En los on line o en el papel, los lectores siguen a gusto su hoja de ruta. Seguirlos a ellos no es tarea fácil.


Si hay algo bueno que posibilita la atiborrada vidriera virtual de los medios digitales es esa suerte de democracia en la organización de la lectura que permite armarse el propio diario de Irigoyen.
Con un simple clic podemos optar sólo por las buenas noticias y obviar las malas o aquellas que nos van a borrar esa sonrisa con la que arrancamos la mañana. Una tecla basta para ingresar –y leer– únicamente aquellas notas que nos interesan o nos llaman la atención. Hacemos en forma natural nuestro propio ranking de las más interesantes, en función del gusto, la subjetividad y hasta la mera curiosidad. Algo así como esos libros de “Elige tu propia aventura”, donde es factible darle a la historia el final que uno quiere, no el que impone el autor. Suena tentadora tanta libertad, tanta navegación sin hoja de ruta.
La sección de las notas más leídas dan pistas de lo que más le “interesa” a un lector de un digital. Y es ahí donde los periodistas, sobre todo los “del papel”, entramos en conflicto planteándonos si no estaremos pateando al arco equivocado con los temas trabajados.
Pruebas al canto: entre las más vistas en los on line de un día cualquiera figuran: “Es furor un teleconsolador que permite tener sexo a través de la web”, “Calendario sin censura”, “Cinthia Fernández en una producción hot”, “Detienen a la mujer que pagó para que violaran a su nuera”, “Entró un travesti a GH pero ya abandonó la casa”, “Hazel Jones, la joven británica que se hizo famosa por poseer dos vaginas”, “Una muerte que se pudo evitar en la ruta: impactante video casero”.
Como verán, mucha carne, mucho sexo, y nada de política, trabajo esclavo, trata de personas, personajes solidarios, descubrimientos científicos, historias de vida.
Está claro, no es que el resto de las informaciones que publican los diarios digitales no sean leídas o no interesen, pero dada la posibilidad técnica con que cuentan estos medios pueden contabilizar claramente cuántos ingresan a leer una nota y hasta cuánto tiempo permanecen en ella. Lo cual condiciona bastante el menú que se va a ofrecer porque, claro, nunca pueden faltar esos condimentos que son el anzuelo para captar a los “carnívoros” de cada día.
Se podrá decir que el lector de medios gráficos también puede irse a la página o al tema que le interesa y prescindir del resto, pero todos los estudios y focus group aseguran que su hoja de ruta es bastante organizada, por decirlo de algún modo. Está el que se va derecho al suplemento deportivo como aquellos que empiezan por Policiales y luego siguen por los temas políticos y de Sociedad. Implica cierta selección, no como en los digitales donde con sólo ingresar al sitio ya la pantalla tienta con una serie de temas e imágenes lo suficientemente llamativos y con títulos ingeniosos difíciles de esquivar. Uno ingresa al portal con la idea de leer el último cruce entre los gordos de la CGT y en el camino se “distrae” con la enésima pelea de Pachano y la Alfano. Aunque esa última disputa no le interesa en lo más mínimo, cae en la red una vez más.
Mientras los diarios digitales tienen una respuesta inmediata a través de los foristas que opinan, critican o polemizan (rara vez con ideas y tacto), en el papel esa respuesta es más difusa, más extemporánea. En los primeros, la capacidad de reacción, de cambio de rumbo, es muy veloz. En el papel, en cambio, habrá que esperar como mínimo hasta el otro día.
Más allá de las diferencias y las singularidades de cada formato, lo que los une –o debería– es no perder de vista que sin el lector ninguno de los dos tendría razón de ser.
Él es quien tiene días en que reclama las noticias más crudas, bien investigadas y trabajadas, y otros en que se conforma con los goles de Messi, las lolas de Silvina Luna y los mellizos que nacieron con años de diferencia.
Por si no lo sabían, los periodistas también somos lectores. Y también tenemos esos días.

(En Diario UNO, 16 de enero de 2012)

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