La sombra nos alarga los pantalones. No debe haber tesoro más tentador que hallar textos inéditos de grandes escritores y volverlos “a la vida” compartiéndolos con los lectores. Éste fue el premio que obtuvo la investigadora Laurie-Anne Laget al encontrar en la Universidad de Pittsburgh numerosas cajas con manuscritos y apuntes del español Ramón Gómez de la Serna. Entre las joyas detectadas aparecieron greguerías inéditas que ahora editorial La Fábrica publica bajo el inequívoco título de “Nuevas greguerías”. A esta suerte de aforismos encantadores, el escritor (que vivió en Buenos Aires huyendo de la Guerra Civil) los definía como “la suma de humorismo y metáfora”. Para ir picando hasta que lleguen a nuestras librerías, aquí va un puñado de las gemas rescatadas: “Los cactus quieren ser las letras capitulares del paisaje” / “Cuando se duerme la pareja se convierten en vecinos lejanos”/ “Las palabras son el esqueleto de las cosas”/ “Abrió la banana como un libro y se la comió como un erudito”/ “En el diccionario todas las palabras juegan al escondite con uno”.
Cuando todo era nada (y viceversa). Si hay alguien que puede dar fe de cómo vino la mano para que el rock nacional viera la luz allá por la convulsionada década del '60, ése es sin dudas el periodista, escritor, ensayista y, ante todo, pensador lúcido, Miguel Grinberg (72). Su libro “Cómo vino la mano” no sólo fue uno de los primeros en registrar los hitos del género sino que también se convirtió en fuente de consulta obligada. En esta cuarta edición hay un plus que justifica volver a sus páginas: a los manifiestos escritos por Luis A. Spinetta (“Música dura, la suicidada por la sociedad”) y Claudio Gabis (“Carta a los músicos de 1980”) se le suman ahora “Asesinato del rock”, de Pablo Dacal, cantautor de la nueva camada de esta música que se disparó con aquel grito primal de “Rebelde”, en la voz de Moris (Los Beatniks). Completa esta enriquecida edición una serie de artículos de Grinberg publicados entre 1968 y 1977 en Prensario, La Bella Gente y Panorama.
Eugenia de cerca. A clásicos de la estatura y el peso de Honoré de Balzac (1799-1850) más que gastar palabras en presentarlos (ahí están Wikipedia o Google para bucear sus biografías) es preferible recomendarlos, especialmente a través de aquellos libros que han caído en el ingrato olvido. “Eugenia Grandet” refleja una trilogía habitual en los temas del autor de “Las ilusiones perdidas”: el placer, el dinero y la ambición. Amo y señor de un pueblo de provincia, la obsesión por lo monetario marcará cada paso del señor Grandet, un acaudalado tonelero que con su avaricia sellará el destino de su sumisa hija Eugenia. Enamorada de su primo Carlos, un rico caballero parisino caído en desgracia, le ofrecerá sus ahorros para viajar a la India y hacer fortuna. Ella sueña que vuelva para casarse, comer perdices y mirar la luna juntos. Como podrán intuir, el sátrapa de Carlos tiene otros planes. Más sufrida que “Rosa de lejos”, la pobre Eugenia llorará mares mientras su padre amarroca oro y se transforma en el hombre más poderoso de la comarca. Una historia “de las de antes” que, se sabe, son y serán “las de siempre”.
Cadena evolutiva. “Todo escritor es, en realidad, un lector. No salimos de repollos sino de otros escritores”. (Hugo Burel, escritor uruguayo, autor de “El corredor nocturno”).


(Publicado en Diario Los Andes, 6 de diciembre de 2009)

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