Siempre fue fácil morir. Pero ahora con las redes sociales, especialmente vía twitter, ese milenario hábito de dejar de respirar se puede lograr en segundos y sin la incomodidad de dejar físicamente este mundo. No pocas historias en el cine y la literatura le han echado mano a esa morbosa curiosidad de querer saber cómo reaccionarían los demás ante la propia muerte. Quién te llora y quién no, quién habla bien o mal o te ignora violentamente, son interrogantes que, en parte, son factibles de constatar sin necesidad de irse al otro mundo. Ya no hace falta apelar a las herramientas de la ficción para sondear cómo será la puesta en escena de nuestra muerte. Hoy, vean qué fácil, alcanza con lanzar al ciberespacio que murió éste o aquél e inmediatamente se desatará lo previsible: la súbita publicación en los medios on line y, a la par, la más amplia cadena de reacciones ante la contundencia de la mala noticia. Pasó con Cerati, con Pipo Cipollati, con Susana y con la hermana Bernarda y con Fidel y con Chávez y… Pasó. ¿Filtros? ¿Chequeo de fuentes? ¿Espera prudencial para reproducir la noticia? Naah, eso sería hacer periodismo. Tampoco pidamos tanto. Ya lo dijo el filósofo contemporáneo Indio Solari: "Vivir sólo cuesta vida".

(Inédito, agosto 2011)

El archivo