No es una sensación, como tantas veces se cataloga a la inseguridad para que parezca menos dañina, menos real.
La crisis está y se nota. Se hace sentir en hechos, no en suposiciones o sesgadas lecturas de la realidad. 
Una crisis que ya no sólo es adjudicable a la recurrente herencia kirchnerista. No es la grieta ni lo que está dentro de ella. 
Es  cierto, sería difícil recordar un periodo de la Argentina sin que esa palabra describa algún aspecto (económico, político, social) de la peculiar dinámica de este país.
En la  pasada campaña proselitista, el eje comunicacional de Mauricio Macri se resumía en el nombre del frente al que representaba: Cambiemos.
El solo hecho de instar al cambio, de diferenciarse de la gestión de Cristina Fernández, era su  forma de decir que otro modelo era posible.
Buena parte de lo que anticipó lo está cumpliendo (liberación del cepo, pago a los holdouts, achicamiento del Estado), el problema es el costo que se debe pagar por esa cirugía mayor. 
Las decisiones que ha tomado el gobierno empieza a mostrar las costuras.
Se sabe, un problema estructural no se soluciona de un día para el otro. Nadie pretende eso.
Sí, en cambio, se espera un poco más de muñeca política. No todo puede ser palo y a la bolsa. 
La decisión de salir del default fue una apuesta fuerte cuyos resultados tangibles demorarán un buen tiempo hasta que se empiecen a ver las inversiones foráneas y estas a su vez reimpulsen una economía que luce en plena recesión.
Haber “sincerado” un Estado que había alcanzado cierto grado de elefantiasis tiene su lógica; lo que no lo tiene es no haber contado con un plan para absorber la mano de obra desocupada.
Para colmo, la obra pública se frenó al todo, paralizando uno de los rubros de mayor impacto.
La apertura que mostró Macri desde el vamos asegurando que a él no le asustan las críticas y las respeta, habilita desde la buena fe a marcarle que hacer política es lo que se espera de un presidente. Que él rechace las peores prácticas de la política no significa que prescinda de ella como elemento de transformación.
El momento exige más que nunca de la política. De la buena, que seguramente también existe. 

(Diario UNO, 3 de mayo de 2016)

El archivo