Suerte de rompecabezas de una de las épocas más violentas de la Argentina, la historia de “La mujer en cuestión” es la de un país que aún busca respuestas a tantas preguntas. En esa línea, su autora, la cordobesa María Teresa Andruetto, sostiene que si alguna utilidad tiene la literatura es hacer que nos preguntemos acerca de nosotros mismos.

Mientras a los historiadores argentinos les ocupa numerosos tomos intentar explicar este país inexplicable, a la narradora y poeta cordobesa María Teresa Andruetto le alcanza con "La mujer en cuestión" para sumergirse en los bajofondos de la última dictadura y "asediar un enigma" (Martín Kohan dixit), el de una tal Eva Mondino Freiberg.
A través del intento de armar el puzzle de su historia irá tomando forma -indefinida- una Argentina tan castigada y silenciada como su protagonista.
Típica joven de clase media, Eva cae presa en el emblemático 1976 y su vida, como es de esperar, quedará sellada para el resto de sus días. Mucho tiempo después, cuando Eva ya ronda los 50, alguien ("el mandante") se valdrá de un informante para realizar una exhaustiva investigación sobre su persona.
Así, rearmar la biografía de esta mujer de ojos "color mate cocido" dependerá en gran medida de testigos con mayor o menor protagonismo en su castigada existencia (familiares, amigas, vecinos, conocidos, funcionarios).
El hacer memoria, todo un "tour de force" para los satélites afectivos de Eva, lleva inevitablemente a pintar un cuadro de época y a concluir, a pesar de la imposibilidad de dar algo por concluido en la vida de esta ex presa política, que estamos en presencia de una mujer difícil de ignorar.
Desde su lugar en el mundo, las sierras cordobesas, María Teresa habla con Los Andes acerca de ese enigma llamado Eva y de su convicción de que "mientras siga existiendo un estado de interrogación seguirá habiendo memoria en construcción".
-Un libro que se reedita (la primera edición es de 2003) posibilita el contacto con nuevos lectores pero también garantiza un renovado grado de visibilidad. ¿Le interesa especialmente con este libro poner blanco sobre negro los "años de plomo", algo que todavía es casi una materia pendiente de la literatura argentina?

-Me interesó en su momento y me interesa hoy con otras escrituras que están en marcha, interrogarme sobre esos años de nuestra vida social y de mi vida personal; años que fueron también los de mi juventud y mi formación como persona. Pero no diría que con eso quiero poner "blanco sobre negro" esos años, sino más bien explorar las zonas grises (las más complejas de comprender y al mismo tiempo las más interesantes para la escritura) y sobre todo volver esas interrogaciones hacia nosotros, hacia el cuerpo social y hacia mí misma, para ver qué y cuánto y de qué modo hemos sostenido y en algunas ocasiones resistido el horror. Porque a esos años tremendos, como a otras etapas y circunstancias de nuestra historia, los hemos construido entre todos.
-¿La mujer en cuestión surgió por la necesidad de contar "esa" historia o a partir de esa historia darle carnadura literaria a una de las etapas más duras de este país?

-La mujer en cuestión no nació como un libro que quería narrar la dictadura, sino como la historia de una mujer desde el fragmentado punto de vista de los otros. Llevaba ya unas páginas escritas, cuando comprendí que esa mujer tenía casi la edad que yo tenía, y entonces la planté en su tiempo y la imaginé joven, y los años de su juventud -es decir "esos" años- aparecieron de un modo inevitable, como el único tiempo posible para ella. Entonces apareció el informante y el relato se reorganizó en torno a esa figura/esa estrategia narrativa que constituye en sí misma la novela.
-¿Es un libro que en su amplia producción ocupa un lugar relevante o lo ve como una voz más dentro de las distintas voces que conforman su obra?

