Tan sobrevaluadas como denostadas, Facebook y Twitter son herramientas que no paran de crecer.

No pasa un solo día que no escuche a viva voz la resistencia de alguien a sumarse a Facebook o Twitter. Por caso, una colega lo fundamentó así: “Yo, que soy una antisocial, ni loca me voy a unir a una red social”. Otros, en cambio, hacen propia la frase “si no puedes con ellos, únete” y tratan de aprovechar lo poco o mucho que puedan aportarles las mentadas redes sociales.
Entre estos últimos, reportan personajes tan disímiles como Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), Graciela Alfano y el papa Benedicto XVI. Con el olfato que caracteriza al Vaticano, allí rápidamente comprendieron el valor estratégico de utilizar los 140 caracteres de Twitter para comunicar la palabra de Dios y hasta la agenda diaria del hijo de Pedro. Hoy, desde curas hasta obispos se valen de esta moderna herramienta para llegar a los feligreses 2.0.
Caso aparte son los políticos, sobre todo los de Mendoza, quienes antes del 23 de octubre, gracias a la ayuda de hijos aggiornados, militantes siempre listos o profesionales pagos, dispararon generosos tweets con su agenda diaria, proyectos, promesas y hasta libraron fuego cruzado con sus competidores. Pero superado aquel 23 K, esas cuentas pasaron a cuarteles de invierno, quedando olvidadas en el frondoso bosque de la web.
Otros las abren pero no las usan. Son los que, conscientes de que hay que estar en la red, se suben al tren aunque no tengan muy en claro hacia dónde va. De tal forma que sus nombres pegados a la arroba empiezan a sumar seguidores y ellos casi que ni se enteran.
Estas redes, tan sobrevaluadas como demonizadas, no entrañan peligros o beneficios per se. Todo depende del uso que se les dé o qué espacio uno esté dispuesto a abrirles en el trabajo o fuera de él. Aquellos que al principio les tenían más desconfianza que a un encuestador, aprendieron a usar Facebook o Twitter y su actitud cambió radicalmente. Los otrora refutadores.com pasan así a ser los primeros en militar lo valiosas que pueden resultar las redes sociales, para intereses tan variados como reencontrarse con viejos conocidos, recuperar o generar afectos o interactuar con colegas para perfilar mejor el trabajo propio.
En Argentina, ya son unos 850 mil los usuarios de Twitter y poco más de 15 millones los de Facebook. Aunque los números en sí mismos no sean un argumento a favor, al menos pueden leerse como una fuerte señal de que la tecnología ya no es esa rubia fría y calculadora que creíamos.

(En Diario UNO, 12 de diciembre de 2011)

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