AI igual que ocurre con otras fechas claves en la historia de la Argentina, es un feriado el que en cierta forma nos obliga -y en buena hora- a ejercitar la memoria. 
En noviembre de 2000 se aprobaba la ley 25.370 que establece al 2 de abril como el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas.
Hasta aquí, las formalidades del recordatorio. La otra parte, la más sentida y sin dudas la menos pública, es la que año a año impulsan los propios protagonistas de aquella contienda absurda que llevó a la muerte a 649 argentinos, en su mayoría jóvenes que apenas salían de la adolescencia.
Hasta quienes estuvieron allí y hoy pueden dar su particular visión de los hechos, saben que a todas luces la reivindicación de ese territorio como patrimonio argentino era absolutamente justificado, pero nunca por medio de las armas.
Sobre todo, teniendo enfrente a una potencia militar como la inglesa, de fortísima tradición guerrera y el sello de fábrica de la piratería más desalmada.
El resultado fue previsible, sin embargo dejó un singular efecto residual.
Al principio, prácticamente hubo un ocultamiento oficial del tema y sus víctimas (los soldados y sus familias).  
La toma por la fuerza de Malvinas había logrado el efecto contrario al buscado por los cabecillas del Proceso militar. Con la derrota, la suerte del gobierno de facto estaba definitivamente echada.
De a poco, comenzó una paciente reconstrucción de lo que había significado ese capítulo bélico en la historia argentina.
Y esto se consiguió a través de un trabajo sistemático impulsado antes por los sobrevivientes que por los gobernantes de turno, aunque finalmente los reclamos y reconocimientos a los veteranos también obtuvieran su merecido acompañamiento desde lo institucional.
En los últimos años, la causa Malvinas ha alcanzado el protagonismo que se reclamaba desde aquel regreso sin gloria: los ex combatientes y los caídos en las islas ahora son honrados en actos oficiales, reciben una pensión, sus historias se recuerdan y exaltan en los medios de comunicación y en las escuelas se pone en contexto el verdadero sentido de la soberanía.  
Qué mejor homenaje a los héroes caídos y a aquellos que aún siguen en pie recordándonos que toda guerra es una herida siempre abierta.

(Diario UNO, 2 de abril de 2015)