-Si bien en el desarrollo de mi escritura he explorado, me gusta hacerlo, distintos narradores, búsquedas de lenguaje, temas y estrategias, considero a esta novela como un punto de inflexión, justamente por la posibilidad de corrimiento de ciertas zonas más habituales en mi escritura. Se trata de un libro en el que el proceso de escritura y los resultados de esa escritura son todavía una sorpresa para mí.
-¿Por qué aún -salvo honrosas excepciones- cuesta tanto que los escritores argentinos se permitan exorcizar desde la ficción los fantasmas de la última dictadura?

-Se ha escrito mucho sobre el tema y se escribirá todavía mucho, de maneras que seguramente irán mutando sus sentidos, del mismo modo que se sigue escribiendo sobre la revolución mexicana o sobre el nazismo en Alemania. Mientras quede un resto de no comprendido, seguiremos escribiendo sobre eso, al igual que podemos preguntarnos durante una vida completa acerca de nuestra propia vida. La cuestión es de qué manera escribir -sobre eso y sobre cualquier otro tema- sin obturar, sin monumentalizar, sin clausurar, sino abriendo a más y más preguntas, poniendo y poniéndonos más y más en cuestión. La literatura, si alguna utilidad o razón tiene, es hacer que nos preguntemos acerca de nosotros mismos.
-¿Podría haber contado una historia como la de La mujer en cuestión utilizando la voz poética? ¿Cómo se imagina el resultado?

-Cada libro demanda y termina imponiendo su modo de narrar y narrando termina por delinear el modo en que pretende ser leído. La mujer en cuestión es la sumatoria y la síntesis de ciertas estrategias. De otro modo, utilizando lo que tradicionalmente podría considerarse una voz más poética, hubiera dado un libro distinto, de consecuencias y efectos distintos de lectura. De hecho, eso sucede con Lengua Madre, una novela que está al salir en Mondadori, en la que se narran también esos años, aunque desde otra perspectiva, con otros personajes, en la que lo que solemos considerar poético se hace más visible. Aunque decir que en la narrativa lo poético no reside tanto en la belleza del lenguaje sino en su potencia y efectividad.
-Es sabido que todo autor indefectiblemente termina sembrando en sus criaturas literarias características propias. ¿Qué cree que tiene de usted la por momentos inclasificable Eva Mondino Freiberg, la protagonista en cuestión?

-Muchas cosas y ninguna. Todas las grandes cosas que le suceden a Eva, como el haber estado presa en un Campo, el haber tenido y perdido un hijo, el haber perdido a su primer marido, el haber sido traicionada por el segundo marido o el vivir sola, son ficcionales. Pero hay otras cosas, pequeñas, como qué le gusta comer o algún objeto que tiene en su casa que se los he prestado, no por el deseo de contar mi vida sino porque el escritor tiene en su memoria un reservorio, una cantera, de los que puede echar mano a favor de sus personajes. Después, muchas frases que los distintos testigos dicen sobre Eva son restos de lenguaje que han quedado en mi memoria, oídos aquí y allá en el magma social, a lo largo de treinta años.
-El hilo narrativo lo desata alguien no identificado (el mandante) que solicita un informe acerca de Eva. El relato es misión de un informante que deberá ver en lo posible a todos los que conocieron y conocen a la mujer en cuestión. El profundizar sobre la vida de Eva, buscar su verdad o al menos aproximarse, ¿puede leerse como la metáfora de encontrarle una respuesta a una época tan sangrienta que supera toda lectura racional?

