Para el cuadrito. Se sabe sobradamente que Julio Cortázar amaba el jazz al punto de reconocer que le enseñó “cierto swing que está en mi estilo. Yo intento escribir mis cuentos como el músico de jazz enfrenta un take: con la misma espontaneidad de la improvisación”. Esto queda materializado con absoluta claridad en su famoso cuento “El perseguidor”, inspirado en la vida del admirado Charlie Parker. A cincuenta años de su escritura, la editorial española Libros del Zorro Rojo convocó al talentoso dibujante argentino José Muñoz para llevar “El perseguidor” al formato cómic. Una exquisitez en blanco y negro de quien trabajó en las míticas revistas Hora cero y Frontera (allí dibujó capítulos de “Ernie Pike”, de Oesterheld) y que ahora tradujo maravillosamente los claroscuros musicales y humanos de “Bird”, el saxo mayor del bebop.
Chat de palomas mensajeras. Se habrá perdido el género epistolar a manos de los mails, los SMS, el Chat y demás opciones tecnológicas, pero lo que no se perdió -por suerte- son los libros que recogen esa correspondencia que va más allá del mero ida y vuelta. Tratándose de escritores, nada es inocente en eso de hacer hablar a las palabras. Una pluma por demás pulida, guiños del oficio, secretos no tan secretos, frases filosas, son más que contraseñas viajando en esos tramposos búmerang. Ergo, literatura camuflada en simples cartas. Señales de humo sin humo (a la vista). Algunos de estos epistolarios recuperados son: “Las cartas de Samuel Beckett, 1929-1940”, “Niña errante” (ping pong entre Gabriela Mistral y su secretaria Doris Dana), “Las cartas de Emily Dickinson (1830-1886), “Pablo Neruda: Cartas a Gabriela”(correspondencia con la Mistral entre 1934 y 1955), “Cartas de posguerra” (Victoria Ocampo le escribe 83 misivas a sus hermanas desde Estados Unidos y Europa) y “A vuelta de correo. Sabina epistolar”(el cantautor español compila correspondencia, dibujos y fotos personales). Lloren, carteros, lloren.
El rock (de acá) es cultura. “Todos los libros con temática del Rock Argentino en un solo sitio. Los libros conocidos y no tan conocidos. Los buenos y los malos. Los que aún se pueden conseguir y los ya descatalogados. ¡Todos! Porque ellos guardan la historia de la que también son parte”. Así introduce Freddy Berro su blog www.loslibrosdelrockargentino.blogspot.com, una completa guía de lectura donde se pueden encontrar “incunables” como “Almendra” (Autores varios, 1971), “Ahora mismo” (Moris, 1973) o “Agarrate” (Juan Carlos Kreimer, 1970); biografías como “Pappo, el rey del blues”, “Soda Stereo, la biografía”, “Indio Solari. El hombre ilustrado” y “León Gieco. Crónica de un sueño”; hasta rarezas como “Fito Páez. Homenaje” (un libro repleto de dibujos y caricaturas del rosarino), “Guitarra negra” (el único libro de poemas publicado por Luis A. Spinetta) y la novela policial (¿?) “El día que secuestraron a Charly”. La lista es tan larga como el camino transitado en los 40 años que el movimiento lleva sonando en este país generoso.
Diríase una escultura erguida. Nacido en Entre Ríos en 1944, Manuel Benderesky es, según da fe su biografía, “nieto de gauchos judíos y de criollos de a caballo”. Por eso no extraña “reconocer” a este poeta y licenciado en periodismo en cada poema de “Cuánta sangre cabe en un caballo” (Ediciones En Danza). Libro al que hay que ver y leer como una suerte de campo abierto en el que irrumpe “la noche amplia y lisa/ el cielo corredizo de mi infancia”, donde se lanza un grito, un alarido “y el eco viaja en ésta/ y otras vidas”. Un escenario en el que la sensibilidad del autor se conmueve ante ese animal que “en algún lugar, dentro de sí, sabe/ como saben las bestias” y que “está allí para eso: levantar su bella forma y llenar el aire de relinchos”. Luego, predestinación u olfato, será quien encare la pampa “como si no tuviera fin”. Verso a verso, la libertad del poeta se va corporizando en ese símil del viento que calla con la “sabiduría de las piedras”.

(Publicado en Diario Los Andes, 20 de diciembre de 2009)

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