Alberto Muñoz no es un poeta masivo, el establishment literario insiste en ignorarlo y los grandes medios rara vez reseñan sus libros. Sin embargo, difícilmente haya poetas y lectores curiosos que no sepan quién es y no celebren cada vez que edita un nuevo trabajo. El autor de Tratado de verdugos, También los jabalíes enloquecen y Trenes, entre otros, además es músico, dramaturgo, docente y guionista. Un artista múltiple, luminoso y nunca previsible.
En Pianoforte, como en todas sus obras, Muñoz juega (es parte de su modus operandi) con el lenguaje musical y su imaginario. Los sonidos, los ruidos, el silencio, los afectos y la ficción, todos son, en el sentido más amplio, “instrumentos” para que el poeta logre una musicalidad que excede al poema. Dividido en tres partes (Sobre el alma, Sobre la invención y el descubrimiento, y Sobre el tiempo), Pianoforte encuentra su mejor definición en el subtítulo: Tratado ecléctico sobre el arte musical. Y lo encuentra no sólo con humor sino también con hondura e imágenes exquisitas. Como acorde final, se podría decir que Muñoz es uno de Los justos de Borges: “El que agradece que en la tierra haya música”.

(Publicado en Diario UNO, 11 de marzo de 2007)

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