-No me interesaba tanto encontrar respuestas, sobre todo no me interesa encontrar una respuesta, porque creo que no la hay; hay en todo caso muchas, infinitas respuestas posibles. Me interesaba y me interesa hacerme preguntas y estimular a otros para que se las hagan; romper/ fisurar en lo posible toda certeza, generar un estado de interrogación, una puesta en cuestión.
-La estructura del libro es un rompecabezas; Eva es un rompecabezas que el informante intenta armar apelando a los testigos de su vida. La imposibilidad de armar ese puzzle tiene mucho del sino de este país. ¿Lo ve así o es más bien la característica cuasi esquizofrénica de esta Argentina?
-La fragmentación es en este caso una de las maneras, sino la única, de evitar un lenguaje y una verdad monolíticos. Mientras el lenguaje no se cierre en un relato único, tranquilizador, mientras siga existiendo un estado de interrogación, un modo de permanecer abiertos al drenaje y al cuestionamiento, seguirá habiendo memoria en construcción.
-Una observación que se le ha hecho a La mujer en cuestión es que no hay testimonios que incluyan la autocrítica con respecto a lo que pasó en esos años y el rol que tuvo cada uno.

-No supe de esa observación que menciona. A mí me parece que en La mujer en cuestión la autocrítica es algo que el lector puede construir a partir de las críticas cruzadas de personajes que piensan de maneras diversas, ya que a lo largo de la novela las palabras de los distintos personajes se relativizan unas con otras.
-Pampa Arán se pregunta en un trabajo acerca de su libro: "¿Por qué y para qué importa abrir hoy de nuevo ese capítulo de una biografía que solamente puede ser leída en clave política?". Le hago la misma pregunta.

-Me parece que se trata de un capítulo de nuestra historia que nunca se ha cerrado. Estamos en todo caso adentrándonos en nuevas capas de una herida social que permanece abierta. Es en ese permanecer abierta donde anida cierta garantía de salud para todos nosotros.

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"Sólo algunas lecturas quedan"


-¿En qué está trabajando actualmente?

-Acabo de terminar una novela, quizás publicable en una franja juvenil, se llama
La niña, el corazón y la casa, cuyos personajes son una niña y su madre en una familia un poco atípica, en un pueblo de llanura.
-Un autor infaltable en su mesa de luz.

-Varios, y varían según las épocas, pero Pavese, Montale, Circe Maia, Carver, Onetti, Mansfield, Sebald, Di Benedetto, Moyano, Duras, Rulfo, Lispector, son algunos escritores a los que regreso.

-¿Cuál fue el último libro que la conmovió?

-Me conmuevo o asombro en su momento con muchas lecturas pero luego esa conmoción e incluso su recuerdo, muchas veces pasa. Sólo algunas lecturas quedan, con su conmoción intacta, ya para siempre. Y eso, a medida que se avanza en la vida, sucede cada vez menos. Creo que las últimas conmociones perdurables fueron
La Carretera, de Corman Mc Carthy, y Carta a D. Historia de un amor, de André Gorz.
-¿Qué libro suyo salvaría de un naufragio?

-El poema
Desnuda en la tienda, que está incluido en Kodak (reeditado ahora en Pavese/Kodak, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2008).
-¿Comparte el criterio con el que se fija el canon argentino? ¿Cuán cerca o lejos se siente de él?

-Me parece que hay varios canon, mediáticos, académicos, y en cada uno de ellos, varios circuitos. Más o menos comparto el canon tradicional, aquel que tiene autores que ya no están y de los que han quedado sus mejores obras. En lo que respecta al actual, que finalmente aún no es canon, sino circulación de vidas y obras, banalidad y vanidades, no sabemos qué de todo eso quedará cuando las personas que las produjeron dejen de agitar sus banderitas. Entre los nombres que circulan en los medios y en la academia hay obras interesantes y mucha palabra vacía. También hay, lo veo diariamente en mi revisión de narradoras argentinas para mi blog, mucha obra valiosa que circula en circuitos de culto, muy pequeños.

-Estar lejos de Buenos Aires y elegir desarrollar su obra desde Córdoba, ¿le ha hecho pagar el precio de perder protagonismo en el ambiente literario; o al revés, le permite una distancia necesaria para no ceder a ciertas concesiones de la industria?

- Las dos cosas al mismo tiempo.


(Publicado en suplemento Cultura, Los Andes, 8 de agosto de 2009)

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