El Fondo de Cultura Económica compiló los poemas que este referente de la lírica argentina escribió entre 1944 y 1980. El volumen permite descubrir a un escritor que, como pintor que también es, “enseña a mirar”.

En un año donde la poesía tuvo sus 15 minutos mediáticos con la entrega del codiciado Premio Cervantes al argentino Juan Gelman, la aparición de un libro como El andariego, que reúne poemas del período 1944-1980 del poeta y artista plástico Hugo Padeletti, redondea un soplo de aire vital para un género siempre marginal pero igualmente hiperactivo.
La obra de este santafesino nacido en 1928 se ha ido (se va) gestando desde el silencio, sin urgencias, con una paciente y sabia maceración aun convencido de que “nada que pudiera decirse colmaría el vacío”.

La influencia de la tierra

La tierra natal es una piedra de toque en sus poemas. El haber vivido en el campo hasta los 12 años le permitió –certifica él– vivenciar sus primeras “experiencias estéticas”, las que luego impregnarían profusamente sus poemas y pinturas.
“El cebo del futuro es el pasado” desliza en una de las estaciones-páginas este andariego incansable. Padeletti se considera a sí mismo un “buscador”. De ahí quizás provengan sus íntimos sondeos por el esoterismo, la teología, el hinduismo, los escritos de los místicos y el budismo zen.
Viajes –por la tierra y la mente– que al decir de Juan José Saer constituyen una poética “reflexiva y coloquial… que se obstina en la pasión delicada aunque firme de lo real, el enigma sereno de la cosas, la irrupción clara del presente que al mismo tiempo aterra, deslumbra y apacigua”.

Juegos verbales

Conforme a esa figura de buscador, Padeletti ha ordenado su extensa producción en diecinueve estaciones poéticas donde conviven los juegos verbales, el uso de refranes, las referencias a los clásicos latinos y la constante presencia de un yo más testigo que hacedor.
Nadie más certero a la hora de definirlo que su prologuista, el crítico Jorge Monteleone, quien sostiene que lo que sustenta tanto la poesía como la obra plástica del creador de Apuntamientos en el Ashram es “una metafísica del ojo ejercida con atención”.

La búsqueda de la palabra

Aún reconociendo que “la paciencia/es un arte difícil”, Padeletti demuestra –frente a la histérica urgencia del mundo editorial– que una obra genuina e imperecedera se debe gestar con la paciencia de un fruto, a un ritmo que confirma que “cualquier hora es ahora” para cumplir su misión irrenunciable: “(…) buscar una palabra/porque en cada palabra voy desandándome hacia mí”.

(Publicado en Diario UNO)

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