su itinerario básico puede resumirse así: Asunta Adelaida Luigia Modotti nació el 17 de agosto de 1896, en Udine, Italia, a los 17 emigró con su familia a Estados Unidos y a los 22 desembarcó en México, donde murió el 5 de enero de 1942.
En el país de las grandes oportunidades trabajó primero de operaria textil
y paralelamente conoció a artistas e intelectuales. En la década del ’20 se probó como actriz y participó en The tigers coat, Riding with death y I can explain. Luego, siguiendo a su novio, el pintor y escritor Robo Richey, llegó a México. Tras la muerte de su amor, decidió echar raíces allí.Con el antecedente de su tío, el fotógrafo Pietro, Tina buscó resumir en ese arte toda su búsqueda estética. Fue clave en ese norte Edgard Weston, un reconocido profesional de las fotos, para quien Tina había posado en numerosas oportunidades.
En un contexto de plena ebullición artística y política, la italiana conoció a Frida Kahlo y al escritor John Dos Passos, posó para Diego Rivera, retrató al poeta Maiakovsky y en 1927 se afilió al Partido Comunista. A la par, trabajó para el diario El Machete. Por esa época le presentaron a Augusto Sandino y se ofreció para ir a combatir a Nicaragua.
En 1928 conoció a quien fuera el amor de su vida: Julio Antonio Mella, un revolucionario cubano.
Un torbellino de ideas, acciones y pasiones, esa fue la Tina Modotti que sedujo por igual a hombres y mujeres, a anónimos y famosos.
A la par, su carrera fotográfica trasciende fronteras y sus trabajos son publicados en revistas de Estados Unidos y de varios países europeos. Sin embargo, en vida expuso una sola vez, ya que prefería dejar en segundo plano su faceta artística, priorizando su rol de militante. Pero no todas son flores para la incasable Tina. Tanta osadía tuvo su precio.
Una campaña en su contra, que la vinculó con atentados políticos (entre ellos un intento fallido de matar al presidente) y duras críticas por sus desnudos para Weston, culminaron con su polémica deportación. En lugar de volver a la Italia del Duce, se las ingenió y huyó a Alemania y luego a la Unión Soviética. Por las vueltas de la vida, terminó en España, donde en plena guerra civil colaboró como cocinera y enfermera, haciéndose llamar María. En 1939, volvió a México como asilada y casada con el dirigente marxista Vittorio Vidali.
Su final, al igual que el resto de su vida, tampoco llegó de manera convencional: murió de un ataque al corazón viajando en taxi. Inmediatamente, nacía su leyenda.

(Publicado en suplemento Señales, Diario UNO, 18 de mayo de 2008)

“No conozco a nadie/ y todos saben de mí/ pero es así/ porque siempre estoy en Fantasy/. Fantasy es un lugar/ del que nadie puede regresar”. Fantasy, Charly García.

El formato reality, estrujado a más no poder por el canibalismo televisivo, supo buscar otros cuellos donde anclar sus colmillos. Y los libros, generosos y abiertos como todo buen amigo, le dan cabida porque, después de todo, como dice Mirtha “el público siempre se renueva”. Las páginas, entonces, como un gran confesionario donde a mayor miseria, mayor impacto. En ventas, obviamente.
Los libros testimoniales no son un invento nuevo. Se habla aquí de otro tipo de testimonio, de aquel donde prima el uso efectista de la primera persona, sobre todo si esa persona es un actor conocido, un mediático en sus primeros y únicos quince minutos de fama, ese futbolista de botinera a sol y sombra, o el político que aún no cayó en desgracia.
El caso de los mineros chilenos que estuvieron 69 días bajo tierra y fueron rescatados “en vivo”, no sólo conmovió al mundo sino que a la par abrió un suculento filón comercial en todos los frentes. Algunos libros que dan cuenta de esa “historia universal de supervivencia” son “33 Hombres”, de Jonathan Franklin, periodista del diario The New York Times, y “Vivos bajo tierra”, del escritor chileno Manuel Pino Toro. Apenas dos de los primeros de una catarata que se avecina, especialmente de aquellos escritos -ghost writer mediante- por los verdaderos protagonistas del “milagro”.
Ya en la superficie, Elizabeth Gilber propone su mix de melodrama y autoayuda en “Comer, rezar, amar”. Ella nos cuenta que “después de un divorcio y un desengaño amoroso viajé a Italia e Indochina para reencontrarme conmigo misma”. Y tan bien le fue con su catarsis amorosa que no para de vender en Italia, Indochina, Kamchatka y sí, también Mendoza.
La real realidad suma páginas con “El otro lado de ‘Bailando por un sueño’”, de Mauro Fulco, donde relata “con humor e ironía todo lo que no se vio en pantalla”. O sea: la lucha por el rating, la facturación millonaria, las historias “reales” de los soñadores y hasta la estudiada metamorfosis en el look de Marcelo Tinelli. En versión más académica, Fernando Andacht profundiza el fenómeno con su investigación “El reality show: una perspectiva analítica de la televisión”.
Otro rubro contaminado por el efecto reality es el de la biografía. Si la cámara me acompaña, vemos que hasta el buenazo de Gandhi cayó -y no es chiste- en la placa roja de “Crónica” gracias a una biografía de Joseph Lelyveld, en la cual lo revela como xenófobo y hasta gay reprimido, según unas cartas que confirmarían su amor por un fisioterapeuta alemán.
Y en eso de reflejar el golpe bajo a escala planetaria, ya se esperan cual tsunami emotivos libros donde japoneses hasta entonces anónimos contarán con lujo de detalles cómo se salvaron milagrosamente del terremoto. O aquellos en los que testigos de la masacre de Río de Janeiro dan su estremecido testimonio de la tragedia.
A decir verdad, ni las historietas pueden sustraerse del realismo trash que cobijó la pantalla hasta que se le escapó del control remoto. El talentoso Horacio Altuna, creador junto a Carlos Trillo de míticas tiras como “El loco Chávez” y “Las puertitas del Sr. López”, regresó hace unos meses a la contratapa de Clarín con “Es lo que hay (reality)”, una saga porteña y familiar.
Para el autor, “se trata del primer reality de una familia hecho en historieta. Me da la posibilidad de que, cuando yo quiera, los personajes puedan dialogar con el lector directamente. Como hacen en los reality cuando los nominados se defienden y esas cosas. O inclusive hablar con el autor si están disconformes con las cosas que les pasan. Es un juego”. Como en Fantasy, donde todo es ilusión.

(Publicado en suplemento Cultura, Diario Los Andes, 16 de abril de 2011)


Sin ser historiador, Eduardo Rufino decidió un día de 2009 canalizar su pasión por nuestro pasado creando el blog "Mendoza Antigua". La particularidad de este álbum virtual es que se construye con el aporte y el recuerdo de todos.



Armar el rompecabezas de nuestra historia. Esa es la consigna de "Mendoza Antigua" y no se limita, en su ambiciosa construcción, a quien organizó este espacio. Todo lo contrario: en este proyecto hecho realidad cualquier hijo de vecino puede aportar una pieza, por pequeña que sea, en pos de conseguir una imagen más amplia, más completa, de lo que fue la provincia desde fines del siglo XIX hasta ayer no más (porque ayer, se sabe, ya es historia).
Una cosecha de uva, el té de la alta sociedad en el Hipódromo, la publicidad de una crema de afeitar, los campeones juveniles del torneo de Foot Ball (sic) o cómo se esperaba un micro años ha son flashes del pasado que sirven para reflejar a los mendocinos de allá lejos y hace tiempo.
Y quien tuvo la buena idea de espejarnos es Eduardo Fabián Rufino. A sus 44 años, trabaja en una empresa de telecomunicaciones pero dedica sus tiempos libres a desarrollar esta pasión, como él la define, por las fotos antiguas. "Es cierto, no soy historiador, pero sí aprendo día a día buscando imágenes, visitando hemerotecas, bibliotecas, archivos históricos no sólo de la provincia, porque también pude visitar el de la Nación y encontrar fotos muy interesantes".
Para canalizar esta búsqueda in crescendo, creó "Mendoza Antigua (www.mendozantigua.blogspot.com ). Rufino hace memoria: "El blog nació el 24 de setiembre de 2009. Siempre me gustó la fotografía y un día, visitando el Área Fundacional, vi una muestra de imágenes antiguas de la provincia que me cautivaron. No tomé la idea de ningún blog similar, simplemente fue algo que se me ocurrió: colocar en un solo lugar toda la historia que se pueda de Mendoza en imágenes. A mi entender, éstas llegan más a la persona que le interesa el tema".
En su tarea de rebobinar la historia, Eduardo cuenta con generosos aliados. "Este blog está abierto a todo público -avisa-. Estas imágenes son de todos, a nadie se le niega el acceso. No hay ningún tipo de censura.
Todos pueden participar consultando, opinando o aportando datos e imágenes. Quien tenga fotos antiguas y quiera colaborar me las puede acercar a través del mail mendozantigua@gmail.com. Lo ideal es que tengan unos veinte años de antigüedad, como mínimo".
En principio, este blog que vira al sepia y nos recuerda al entrañable álbum de nuestros abuelos, sólo disponía de imágenes antiguas de la provincia, especialmente de determinados lugares y construcciones, pero a medida que el blog se hizo más conocido, las sugerencias de los seguidores llevaron a su mentor a abrir la lente y agregar más temas: "Así hoy pueden encontrar publicidades gráficas que han gustado mucho, formaciones de equipos de algún deporte que fueron campeones en su época, carteleras de cine antiguas, personajes, fotos familiares, etcétera. En fin, trato de hacerlo más divertido, de poder darle a quien visita la página una dinámica más atractiva".
Rufino cuenta que "en especial, la respuesta de la gente es de agradecimiento, porque por un momento viajan en el tiempo y conocen una parte del increíble esfuerzo que realizaron nuestros antepasados para crear esta hermosa provincia".
Por ahora, advierte, sigue para adelante cual Zonda y con el mismo ímpetu de sus comienzos, por eso cada 48 horas publica una nueva (es un decir) imagen del pasado local. Y su idea no es quedarse quieto. Con un ojo en el pasado y otro en el presente, Eduardo abrió una "sucursal" de Mendoza Antigua en Facebook y va por más.
"Estoy con el proyecto de pasar el blog a una página web donde le pueda dar mejor orden a la información y en la cual al visitante se le haga más atractivo y fácil recorrerla. El sitio ya está reservado; es aquí donde posiblemente haga falta un aporte -público o privado- para un desarrollo más amplio". Quedan avisados.

(Publicado en suplemento Cultura, Diario Los Andes, 9 de abril de 2011)

El archivo